Unas horas después de anunciado el método para seleccionar a la corcholata de la oposición, un personaje inesperado irrumpió en la carrera presidencial: Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, 60 años, indígena, ingeniera, mal hablada, briosa, panista no panista, bien vista entre perredistas y priistas, aclamada por las clases medias y sectores empresariales. Una anti obradorista que ofrece mantener los programas sociales.
A pesar de que estaba muy bien posicionada para competir por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, Xóchitl Gálvez sorprendió a la comunidad política al apuntarse en la sucesión presidencial. “Sálvanos”, le decían espontáneamente algunos ciudadanos de a pie que se la topaban en las inmediaciones del Senado. Varios poderosos empresarios y ciertos líderes sociales vinculados a la alianza integrada por PAN, PRI y PRD también la animaban a encabezar los esfuerzos para disputar la Presidencia de México a la aceitada maquinaria de Morena.
Quienes la conocen, la describen como una mujer de decisiones intempestivas, acciones disruptivas, una señorona echada para adelante. Sus críticos la ven como la candidata de las clases medias y el sector empresarial. Una figura aspiracional: la otomí que sale de un pequeño pueblo de Hidalgo para convertirse en una ingeniera en computación, empresaria, experta en edificios inteligentes, funcionaria pública, alcaldesa, senadora… la desposeída que triunfa en la vida.
Otros apuntan que zafarse de la candidatura por la Ciudad de México fue un error que le abre a Morena la posibilidad de caminar sin aspavientos en la lucha por conservar la capital del país y consolidar lo que todas las encuestas prevén: repetir en la Presidencia.
Cazada por cazadores
Amigos y adversarios parecen asomarse a dos aristas de una no panista polémica, de contrastes. Y es que aunque dirigió la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas durante el gobierno de Vicente Fox (2000-2006), la hidalguense no consiguió ese puesto por militar en el Partido Acción Nacional (PAN), sino a consecuencia de un proceso de selección que realizó un despacho de head hunters. Los cazadores de talento acercaron su currículum vitae al guanajuatense.
Su estilo desparpajado y su lenguaje salpicado de groserías pronto llamaron la atención de la gente, ganando más simpatías fuera de los círculos azules que dentro de la comarca de las buenas conciencias y los modales apropiados. Xóchitl está lejos de ser una conservadora, coquetea con el feminismo, el derecho al aborto, la diversidad sexual, la lucha medioambiental…
Y aun así no se espantó de nadar entre panistas una vez concluida la administración de Fox. En 2010 compitió en una coalición de partidos de derecha e izquierda por la gubernatura de Hidalgo, quedando ocho puntos abajo del candidato vencedor, Francisco Olvera. El PRI todavía era el PRI –y más en Hidalgo–, así que aquella aventura aún se recuerda como una hazaña política: obtuvo 394 mil votos frente a los 438 mil de su adversario.
Los perredistas que apoyaron esa campaña rememoran que Xóchitl parecía más una candidata del PRD que del PAN. Apenas se subía a los templetes y ya derramaba ese estilo aguerrido que incluía un discurso que ponía énfasis en sacar a los hidalguenses de la pobreza. Se ganó los aplausos del sol azteca, del Partido del Trabajo, de Convergencia e incrementó su aceptación entre las desconfiadas filas panistas.
Era una panista no panista bronca haciendo campaña entre militantes de izquierda. El objetivo de derrotar al tricolor no se cumplió, pero logró mostrar capacidad para coordinar equipos, con la ayuda de Jesús Zambrano, el actual dirigente del PRD con quien trenzó una buena relación desde entonces.
Candidata anti sistema
“Xóchitl Gálvez es la candidata outsider, anti sistema, la que nadie esperaba. Logró posicionarse rápidamente en el ojo del huracán: movió a la opinión pública, a los medios de comunicación, la intención de voto”, señala Luis Ángel Hurtado, experto en campañas electorales y comunicación política.
En entrevista con MILENIO, el director general de la Consultoría en Comunicación Política Aplicada y autor del libro Fake News: el enemigo silencioso asegura que la senadora irrumpió en el escenario político porque plantó “un discurso moderado” que cuestiona al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero al mismo tiempo reconoce que mantendrá los programas sociales.
Con un amparo bajo el brazo, Gálvez se presentó afuera de Palacio Nacional el lunes 12 de junio. Iba con la intención de ingresar a la conferencia mañanera para ejercer su derecho de réplica. Quería dejar claro que ella no quitaría el apoyo a los adultos mayores, jóvenes, madres solteras, personas con discapacidad… Los reflectores apuntaron de inmediato a su huipil. Las cejas de empresarios y líderes sociales ligados a Va por México se movieron en señal de sorpresa y aprobación.
Esa semana fue clave, le insistieron que se apuntara en la carrera presidencial. Lo pensó y lo pensó, aunque no tanto como para entretener los vientos políticos que ya mueven a las seis corcholatas de la llamada 4T con un rumbo definido: ganar las presidenciales de 2024 para garantizar la continuidad del proyecto obradorista.
Así, Xóchitl entró a trompicones en la corcholatería. Unas horas después de anunciado el método de selección de candidato de la oposición, la hidalguense apareció en la plancha del Zócalo, a las 02:00 horas del martes 27 de junio, para anunciar en un video que buscaría convertirse en la próxima presidenta de México. Las redes sociales estallaron desde aquella madrugada y a lo largo del día siguiente. Las encuestas comenzaron a medirla y, de la noche a la nada, estaba dentro de la competencia electoral.
Su decisión movió el tablero político, varios alfiles del sector opositor declinaron sus aspiraciones –Lilly Téllez, Claudia Ruiz Massieu, Mauricio Vila, Germán Martínez, Gustavo de Hoyos, Alejandro Murat–, y de pronto ya estaba entre las alternativas con posibilidades de encabezar los esfuerzos de PAN, PRI y PRD para remontar el terreno perdido. La percepción de una oposición pasmada de súbito tenía una yegua al frente de la carreta. Una yegua con brío.
La tarde del mismo martes 27 de junio me la topo en el elevador de MILENIO, iba a una entrevista con mi compañera Azucena Uresti.
–¿Cómo ves? Madrugué… grabé el video del destape a las 2 de la mañana–me dijo.
–Animaste el debate político.
–Estaba de güeva, ¿no?
Salió del elevador con una risotada pícara. Desde entonces su tour de medios no tiene descanso, los sondeos y los artículos de opinión hablan de ella. Está rompiendo cristales dentro de la corcholatería, lo que no habían logrado otros personajes de la oposición.
A contracorriente
Aun así, la popularidad del Presidente –más del 60 por ciento– y los magros resultados de Va por México –han perdido 15 de 19 gubernaturas disputadas– la colocan en un nicho electoral que no crece. Una panista de cepa me dijo que “es la candidata del 30 por ciento” y que con eso basta.
La verdadera intención de Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano –comentó la fuente que prefiere no enfrentarse públicamente a la probable nueva líder de la oposición– es tener una candidata que jale el voto para obtener la mayor cantidad de diputados y senadores, para frenar el famoso plan C de López Obrador: ganar la mayoría calificada en el Congreso para hacer avanzar sus reformas estratégicas.
Como sea, la ex alcaldesa de Miguel Hidalgo –Polanco, Lomas de Chapultepec– tiene inflamado el entusiasmo de los opositores a Morena, de los ciudadanos que repudian al gobierno obradorista, de las clases medias, de los empresarios, de los fifís… Ese ánimo ya se ve en algunas columnas de opinión, en los restaurantes gourmet, en las redes sociales… La outsider bronca que irrumpió en la corcholatería de AMLO vino a animar el debate político.
“A diferencia de Lilly Téllez, que tiene un perfil conservador y reaccionario, Xóchitl Gálvez le habla a dos públicos: a la oposición que quiere impedir que ganen Sheinbaum o Ebrard, y a los anti obradoristas que no quieren un cambio reaccionario sino una transformación moderada”, comenta Luis Ángel Hurtado.
El especialista en campañas políticas asegura que el discurso moderado de Gálvez le puede generar animadversiones entre panistas, priistas, perredistas y empresarios radicales, quienes rechazan tanto a López Obrador que quisieran ver a una Lilly Téllez.
De cualquier manera, la hidalguense tiene posibilidades de convertirse en una candidata competitiva, atractiva para el anti obradorismo que no atinaba encontrar un perfil que se midiera con la fuerza que ya tienen las opciones de la 4T.
Antes de ello, tendrá que superar a las demás corcholatas opositoras, sobre todo a Santiago Creel, Enrique de la Madrid y Beatriz Paredes, quienes están bien rankeados en los sondeos de opinión.
El origen, el esposo y el Cruz Azul
La panista de cepa que no quiere aparecer como crítica de su compañera de partido hace notar tres aspectos que pueden ser explotados durante las campañas.
Uno, su origen humilde. Tepatepec es una comunidad de 11 mil habitantes donde el 10 por ciento no tiene televisión, el 13 por ciento no posee refrigerador, el 46 por ciento no tiene automóvil, el 56 por ciento no cuenta con una computadora y la mitad de la población no tiene acceso a internet.
Dos, su marido Rubén Sánchez Manzo es un ingeniero químico y empresario que tiene un lado atractivo para el electorado: es rockero. Tiene su banda donde toca la guitarra. Y le salen muy bien las canciones del Tri, además de las rolas de los años 60 y 70.
Y tres, le va al Cruz Azul. Aficionada de hueso colorado, este elemento podría acercarla al pueblo. El futbol es el futbol.
Haiga sido como haiga sido, Xóchitl Gálvez ya llevaba medio año preparando su campaña para convertirse en la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, una experiencia que le permite incorporarse a la lucha presidencial con un equipo ya armado, con videos hechos, lemas estudiados, como el famoso cruce de dedos con el que forma una “X”.
La “corcholata” outsider arranca así, con la “X” como símbolo de sus aspiraciones.