Carecen de lo elemental en el Hospital Regional 2 del IMSS

Médicos y enfermeras dan la batalla contra el covid-19 sin lo elemental para evitar contagiarse, como son cubrebocas, gafas y trajes protectores desechables. Lo poco que usan es gracias a donaciones.

Zona de aislamiento del Regional 2 del IMSS (Adyr Corral)
Adyr Corral
Ciudad de México /

Esta es la zona cero y las armas para dar la batalla escasean. Todos los días, en el Hospital Regional Número 2 "Dr. Guillermo Fajardo Ortiz", en Villa Coapa, personal hospitalario lucha para atender a un creciente flujo de pacientes contagiados por covid-19. Primero vino uno. Luego dos. Para esta semana, ya eran una veintena.

Y lo hacen como pueden.

Los médicos del don Memo, como se conoce afectuosamente al nosocomio, dicen carecer de lo más elemental para evitar infectarse: trajes protectores desechables, gafas herméticas y mascarillas N95. De acuerdo con su versión, las autoridades no se los proveen y los pocos que usan son donaciones altruistas o en su defecto, fueron pagados de sus propios bolsillos.

Únicamente a quienes conviven directamente con casos confirmados el instituto les ha dado un kit que incluye, entre otras cosas, guantes desechables, una bata y gafas no herméticas, pero quienes tienen que usarlo dicen que no se sienten seguros.

"Ve que ineficiente es el material: un gorro, una bata que ya ni siquiera es desechable, es tela. Un cubrebocas. Si alcanzas a ver no tienen gafas (herméticas) mucho menos una careta. No tienen botas…digo y no solamente se deberían usar aquí, se deberían usar en todo el hospital ese tipo de material protector porque es un centro covid", sostiene unos de los trabajadores que prefieren mantenerse en el anonimato por temor a represalias por parte de sus superiores.

En un recorrido hecho por MILENIO al interior de una de las zonas de aislamiento del lugar, se pudo constatar que había 25 pacientes, de los cuales 11 eran casos confirmados.

Lamentablemente al momento de documentar el recorrido, el pasado jueves, un paciente perdió la vida por lo que la cifra descendió a 24.

Solamente estaba diagnosticado con una neumonía atípica.

Entre los que están internados destacan algunos de los que, estando del otro lado de la línea de batalla, atendieron a los primeros casos en el nosocomio pero se infectaron por las paupérrimas medidas de protección.

Pararse frente a la puerta que conduce a la zona de aislamiento es echar un vistazo a la línea del frente de la guerra contra el covid-19. Al interior los pacientes permanecen postrados. Portan solamente batas verdes y en pocos casos barbijo. Conviven casos confirmados con casos sospechosos sin mayor filtro que unas camas de distancia.

Médicos, enfermeras, camilleros, anestesiólogos, y demás trabajadores del lugar tienen miedo no sólo de contagiarse, sino al no contar con las medidas de protección adecuadas, de contagiar a sus seres queridos y familiares.

Por eso algunos, incluso, han optado por juntarse para rentar departamentos cercanos al hospital, aislados de todo.

"Llevo dos semanas que no veo a mis hijos. Tampoco a mi mamá, la mandé con mis hermanos. Yo soy una como una pistola para ella", se lamenta uno de los entrevistados.

La historia de carencias y falta de recursos no es algo nuevo para el personal de ese hospital. Desde el sismo de 2017 han aprendido a compartir sus instalaciones con personal y pacientes del vecino Hospital No. 32, también del instituto, que resultó dañado por la catástrofe. "Siempre improvisamos lo que se necesita, siempre vemos la forma", dice uno de los médicos antes de despedirse y regresar a salvar vidas.

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