Eduardo Ramírez Aguilar (Chiapas, 1977) asegura que “casi todo es negociable” y confiesa que el único lugar donde cede, donde no hay acuerdos, es en su casa con su esposa y con sus hijas.
El senador de Morena cuenta que cuando tenía cinco años observó cómo un grupo de policías retiraba con violencia a una artesana de la Plaza Central de Comitán: “Ese hecho me llevó al camino de la política para evitar todo tipo de injusticias”.
El llamado Jaguar Negro recuerda que encontró su sobrenombre cuando hacía rafting en la selva Lacandona y se topó con ese felino: “De acuerdo con la leyenda, tú traes el espíritu, tú eres jaguar dentro de ti”, le dijo un lacandon. Por eso a Chiapas, destaca, lo trae hasta en el tono de piel.
También presume ser el mejor anfitrión, pues le encanta enfundarse en un mandil, prende el asador y, acompañado de una cerveza, prepara la mejor carne asada para sus invitados.
¿Cómo se define Eduardo Ramírez?
Como un hombre firme, de convicciones y sobre todo humanista.
¿Cómo ingresó a la política?
Como a los cinco años decidí que mi actividad tenía que ser la política, me llamó la atención por lo que observaba; jamás me ha gustado la injusticia, creo que a nadie le gusta, pero además soy de los que cuando veo un acto injusto, no me quedo callado, lo enfrento pese a las consecuencias.
¿Cómo fue su infancia en Comitán?
Desde pequeño comencé a trabajar en las calles vendiendo artesanías, es algo que me honra mucho, que lo destaco mucho de mi vida porque me enseñó a ganarme el pan de cada día. Ya de joven tuve un negocio propio y eso me dio oportunidad de tener mayor conciencia de la vida.
Fue secretario de Gobierno de Chiapas, ¿es complicado tener mano dura y aplicar la ley?
Lo primero que tienes que observar es el contexto del problema, una vez que lo analizas, tienes que ver qué tan justo es el reclamo, la protesta o la petición. Siempre hay que encontrar los cauces de la solución y, a falta de una, está la aplicación de la ley, pero debe ser el último instrumento.
Cuando se me han presentado problemas siempre apuesto por el diálogo, si no, hay que hacer como decía Benito Juárez: “La aplicación del estado de derecho sin preferencias ni privilegios para nadie”.
¿Cuando llega a su tierra y se quita el traje de funcionario, qué es lo que le gusta hacer?
Me gusta ir a cenar antojitos comitecos, pan compuesto, hueso, chalupas, es decir... me gusta caminar por las calles en donde crecí.
Disfruto salir a correr al bulevar, a los espacios públicos, también de hacer una buena cabalgata con amigos y de una buena charla con los buenos conversadores que tiene mi estado para nutrirme más sobre la producción del café y del maíz.
¿En qué se parece a Chiapas?
En todo, desde el color de la piel. Traigo un arraigo muy fuerte a mi estado, lo amo profundamente. Siempre voy a estar al pendiente e impulsando su desarrollo, ya sea como servidor público o como ciudadano. Dicen que lo que hagas en el presente puede retumbar en la eternidad, y trato de que mi presente coadyuve, en la medida de mis posibilidades, a un mejor desarrollo, a un mejor Chiapas.
¿Con quién no puede negociar, con quién cede?
Con mi esposa y mis hijas. Soy padre de tres hermosas niñas y defensor férreo de las mujeres. Vamos mucho al cine, también me gusta el teatro, la ópera. Ando cazando buenos eventos culturales, obras que me reafirman lo que he leído e investigado, pero sobre todo para inculcarles a mis hijas la pasión por la cultura, la lectura y por ayudar al prójimo.
¿Cocina?
Sí, claro. Huevos, bisteces en salsa roja, albóndigas; me gusta asar carne, costillas, chorizos, longanizas... me encanta la cocina.
Me gusta que la gente que invito se sienta cómoda, contenta, bien atendida; la carne asada es algo que disfruto: ponerme el mandil y darle a la carne asada es algo importante en mi vida, sobre todo hacerlo con mis hijas; tomarme una cerveza es algo que me encanta.
¿Además de correr, qué deportes le gustan?
El frontón, la charreada, el atletismo y un poco la natación.
¿Porque le dicen "Jaguar Negro"?
Es un apodo que surgió en la selva Lacandona, adonde iba regularmente a nadar, a hacer rafting, allá lo hacemos con los lacandones. Se nos apareció ahí un jaguar negro y me decía el lacandón que el hecho que se aparezca uno, sobre todo negro, era una señal de que traigo el espíritu del jaguar dentro de mí, esa es la costumbre.
¿Qué le diría a ese niño de cinco años que quería ser político?
Que ahí la lleva, que va adonde quería estar, que hay que seguirse preparando, que las cosas no llegan solas, hay que buscarlas.
¿Qué está leyendo?
El Arte de la Guerra, de Sun Tzu.