La Fuerza Aérea Mexicana cumple 105 años de haber sido fundada; con 18 bases en el país, más de 7 mil 500 elementos en toda su estructura y más de 300 aeronaves, esta rama de las fuerzas armadas de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena)salvaguarda la seguridad del territorio y espacio aéreo y protege a la población.
Mañana, a propósito de su 105 aniversario, se llevará a cabo una ceremonia en la base aérea de Santa Lucía, en Zumpango, Estado de México, misma que estará encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La ceremonia conmemorará el inicio de la Fuerza Aérea durante el gobierno de Francisco I. Madero y la creación de la escuela de pilotos en 1915, con Venustiano Carranza.
En la historia de la Fuerza Aérea está registrado como primer vuelo militar el que llevó a cabo el avión “Sonora” y fue hasta 1944 que se integró formalmente a las fuerzas armadas, con el presidente Manuel Ávila Camacho.
“La Fuerza Aérea Mexicana arriba a su 105 aniversario integrada, organizada y preparada para cumplir de una manera eficaz y eficiente las misiones que se le asignen acorde a las políticas establecidas por el gobierno federal y a las necesidades sociales, bajo el principio filosófico de servir al pueblo de México, respetando los derechos humanos y siempre en un proceso de mejora continúa”, explica el general de Ala, José Ignacio Valentín Huitzil, comandante de la Base Aérea de Santa Lucía.
Añade que actualmente se “integra por 7 mil 665 elementos distribuidos en 18 especialidades, de ellos destacan los mil 310 pilotos aviadores, que son los que tienen el mando de las aeronaves, el elemento más representativo de esta fuerza armada”.
Con las 352 aeronaves con que cuenta —152 son de ala fija o aviones y 200 de ala rotativa o helicópteros— complementa las labores de las fuerzas armadas en misiones como apoyo, auxilio y rescate de la población ante desastres naturales, sofocar incendios, proteger el espacio aéreo mexicano, reconocimiento, intersección y escolta aérea, combate aire-aire y aire-tierra, así como transporte de personal.
Desde 2007 esta rama militar abrió la convocatoria a mujeres, en varias de las 18 especialidades con que cuenta; a la fecha las mujeres ocupan 10 por ciento del total de sus elementos, 60 son pilotos aviadores, como Karen Vanessa Velázquez, quien con 11 años en activo y 750 horas de vuelo ya piloteó varias aeronaves hasta llegar al avión de combate supersónico F-5 y ahora se apresta a pilotear un boeing 737-800, que es una de las aeronaves más pesadas para transporte de pasajeros.
El principal reto para ella, independientemente de su género, es el mismo que para todos sus colegas: la capacidad de responder en momentos de crisis, especialmente en el aire.
“Nos han preparado para mantener la calma, sobre todo. Tenemos tres pasos básicos: mantener la calma, controlar la aeronave, identificar la emergencia y aplicar el procedimiento adecuado”.
A sus 29 años, Karen considera que abrir brecha en un ámbito que históricamente era masculino, no es sencillo. Su experiencia apunta a que la institución para la que trabaja y los hombres que la conforman, han respondido positivamente a ello y siempre se muestran dispuestos a trabajar en equipo.
“Es un conjunto que trabaja constantemente, trabaja todos los días como si fuera un sistema de engranaje para llegar al objetivo final, que es salvaguardar el espacio aéreo nacional”.
Asimismo, en las 18 bases aéreas del país hay 20 controladoras de vuelo, dos en Santa Lucía; la subteniente Yolotzin Mendoza es una de ellas, quien pasó de soldado a estudiar la especialidad como controladora de vuelo en la octava generación de mujeres.
“Somos los ojos de los pilotos, lo que hacemos es hacer coordinaciones tanto con extensiones civiles para un control, nosotros los controlamos por tierra como por aire. Para esta tarea se requiere sobre todo imaginación, porque tenemos que saber dónde están nuestros tráficos en el aire para dar instrucciones a los demás”, asegura Mendoza.
Recibir alas con estrellas y con olivos por sus horas de vuelo es el mayor aliciente de los integrantes de la Fuerza Aérea que, inevitablemente, arriesgan su vida cada que suben a una aeronave.
“Era instructor en la escuela, recuerdo que salimos a volar y durante el vuelo hubo una pérdida de potencia del avión y se apagó. El avión se apagó y lo aterrizamos en un campo de cultivo que estaba seco y tuvimos la fortuna de llevarlo hasta casi el perímetro de la base”, recuerda el general José Ignacio Valentín.
ledz