Han pasado dos meses del accidente carretero en Chiapa de Corzo, en Chiapas, México, percance del tráiler en donde viajaban más de 160 migrantes, de los cuales, fallecieron 56 personas, de ellos 42 eran guatemaltecos, y donde 104 resultaron heridos, algunos graves y otros de manera leve, aquel fatídico 9 de diciembre del año pasado.
El equipo de MILENIO regresó a las comunidades indígenas de los departamentos más pobres de Guatemala, Quiché, Sololá, Chimaltenango y San Marcos, de donde son la mayoría de los sobrevivientes y las víctimas mortales, y constatar cuál ha sido el seguimiento a la tragedia por parte de las autoridades de asistencia social del gobierno de su país, sin embargo, la realidad es dura y difícil, pues a ocho semanas de la tragedia, todo parece indicar que están quedando en la soledad y el olvido.
El calvario de Celso
Celso Escún, de 30 años de edad, es uno de los sobrevivientes del accidente, en entrevista recordó que la pobreza y falta de empleo en su comunidad Santa Lucía Utatlán le obligaron a salir rumbo a Chiapas y cruzar México para luego tratar de llegar a Estados Unidos.
El objetivo era llegar al país del norte para trabajar y mandar dólares que sirvieran en Guatemala para mejorar la calidad de vida de su esposa y sus dos pequeños hijos de 6 y 3 años de edad, además de tener una casa propia, porque actualmente viven con sus suegros.
Él ingresó por la frontera de Comitán y luego recuerda que ahí lo contactó un “coyote" o "pollero”, traficante de personas, como les llaman las autoridades, aunque entre los migrantes les dicen “guías”, luego señala que fue trasladado a San Cristóbal de las Casas y luego subido al tráiler que después se accidentaría. Menciona que pagó una fuerte cantidad de dinero (aunque no preciso cuánto) para que lo trasladaran a la frontera norte.
Celso narró el calvario que vivió cuando el vehículo en marcha volcó.
“Sólo escuché un estruendo, estaba todo oscuro, todo se dio vuelta y comenzaron a caer unos sobre otros. Me quedé semiinconsciente. Escuchaba los gritos y la angustia de la gente”, afirma con lágrimas en los ojos y pide hacer una pausa, pues recordar la tragedia aún le consterna, no lo supera.
Luego toma aire y señala que, a dos meses de ese trágico momento, sufre de dolores de cabeza, constantes desmayos, tiene dificultades para caminar y limitación en movimientos de brazos, y tiene constantes pesadillas que lo atormentan.
“En las madrugadas, cuando todo se queda en silencio, a lo lejos oigo el ruido de la carretera, oigo lo furgones y me despierto llorando, tengo pesadillas y grito, y hasta mi familia se espanta cuando lo hago”, señaló.
Celso agradece al Ministerio de Salud que le ha apoyado con algo de terapias físicas, medicamentos y apoyo psicológico, los gastos de su traslado y de radiografías y tomografías han sido por su cuenta. Lamenta que se ha quedado sin trabajo, con la casa hipotecada pues lo que le dieron de préstamo fue para pagar el viaje que no se logró, y lamenta que el gobierno de Guatemala no los haya apoyado en más, “no tenemos cobijo de algún programa social, ni beca para mis hijos, algún apoyo de despensa o que me den un trabajo, y no sólo soy yo, así estamos todos los que sobrevivimos, estamos en el olvido y aquí peor que antes”, finalizó.
Soy viuda y estoy en el olvido, me iré a Estados Unidos
En Malacatán, departamento de San Marcos, vive Deyli Edith Hernández Chávez, de 24 años, quien es viuda de Cecilio Federico Ovalle Cifuentes, que tenía 28 años de edad y viajaba en el tráiler. Señala que, a dos meses de la perdida de su esposo, no ha recibido la ayuda asistencial que en autoridades guatemaltecas les ofrecieron.
Ahora ella vive en un cuarto que su papá Cándido Hernández le otorgó mientras consigue un empleo y puede sacar adelante a sus niñas de 3 y 5 años de edad. Deyli Edith afirma que el Ministerio de Salud llegó a los pocos días del sepelio de su marido y le prometió darle seguimiento a su caso.
“Vino una jovencita del ministerio de educación, me pidió todos los datos de las niñas para darles una beca y apoyo a mis niñas, pero ya nunca más contactaron, ya las clases empiezan la otra semana y no sé cómo le voy a hacer”, cuenta esta joven mujer que no deja de llorar y lamentar la ausencia de Cecilio Federico.
En un momento toma fuerza, se limpia los ojos y, firmemente, menciona: “aquí en Guatemala yo ya estoy olvidada por el gobierno, voy a sacar a mis hijas adelante y si el sueño de mi marido era una mejor vida, la verdad sacaré fuerzas y no me queda otra que irme a Estados Unidos y con mis hijas, tengo familiares en Nueva York y en Texas, veré como irme”, a la pregunta si con “coyotes o polleros”, Deyli afirma que es una alternativa y que en algunos meses más lo decidirá.
La falta de apoyo es generalizado
El pesar para la familia Algúa Morales es día tras día. El menor de los hijos de 17 años de edad se había ido sin decir nada y sin permiso. El joven originario del departamento de Sololá había salido con un primo, la familia se enteró después del accidente que estaba entre los fallecidos.
Los gastos para trasladarse a Chiapas, trámites, pruebas de ADN y la estancia en Tuxtla Gutiérrez por varios días para el proceso de la identificación del cuerpo, fueron a cargo de vecinos, amigos y la familia. La repatriación y gastos funerarios sí corrieron a cargo del gobierno guatemalteco, pero después ya no hubo algún programa de asistencia social para las viudas, familiares de los fallecidos o sobrevivientes.
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Elvira Algúa, hermana del menor fallecido, pide que las autoridades chapinas les apoyen en algún beneficio social; “ellos salieron porque el país es pobre, lo han acabado los gobernantes, es hora que ellos apoyen a la gente, al pueblo y ahora a quienes perdimos un ser, ellos se fueron a buscar trabajo y una mejor vida, porque aquí no hay oportunidad”, acotó.
De la misma forma, las familias de fallecidos en Chimaltenango y el Quiché no han recibido apoyo alguno, y, como ellos mismos señalan que “no es obligación del gobierno”, esperan que en algo las autoridades de Guatemala les retribuyan con algún tipo de asistencia alimentaria o educativa de los que ya existen en este país.
"Sólo pedimos becas para los niños o una despensa cada dos meses, en algo que nos apoyen mientras recuperamos económicamente nuestra situación”, señaló Pedro Cajum, hermano de uno de los sobrevivientes y amigo de otro fallecido.
Las repatriaciones
Los informes oficiales tras el trágico accidente del pasado 9 de diciembre del año pasado, señalan que México completó la repatriación de 56 personas migrantes fallecidas (42 eran guatemaltecos) y que la repatriación de cuerpos finalizó el pasado 27 de enero. El traslado vía aérea desde Tuxtla Gutiérrez, Chiapas fue coordinada por la cancillería mexicana, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y el Instituto Nacional de Migración (INM).
De los lesionados, la secretaria de Salud en Chiapas señaló que de los 104 atendidos en diferentes instituciones médicas ya todos fueron dados de alta y trasladados por sus propios medios a través de familiares a sus países de origen con la orientación consular correspondiente.
EHR