Este domingo los cuerpos de tres personas fueron rescatados de entre los escombros del deslave registrado la noche del viernes en la comunidad San Luis Ayucan del municipio de Jilotzingo, Edomex, con lo que suman cuatro víctimas mortales, mientras autoridades continúan con los trabajos correspondientes para hallar a cinco habitantes que aún se mantienen desaparecidos.
Los cuerpos de las personas rescatadas ayer corresponden a tres mujeres.
El sábado se logró localizar tres personas con vida; el gobierno de Estado de México los identificó como Madona Ocampo Rodríguez, de 36 años, y sus hijos Alan Damián y Othón Guadalupe, de 12 y 10 años, respectivamente; junto a ellos se encontró el cuerpo de una bebé de tres meses que no sobrevivió.
El deslave dejó 16 viviendas afectadas y varios locales, y por los riesgos en la zona fueron desalojadas 150 personas de 60 casas más, a las cuales se les apoya en cuatro albergues, informó el Coordinador General de Protección Civil y Gestión Integral de Riesgos de Estado de México, Adrián Hernández.
Horas difíciles
Acompañada de su novio, Elisa Lagunas, una joven de 25 años, se apresura para salir caminando de San Luis Ayucan.
Es sábado y las brigadas de rescatistas continúan buscando a las personas que hayan quedado bajo el lodazal de una avalancha provocada por la tormenta que azotó a esa pequeña comunidad durante la noche del viernes.
“Vamos a evacuar porque no es seguro, dicen que se va a colapsar otra parte”, platica en una pausa de su caminata entre las calles llenas de lodo y entre el ir y venir de personas, autoridades y brigadistas que trabajan en las inmediaciones de donde quedó la montaña de fango.
Sus padres sobrevivieron, pues fueron de los primeros en salir con vida con ayuda de los vecinos que se movilizaron en la madrugada del sábado.
“Los encontramos a las cuatro de la mañana y están bien afortunadamente”, dice Elisa en aparente calma.
“Desde donde se empezó a colapsar la tierra ahí es donde ellos vivían; la casa está toda llena de tierra”, explica.
“Los encontraron entre los escombros; nosotros no nos pudimos acercar porque en medio del bosque hay una piedra muy grande y está sosteniendo lodo, entonces están esperando quitar esa tierra para que termine de colapsar”, platica Elisa.
Se refiere al “bosque” porque San Luis Ayucan, de origen otomí, está ubicada en la cadena montañosa de la Sierra de las Cruces, al poniente del Valle de México.
“Se vivió muy feo el deslave; la gente gritaba muy horrible cuando bajaban las piedras, decían ‘¡Corran!, ¡Váyanse!, ¡Empiecen a desalojar a la gente que tienen abajo, la gente grande!’”, recuerda angustiada Verónica Antonio, mientras sostiene un zapapico porque ha intentado ofrecerse para ayudar a las labores de búsqueda entre el lodazal, pero no la dejan porque es riesgoso.
El sitio donde se acumuló el fango, detrás de unos locales comerciales que frenaron el avance de la avalancha, se convirtió en un pantano hondo y resbaladizo.
“Tengo de lodo hasta por aquí”, dice Rafael Martínez, integrante de la Brigada Rotaria de Seguridad y Rescate en un descanso que se dio, luego de horas trabajando en el lodazal.
“Hay partes en las que hemos entrado y el lodo nos llega arriba de la rodilla; una de las funciones que también hacemos es poner troncos, maderas para poder accesar y hacer más segura el área de trabajo”, explica.
Entre los que van y vienen están elementos del Ejército, Guardia Nacional, bomberos del municipio, personal de Protección Civil federal y local, policías estatales, agentes de la Marina, paramédicos de la Cruz Roja y brigadistas voluntarios especializados en rescate de personas.
Los trabajos en la zona se suspendieron la noche del sábado porque cayó un aguacero; la falta de electricidad, señal telefónica y lo agreste del terreno complicaron todo.