Japoneses en Nuevo León, una comunidad con historia

Desde hace siete años en el estado surgió el programa Raíces, proyecto comunitario a cargo de la Asociación México-Japonesa del Noreste y el Centro de Investigaciones y de Estudios Superiores de Antropología.

Fotografía del cumpleaños del emperador en 1934, en Monterrey, con los migrantes japoneses y sus familias. ESPECIAL
César Cubero
Monterrey /

En la primera década del siglo XX, al menos tres mil 500 japoneses llegaron al noreste de México y para el año 1934, decenas de originarios de ese país vivían en Monterrey, junto con sus esposas mexicanas y sus hijos, prueba de ello es el registro fotográfico de ese año de la celebración del aniversario del emperador Showa o Hiroito, en la capital de Nuevo León.

Con ese pasado, y debido a la insistencia de algunos japoneses surge en el 2015 la entidad el programa Raíces, un proyecto comunitario de la Asociación México-Japonesa del Noreste y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

Shinji Hirai, presidente de la Asociación México-Japonesa del Noreste, dijo que en la actualidad el programa ya traspasó el noreste del país para impactar en todo México y en algunos países del extranjero, lo que es un logro a destacar de este proyecto de colaboración.

“Un logro muy importante es que no solamente los descendientes de japoneses que viven en la región noreste tienen interés en este tipo de actividades, sino también desde Baja California hasta Chiapas hay descendientes que quieren recibir la capacitación.
Quieren investigar, quieren conservar las memorias de los japoneses que vinieron a México hace más de 100 años. También hay interés de los descendientes de japoneses en Cuba, en Argentina; quieren replicar varias actividades que hemos hecho aquí”, explicó.

A decir del presidente de la Asociación México-Japonesa del Noreste, el programa inició en el mes de agosto del año 2015 como un proyecto comunitario de la conservación de las memorias de la inmigración japonesa solo en los estados del noreste de México.

Desde 2012, recordó, ayudaba a algunos mexicanos con ascendencia japonesa para traducir textos y para orientarlos sobre cómo investigar la historia.

De ahí, comentó, un descendiente de segunda generación tomó un curso de investigación en el Ciesas y propuso el proyecto como trabajo final el estudio de las trayectorias migratorias de sus familiares.

En el año de 2015, agregó, ya había varios descendientes buscando sus raíces y ahí se decidió que fuera un trabajo suyo y de la Asociación México-Japonesa del Noreste, y más adelante, los descendientes que participan fueron precisamente quienes lo denominaron Raíces.

¿Qué es lo que hemos hecho con ese programa? Primero es realizar la capacitación. Yo doy curso de la historia de inmigración japonesa a los descendientes, enseño las técnicas de investigación, conservación, transmisión de la historia.
“Y en la segunda fase cada descendiente investiga la historia de vida de su ancestro japonés, buscando archivos y visitando los lugares significativos para entender la trayectoria migratoria de su antepasado”, compartió.

Algunos descendientes que son parte de ese proyecto ya hasta visitaron Japón para conocer de cerca la historia del lugar de origen e incluso tuvieron casos de algunos que conocieron parientes en Japón.

“Como tercer eje de la actividad es la conservación. Los descendientes han digitalizado fotografías, cartas, documentos relacionados con sus ancestros japoneses y también aprendieron a guardar bien las fotografías antiguas.
“El cuarto eje es la transmisión, hablar de la historia de su ancestro que investigó, a los parientes, a los jóvenes, a los niños. Algunos descendientes han sido expositores en los eventos de la asociación y algunos que se animan a escribir la historia”, precisó Shinji Hirai.

La hostilidad los hizo callar sobre su cultura

La migración japonesa a México comenzó hace 125 años con la llegada de 34 japoneses a Chiapas, a un proyecto que quería crear una colonia dedicada a la producción de café, pero fracasó.

De 1901 a 1907, dijo Shinji Hirai, presidente de la Asociación México-Japonesa del Noreste, tres compañías japonesas reclutaron a más de tres mil 500 japoneses, y los mandaron a México, a la región carbonífera de Coahuila, en Las Esperanzas, en el municipio Múzquiz, entre 1901y 1907.

A Minatitlán, Veracruz, donde estaba la plantación de caña de azúcar llegaron entre dos mil y tres mil japoneses y otros cientos a la construcción de vías férreas que conectaba Manzanillo con Guadalajara, señaló.

También llegaron varios cientos a las minas en Sonora y Baja California. En total, estimó, llegaron cerca de 10 mil japoneses a principios del siglo XX, la mayoría de ellos varones que después se casaron con las mexicanas.

“Podrán imaginar la vida de trabajador en esos lugares previo a la Revolución Mexicana y la explotación laboral era muy característica, entonces los japoneses buscaron otras oportunidades laborales. Muchos querían cruzar la frontera hacia Estados Unidos, entonces cruzaron de ilegales la frontera”, señaló.

En la Revolución Mexicana, agregó, alrededor de 350 japoneses participaron como soldados, dos de ellos que llegaron a ser capitán primero.

Japón, añadió, fue un país enemigo para México durante la Segunda Guerra Mundial, lo que provocó la reubicación de japoneses en el país, lo que incluyó congelar sus bienes, anular las solicitudes de naturalización y prohibir reuniones entre ellos.

De ahí creció el rechazo y discriminación en contra de los japoneses y sus descendientes, que duró de los años cuarenta hasta los 50 y ese ambiente hostil hizo a los japoneses no hablar mucho de su cultura”, precisó.

Hoy en día, destacó las personas con nacionalidad japonesa son más de 10 mil en México, y en referencia a descendientes son alrededor de 76mil.

En Nuevo León, indicó, existen alrededor de 700 ciudadanos japoneses y en caso de descendientes, cerca de 900.


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