A pesar de que nació en lo que antes se llamaba DF, el 16 de noviembre de 1973, Joel Salas Suárez, uno de los siete comisionados del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), se describe a sí mismo como un orgulloso nayarita.
Lleva su identidad muy bien arraigada porque desde los ocho años vivió en esa entidad, y antes de mudarse a la ciudad, cada verano se fugaba para pasar las tardes en los muelles o el rancho de su abuelo, donde cuidaba vaquillas y ayudaba a herrar al ganado.
Estudió Comercio Internacional en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y en París, Francia, hizo una maestría; también tiene un doctorado en Ciencias Políticas.
¿Qué le gusta más de Ciudad de México?
Estamos justo en uno de mis espacios favoritos. Los últimos años he vivido en el sur de la ciudad y me gusta venir aquí con mi esposa y mis hijos a recorrer el Jardín Escultórico de Ciudad Universitaria. Antes íbamos mucho a caminar, me gustaba hacer senderismo en el Ajusco, pero ya se puso fea la violencia y dejamos de ir.
¿Extraña algo de Nayarit?
Sí, muchas cosas, como su gente. Los nayaritas son maravillosos, su así como su gastronomía. No hay nada como un pescado zarandeado en Bahía de Matanchén… unos buenos camarones, unos buenos ostiones; si pensamos por el norte, un buen cochinito tatemado de Acaponeta. Por fortuna regreso con mucha frecuencia y eso me carga la pila.
¿Baila?
Solamente con mis ideas. A mi mujer le encanta y lo hago un poco con ella, pero no es algo a lo que yo diga: “vámonos a bailar danzón, a bailar tango, a bailar salsa”. Me gusta mucho la música, escucharla.
¿Le hubiera gustado aprender a bailar algo en particular?
La salsa me parece algo que entra muy bien al oído y al cuerpo, y permite una relación entre los cuerpos que se me antoja muy apetecible, pero bueno, nunca me metí a estudiar o a practicar, porque creo que es más de práctica que de estudios.
¿Cuál es su gusto culposo?
El arte, cuando tuve la oportunidad de estudiar en el extranjero iba en ocasiones a las 11 de la mañana al cine y me sentía culpable de hacerlo. Eso ya quedó muy lejos, actualmente me gusta mucho convivir con mis amigos y comer bien, en ocasiones echarme unos mezcales o un vino, entonces eso también me da un poco de culpa.
¿Qué le gusta del cine, qué género?
Más que géneros me gustan los grandes directores quienes, después de ver sus películas, cambiaron la manera en que veo e interpreto la vida. Por ejemplo Francois Truffaut, (Alfred) Hitchcock, Tarkovski rompen la concepción tradicional que tienes del espacio y tiempo; me gusta mucho (Luis) Buñuel y (Ernst) Lubitch, por no hablar de (Pier Paolo) Pasolini, de (Michelangelo) Antonioni o de (Akira) Kurosawa; me gusta más esa época del cine, creo que el cine actual está sufriendo un periodo de comercialización muy fuerte. Sin embargo, tienes grandes directores mexicano, como Carlos Reygadas.
¿Pero ve Netflix?
En Netflix vemos más series. De las últimas que vi fue Vikingos, luego 1994 y antes las clásicas Breaking Bad y House of Cards, por mencionar algunas. En la noche mi esposa llega a poner capítulos para cortar y cerrar el día y así romper por completo con lo que fue, es muy agradable.
¿De dónde le salió lo tuitero?
Fui un romántico de internet, creí que en su momento iba a tener esa posibilidad de transformar y construir un Nayarit y un México más justo, menos desigual, con menos corrupción, (pero) por desgracia no fue así; internet está tomando una vertiente demasiado comercial. Twitter es una herramienta muy poderosa para poder comunicar, pero por desgracia es una comunicación muy limitada. En Twitter veía la posibilidad de llegar a públicos más amplios, pero ahora los chavos se comunican más por TikTok, Instagram y demás, y ahí hay todo un desafío.
¿Ya incursionó en Instagram?
En Instagram trato de no poner nada del trabajo, sino más bien poner cosas que me gustan, pero de vez en cuando pondré alguna cosita, por ejemplo, cómo tratas, mediante emojis, comunicar una resolución del INAI. Hace poco me invitaron a un foro y una de las personas me pregunta: “¿Por qué no está tan lleno el salón?”, fue en el Senado, y le respondí que creía que la transparencia no es muy sexy. “Es que debería de serlo”, me volvió a comentar. Y pues sí, tiene razón, y me frustro porque no lo he logrado.