Patricia Kurczyn Villalobos: “Las monjas me infundían miedo para no ir a la UNAM”

Lado B

La comisionada del INAI duerme poco, porque cree que hacerlo de más es perder el tiempo; le gusta el cine, y aunque no es cinéfila, siempre ha querido tomar clases de interpretación cinematográfica

Los chiles en nogada y los camarones son las comidas que más disfruta. (Foto: Juan Carlos Bautista)
Rafael Montes
Ciudad de México /

Para Patricia Kurczyn Villalobos, licenciada, doctora, investigadora y catedrática de la UNAM, ver cada mañana el escudo de su alma máter labrado en el Estadio Olímpico, al bajar de Periférico para llegar a Ciudad Universitaria, es inspirador: “Como el cafecito al iniciar el día”.

Aunque es tapatía, en Amozoc, Puebla, hay una calle que lleva su nombre; en esa entidad, su esposo, Manuel Piña Olaya, fue gobernador de 1987 a 1993.

Kurczyn Villalobos, una de los siete comisionados del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), se define a sí misma como “una hija de la Universidad”.

Pero su primer día de clases en la Facultad de Derecho fue difícil. Era 1961. Llegó asustada. Las monjas de su bachillerato, hermanas del Verbo Encarnado, le habían infundido temor: que a la universidad no iban las chicas decentes, que había prostitución y que tenía que ir, en cambio, a la Ibero.

“Les dije: ‘muy bien, madres, ¿por qué no me hacen ustedes el favor de conseguir que el Verbo Encarnado me pague la colegiatura de la Ibero y me voy a la Ibero?’”. Así se libró de las monjas que, además, antes le habían dicho que ella no tenía aptitudes para ser abogada, sino para tener un trabajo “al aire libre”. “¿Como de qué? ¿Agente de tránsito?”, ironizó Patricia, adolescente y rebelde, ante las religiosas que algún día quisieron convencerla de ser monja.

Recuerda que en la época en que entró a la UNAM sí se intimidó un poco ante un campus primordialmente masculino. Las mujeres, en ese tiempo, eran minoría.

Aun así, Patricia Kurczyn ya tenía un referente que la inspiraba a estudiar esa carrera: Cristina Salmorán de Tamayo, una abogada laboral destacada que fue la primera presidenta de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y, mejor aún, la primera ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El choque vino cuando entró al aula a su primera clase y el profesor, de quien prefiere reservarse el nombre, exclamó antes de iniciar la clase: “¿Cómo? ¿Todos los varones sentados en la primera fila y las niñas, las chicas, sentadas atrás? No, hagan el favor de levantarse y les ceden el lugar a las mujeres”.

Kurczyn recuerda que ella y sus compañeras se levantaron “felices de la vida y nos sentamos hasta adelante”. Ya que estaban sentadas, vino el comentario machista del maestro: “claro, así me gusta, para verles las piernas”.

¿Qué está leyendo? «‘Del fascismo al populismo en la historia’, de Federico Finchelstein». Especial


¿Dónde nació y cómo recuerda su infancia?

Nací en Guadalajara, pero desde muy pequeña, mis papás se vinieron a vivir a CdMx. Mi infancia fue muy feliz. Salir a jugar, en la privada en donde vivíamos, en la Condesa, era a lo que se jugaba entonces, las cebollitas, el matarilerilerón, doña Blanca, unas cosas que, si ahora las platica uno, los niños se burlarían.

¿Cuándo se empezó a interesar en el Derecho?

Mi mamá trabajó muchísimos años en la Secretaría del Trabajo, de la cual se jubiló. Ella no tenía carrera. Acaba de fallecer a los 99 años. Tomó varios cursos. Tuvo una beca de la OIT para estudiar tres meses en EU. Fue inspectora del trabajo en el área de mujeres y de menores. Contaba injusticias que había visto. A mí me llamaba mucho la atención y yo creo que las pláticas de mi mamá me fueron llevando al tema de Derecho del Trabajo y al tema de género y así fuimos creciendo con esas inquietudes.

¿Qué lección de su mamá es la que más la guía en su vida?

Mi mamá fue una mujer muy trabajadora, muy responsable, con una honestidad a prueba de todo, pero lo que más le admiro es que nos educó a mi hermana y a mí.

¿De dónde viene el apellido Kurczyn?

Mi papá viene de una familia polaca. En algún momento parte de la familia, que entonces el apellido era Kurczynski, decide salirse e irse a Inglaterra. Para poder pasar como un ciudadano inglés y quitar un poco el estigma de lo judío, quitan la parte última del apellido, el ski, y la ‘y’ se pronuncia en inglés como ‘uai’, y de ahí que suene ‘kursáin’. Hasta donde sabemos uno de ellos se va a Canadá y conoce a una mujer y tienen nueve hijos. De esos nueve hijos, dos se salen de su casa y se van a Estados Unidos. De uno no se volvió a saber nada y el otro se vino a México, y ¿cómo llegó a Toluca?, quién sabe, ¿qué lo llevó a Toluca?, tampoco sabemos.

¿Cuándo se casó?

Me casé por primera vez con mi novio de la carrera en 1969. Después de seis años de noviazgo y cuatro de matrimonio, me casé con mi esposo actual (el ex gobernador de Puebla) y tenemos ya 42 años de casados.

¿Qué hace en sus ratos libres?

Leer, pero lamentablemente le he dedicado poco tiempo. Voy y compro los libros y a la hora de la hora no avanzo. Duermo muy poco, siempre he dicho que dormir es perder el tiempo. La otra, es el cine. No soy una gran cinéfila, pero siempre he querido tomar clases de interpretación cinematográfica. Me gustan las películas que hacen pensar. Uno de mis directores favoritos es el polaco Krzysztof Kieślowski. Pero no ha habido la oportunidad de tomar esos cursos.

¿La comida que más disfruta?

Los chiles en nogada y los camarones, entre otros.

¿Su lugar predilecto en la ciudad?

Mi casa.

¿Su cumpleaños?

El 14 de diciembre, sagitario.

¿Cómo los celebra?

Cuando cumplí 50 reuní a unas cuantas amigas en la casa y comimos tranquilamente, cuando cumplí 60 hice una fiesta más grande, pero ya no lo he vuelto a hacer.

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