La procesión de Alfaro

CRÓNICA

Desde que puso un pie fuera del Congreso hasta llegar a palacio, el gobernador hizo más que caminar.

Enrique Alfaro ofreció un mensaje público en Plaza Liberación. (Fernando Carranza)
Víctor Hugo Ornelas
Guadalajara /

El camino del Gobernador Enrique Alfaro desde el Congreso del Estado hacia Palacio de Gobierno tuvo una escala en la Plaza Liberación, la cual si bien no lució abarrotada como ha ocurrido en otros eventos encabezados por el propio Enrique Alfaro, contó con la presencia de cientos de personas que acudieron a dar su respaldo al nuevo titular del ejecutivo. 

El mensaje público que ofreció a los presentes fue breve, apenas duró poco más de cuatro minutos, incluso las selfies se llevaron más tiempo ya que nadie se quería perder la oportunidad de fotografiarse con el nuevo mandatario del estado para posteriormente presumirlo en sus redes sociales. 

El gobernador avanzó a través de un pasillo conformado por dos largas filas de personas que en su mayoría protagonizaron esas porras que no pierden ese sello característico que solo la política nos puede ofrecer y que se hicieran famosas a través de los priistas; porras que se valen de pancartas, gritos repetitivos con el nombre del municipio del cual provienen o el grupo político al que pertenecen, pues si algo tienen claro “los ciudadanos libres” que acuden a estos eventos, es que deben mostrarse para mantener su posición. 

Había otro grupo de personas que se mantuvieron alrededor de la masa, ahí expectantes a cierta distancia, la mayoría de ellos serían calificados como “fifís”, tipos de traje y mucho gel en el cabello, mujeres con vestidos de coctel, pantalones ajustados y peinados de salón. Ellos no buscaron la foto con el “gober”, el testimonio de su asistencia al evento fue a través de fotos grupales en las que se preocuparon más por cómo saldrían en la imagen que por cualquier otra cosa, “toma varias (fotos) para escoger”, dijo una mujer antes de echar la cara para adelante y mostrar una mueca evidentemente ensayada para ese tipo de situaciones. 

“Yo ahí voy a estar ahí con Marco cabrón, para lo que se ofrezca”, expresó con orgullo y pecho erguido un trajeado a otro para presumir su nuevo puesto; mientras, a la distancia, entre el enjambre de reporteros, la multitud y los políticos que andaban haciendo mosca para salir en la foto y seguirse colgando de su fama, Enrique Alfaro avanzó para finalmente llegar a donde le aguardaba ese banquito que utilizó como templete durante toda la campaña. 

Lo primero que hizo el gobernador fue recordar y agradecer, con palabras fuera de un guión desechó todo lo que se guardó desde 2012, “hace seis años le dijimos a nuestro movimiento que no nos íbamos a rendir, acuérdense de lo que sentimos, frustración y tristeza, nos había faltado muy poco, sabíamos que teníamos una enorme responsabilidad y nunca este movimiento se rindió”. 

En su mensaje, aseguró que sabe lo que la gente espera de su desempeño y que no defraudará la confianza que le otorgaron en julio pasado, “voy a cumplir con mi palabra, no le voy a fallar a la gente, sé las expectativas que hay, sé que la gente espera mucho de nosotros, voy a empeñar mi vida y hacer mi mejor esfuerzo para demostrar a la gente que se pueden hacer buenos gobiernos”. 

Tras bajar del banquito todo fue abrazos y apapachos, no hubo un solo reclamo, ningún grupo, asociación o partido se atrevió a intentar aguarle la fiesta, ¿y quién lo haría?, si se trata de quien gobernará los próximos seis años la entidad, que tiene mayoría en el congreso y es líder moral de los alcaldes metropolitanos, podríamos decir que, o se guardó mucho respeto o ya no hay valientes en Jalisco. 

Fue un día redondo para el gobernador, que ingresó a palacio por la puerta de la calle Morelos, recorrió dos pasillos del inmueble y avanzó al segundo nivel bajo la mirada penetrante de un Miguel Hidalgo plasmado en un mural desde las manos José Clemente Orozco, así inició entonces sus funciones como gobernador.

GPE

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