A Jesús Zambrano (Sonora, 1953) le gusta definirse como un guerrero; un guerrero que disfruta el silencio del estudio de su casa luego de una agitada asamblea del Partido de la Revolución Democrática (PRD); un guerrero al que no le tiembla la mano para proteger tanto sus buganvilias como sus chiles, los cuales pican más que su pasado de guerrillero en la Liga Comunista 23 de Septiembre, de donde sacó su sobrenombre: El Tragabalas.
Además de su adicción a los chiles muy picantes, el perredista, preso político entre 1974 y 1975, también gusta de la lectura y de la música; tampoco le tiembla la mano cuando de agarrar el cuchillo y las pinzas para asar el diezmillo se trata. Acostumbra organizar comidas en el jardín de su casa para más de 100 invitados.
Con una sonrisa de piedra, Zambrano se quita el saco y simula cómo revisa el carbón, cómo jala con la mirada a alguien para que le ayude y se pone el mandil, en el que se lee: “Hoy cocino yo, pero no crean que me manda mi vieja, cabrones”.
Durante la entrevista agarra la guitarra y, junto a su cantina que luce rebosante de botellas, se arranca: Ojalá que te vaya bonito/ojalá que se acaben tus penas/que te digan que yo ya no existo y conozcas personas, personas más buenas…
En un recorrido por su casa presume un Tamayo que tiene colgado en el muro de las escaleras que suben al primer piso, así como un cuadro de un toro de lidia: “Me gusta la tauromaquia... ese me lo regaló Jesús Ortega”, su tocayo, con quien ha liderado Nueva Izquierda en el PRD.
¿Te duele lo que pasa en el PRD?
Me puede, me lastima.
¿Te ves junto a López Obrador?
Tengo convicción de izquierda, pero ni Morena ni López son de izquierda.
¿Hay una relación consanguínea PRI-PRD-Morena?
Digamos que tenemos vasos comunicantes, eso es cierto.
¿Qué lees?
Me encanta Octavio Paz. Lo primero que leí de él fue El laberinto de la soledad.
¿No quemaste su efigie en 1984?
No, no llegué al fanatismo. Pero a inicios de los 80 lo veíamos como un personaje hiperconservador de derecha.
¿Qué más lees?
Cuando puedo, recupero libros que empecé a estudiar y que no los terminé, sobre pensamiento científico... Eli de Gortari, por ejemplo.
¿Círculos de estudio?
El Capital lo leí en los casi dos años que estuve en la cárcel.
¿Conservas tus libros de los años de la guerrilla?
Ya no, andaba uno a salto de mata, como se dice coloquialmente: no quedó nada.
¿Música?
Soy melómano de corazón. Tengo centenares de cd y muchísimos discos de pasta.
¿Música preferida?
Desde ranchera y tradicional mexicana, como José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel, Joan Sebastian, pasando por el rock progresivo y rock viejo, como Jimi Hendrix, hasta música clásica, como Wolfgang Amadeus Mozart.
¿Qué cantas?
Aquí en la casa llegamos a hacer bohemias con Carlos Navarrete, acompañados de un tequilita.
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Zambrano se sienta en un sillón y agarra nuevamente la guitarra: Que te den lo que no pude darte/ aunque yo te haya dado de todo/ nunca más volveré a molestarte/ te adore, te perdí, ya ni modo...
¿Qué has dejado de hacer en tu casa debido a la política?
Ni me recuerdes de eso.
¿Qué cosas tienes pendientes?
Convivir más con la familia son de las cosas que uno deja de lado. Leer más, escribir un poco más, escuchar un poco más de música o recrear el espíritu de manera más amplia.
¿Reniegas del pasado en la guerrilla?
No, de ninguna manera. La cárcel me templó, fue una prueba de fuego, una escuela.
¿Revolución?
Por supuesto que sí soñé con la revolución.
¿Deporte?
Salgo a correr. Me gusta ir a los cerros. Viví en un rancho y aprendí a convivir entre patas de animales, ganado vacuno y caballos.
¿Qué cultivas?
Me gusta mucho el silencio, cuando regreso a la casa me encierro en mi estudio, con mis libros, donde hay tranquilidad. Me gusta llegar a la casa y echarme un whisky o tequila y luego ponerme a escuchar música sólito, leer o escribir.