Migrantes son mutilados en su travesía para llegar a EU

El tren 'La Bestia' no solo le ha arrebatado partes de sus cuerpos a los migrantes, sino también sus sueños.

Migrantes arriesgan su integridad física al cruzar hacia Estados Unidos. (Diseño: Margarita Salmorán)
Rocío López, Jhonatan González y Sandra Gómez
Ciudad de México /

El venezolano Gregory Saúl Bermúdez, de 31 años, cree que una de las peores decisiones que ha tomado fue bajarse del tren de carga conocido como La Bestia para comprar comida y dársela a unos muchachos que ya no traían un solo peso.

“Yo sí llevaba qué comer y qué tomar, pero otros compañeros no y se me hizo fácil bajar a comprarles refrescos y tortas”, cuenta Bermúdez sentado en una silla de ruedas. 
“Cuando regresé, tuve que echarme a correr porque el tren ya había arrancado. Alcancé a agarrarme del último vagón y subí por la escalera. Ya estaba montado en el tren cuando los vagones empezaron a sacudirse. No pude sostenerme y caí a las vías. Fue muy rápido todo. Las ruedas me pasaron por encima de las dos piernas”.

Bermúdez perdió la conciencia. Tres días después, a principios de mayo pasado, despertó en el Hospital General de Torreón. Ahí estuvo dos meses hasta que fue dado de alta. Lo llevaron entonces a la Casa del Peregrino, donde vive desde julio y ahí le consiguieron las terapias de rehabilitación para reforzar sus muñones. La idea es que en dos meses pueda usar prótesis.

“Empecé con mi rehabilitación apenas hace dos semanas, voy tres días a la semana”, dice. “Espero que alguna asociación me apoye porque no tengo dinero. Ahorita lo que necesito es tener fortaleza física, aunque también mental. Estar lejos de mi familia me ha deprimido”.
Gregory Saúl Bermúdez, de 31 años, es originario de Venezuela. (Omar Franco)

Cuando se le pregunta si sus planes está regresar a Venezuela o cruzar a Estados Unidos, Bermúdez responde de inmediato que, apenas pueda, viajará a Piedras Negras en autobús y pedirá asilo a través de CBP ONE, una aplicación gratuita del Departamento de Estado estadunidense.

“Quiero que mis hijos no me vean así, en esta situación, sino que vean que su padre no los abandonó, sino que salió a buscar un mejor futuro para ellos”, dice y parece que no hay poder humano que lo convenzan a que regrese a su país.

Quien tampoco quiere regresar a Venezuela es Roberto Canizalez, de 35 años, internado en el área del Hospital General donde fue atendido Bermúdez. 

MILENIO ha seguido su caso desde que el 18 de septiembre se resbaló al intentar subirse al tren que lo trasladaría a Ciudad Juárez.

Roberto Canizalez lleva 20 días postrado. (Omar Franco)

Ello le provocó la amputación del tobillo derecho. Hoy Canizalez cumple 20 días postrado y estará así un mes más, cuando esperan darlo de alta.

Según Canizalez, apenas pueda, buscará la manera de continuar su travesía hacia los Estados Unidos. “Aunque sea en muletas y a paso lento, pero firme”, dice y recuerda que una de las promesas que le hizo a su familia: luchar por sus sueños. 

“Y mi sueño es cruzar para darle una mejor vida a mi familia”.

Canizalez salió de Venezuela hace cuatro meses con seis mil dólares en la bolsa, los cuales perdió durante su accidente. 

“Yo cargaba un bolsito pequeño donde traía mis documentos, tarjetas, mi teléfono, mi anillo de matrimonio, mi reloj; tenía todo”, dice. “Recuerdo que al subir a la ambulancia otro migrante se quedó con mi bolsito y se lo llevó”.

Canizalez no sólo agradece la ayuda de los médicos; también dice que le debe la vida al paciente que tiene a su lado, pues él le ha estado ayudando con los medicamentos. 

“Gracias a Dios, con la ayuda del señor que tengo a mi lado, sigo en la recuperación. No voy a decepcionar a mi familia”.
Roberto perdió seis mil dólares cuando sufrió su accidente. (Omar Franco)

Otro venezolano, Manuel Linares Moya, tampoco quiere decepcionar a su esposa e hija. “Me ven como un superhéroe porque seguiré con mi travesía hacia Estados Unidos”, dice. Pero para lograr su objetivo, Linares primero necesita comprarse una prótesis que cuesta poco más de 100 mil pesos. 

“Estoy organizando rifas para recaudar dinero. Mi número telefónico es 9961 767 238 por si alguien quiere participar. Cualquier colaboración, por pequeña que sea, es bienvenida”.

La historia de Linares es ésta: llegó a Ciudad Juárez en febrero pasado y esperó más de un mes para poder cruzar. Hambriento y sin dinero, se entregó y fue deportado. 

En abril volvió a México en autobús, pero en San Luis Potosí se trepó al tren. Venía tan enfermo y desnutrido que no pudo mantenerse agarrado al vagón y cayó en pleno movimiento. Ahí mismo las ruedas le amputaron un pie. 

Su salud empeoró y, en una segunda operación, le amputaron hasta la altura de la pierna para evitar infecciones. Una vez que fue dado de alta, encontró refugio en la Casa del Migrante, donde inició su proceso de rehabilitación y se le proporcionó un empleo para enviar dinero a su esposa e hija. A través de videollamadas mantiene contacto con ellas.

En Chiapas, a cientos de kilómetros de San Luis Potosí, el salvadoreño José Guzmán decidió no arriesgarse más y, desde hace 15 años, cuando sufrió el accidente en el tren, reescribe su historia entre las montañas de El Carrizal, municipio de San Cristóbal de Las Casas.

En 2008 salió de su país ante las amenazas que recibió y la ola de violencia que generaba el grupo criminal Mara Salvatrucha. Entró a México por las aguas del río Suchiate, acudió a las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados para solicitar asilo, pero le fue negado. 

En su desesperación por dirigirse a la frontera con Estados Unidos, abordó un autobús hacia el municipio de Arriaga. Días después, la noche del 12 de mayo, se trepó al lomo de La Bestia. Se quedó dormido y, un par de horas más tarde, lo despertaron a golpes: algunos de los migrantes, presuntamente integrantes de la Mara, le pidieron 5 mil dólares como derecho de viaje. Como no los pagó, lo aventaron a las vías del tren.

“Cuando caí, quedé inconsciente. Desperté hasta como a las 02:00 horas y ahí fue que me di cuenta de que mi pierna derecha estaba llena de arena. Empecé a gritar porque estaba bien lejos de la ciudad y no se veía ninguna casa cerca. Por suerte llegaron dos personas a ayudarme”, cuenta Guzmán, quien no sólo perdió la pierna, también las ganas de cruzar a Estados Unidos.

Fue dado de alta tras permanecer internado casi seis meses y tras haber superado una fuerte infección en la pierna mutilada. Al salir, pidió su repatriación. 

“La verdad sentía mucha tristeza porque de repente despiertas ya solo con un pie”.

En 2012, cuatro años después, Guzmán regresó con muletas a Chiapas para cumplir el llamado sueño americano. 

“Para mi suerte conoció a Maricela en el municipio de Huixtla y me casé con ella. Ahora vendemos frutas y verduras en los semáforos de San Cristóbal”.

José sólo quiere que las autoridades de migración le otorguen la residencia permanente y que tomen en cuenta su discapacidad. Discapacidad con la que muchos migrantes insisten en cruzar.


EHR

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