Necesario, cerrar ya el capítulo del 2 de octubre

Joel Ortega y Carlos Marín evocan el día

“La lucha nunca buscó conquistar el poder; la causa fue utilizada electoralmente”, dicen

El autor de ‘Adiós al 68’ durante la conversación para el programa ‘El asalto a la razón’ | Héctor Téllez
Rafael Montes
México /

La matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco dejó 58 civiles y dos militares muertos, afirmó Joel Ortega, ex líder de la organización Juventud Comunista quien, en entrevista con Carlos Marín para El asalto a la razón y a propósito de su más reciente libro Adiós al 68, asegura que es necesario cerrar el capítulo de esa masacre, “porque es muy dañino estar viendo para atrás”.

A 50 años del episodio más trágico del movimiento estudiantil, Ortega y Marín —quien formó parte del Consejo Nacional de Huelga representando a la Escuela de Periodismo Carlos Septién— recuerdan que la lucha nunca tuvo el objetivo de conquistar el poder; sin embargo, la causa fue utilizada electoralmente años después.

“El 68 no se planteó jamás el poder. Fue contra el poder, era contra el poder... no tiene nada que ver lo electoral, eso es otra historia”, mencionó Ortega.

“Hay que cerrar el capítulo y ver hacia adelante. Somos muy vistapatrás. Es muy dañino esto de estar viendo para atrás”, insistió.

De acuerdo con Adiós al 68, ese día murieron 58 civiles y dos militares. Durante todo el movimiento, desde julio del 68 hasta enero del 69, hubo 85. Y destaca que desde el inicio de la lucha, a fines de julio y hasta el 2 octubre, “un número cabalístico: 68”.

Ortega y Marín también recordaron dónde se encontraba cada uno en la Plaza de las Tres Culturas, pero con acompañantes diferentes y desde puntos distintos.

Ortega narró que él estaba con Enrique del Val, Pablo Gómez, Bonfilio Cervantes, entre otros.

Mientras, Marín acudió acompañado de Óscar Hinojosa, con quien años después comparte la profesión de periodista.

Ambos evocaron cómo desde la terraza del piso tres del edificio Chihuahua un orador se hizo notar. Era Eduardo Valle Espinosa, El Búho.

—El Búho estaba en el tercer piso porque era orador y representante de Economía, y nos gritó a Pablo (Gómez) y a mí: suban. Yo ni voy a hablar ni nada, pensé, pero Pablo se subió —mencionó Ortega.

—A Pablo, por subirse, le tocaron tres años de cárcel —destacó Marín.

—Claro, yo me ahorré tres años ahí, pero abajo tampoco sabías —añadió Ortega.

—Te podías morir —dijo Marín.

—Exacto —confirmó Ortega.

—Mientras tú estabas allá, hay un momento en el que le digo a Óscar: oye vámonos, entonces nos fuimos y nos sentamos en la escalinata frente al Chihuahua —refirió Marín.

—¿Viste la bengala? —cuestionó Ortega.

—No vi ninguna, pero sí vi el helicóptero militar que bajaba a nivel de los pisos superiores, tenía 13 el Chihuahua, bajaba a la altura del piso 13, 12, 11. Recuerdo que veía la panzota del helicóptero y, de pronto, empezamos a escuchar como si se cayeran tablas; eran agudos los ruidos, fuertes, eran balas en la plaza. Óscar y yo nunca vimos la plaza. Y lo que pasó es que entonces los elevadores que estaban inactivos... se abren y sale gente disparando. Los que yo vi, los tenía enfrente, no disparaban contra los que estábamos ahí, sino hacia arriba... no sabía qué pasaba en la plaza. Óscar Hinojosa y yo, por puro instinto, salimos hacia los elevadores, hacia atrás del edificio Chihuahua, y entraban columnas de soldados. A lo largo del Chihuahua, con el arma en ristre y salimos entre soldados que nos decían: córranle muchachos, córranle —describió Marín.

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