Para Netzaí Sandoval Ballesteros (Ciudad de México, 1983) el ajedrez es mejor que la vida: “Es más bonito y más leal”. En su juventud ganó campeonatos practicando lo que ahora es uno de sus pasatiempos favoritos.
Pero de lo que se declara fanático el titular del Instituto de la Defensoría Pública es del teatro, en particular de las puestas en escena a partir de textos de Jorge Ibargüengoitia, su escritor favorito: “Me parece un genio”. Aunque lamenta que, por trabajo, su lectura más reciente haya sido una publicación sobre las políticas migratorias del presidente Donald Trump.
Sandoval cuenta con una licenciatura y maestría en Derecho por la UNAM; por la Universidad Complutense de Madrid tiene un segundo posgrado. Ha sido docente en diferentes instituciones públicas y privadas; actualmente imparte en la Ibero la materia de Amparo, su especialidad como litigante.
Fue asesor de la ponencia del entonces ministro presidente de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia, y en su momento también fue parte del equipo del ministro Arturo Zaldívar.
También fue el primer abogado mexicano en interponer una denuncia ante la Corte Penal Internacional contra un gobierno federal, el de Felipe Calderón, por la violencia en su gestión.
Se define como defensor de derechos humanos y mucho tienen que ver sus orígenes: nieto e hijo de luchadores sociales y activistas históricos en Guerrero, de donde su familia es originaria menos él, porque por esos días su padre fue amenazado de muerte por el gobernador y tuvieron huir.
¿Cómo fue crecer en una casa de luchadores sociales?
Siempre he vivido mi origen familiar con mucho orgullo. En redes sociales me decían que soy de una familia de comunistas, y algo de cierto hay: mi familia militó durante muchos años en los partidos de izquierda cuando en México estaban prohibidos esos partidos. Para la familia, en general, esa postura tuvo costos; por ejemplo, nací en CdMx, toda mi familia es de Guerrero, y hasta los 20 años me pregunté por qué no había nacido allá, un día mi madre me explicó que mi padre tenía una amenaza de muerte: el gobernador de esa época era un cacique famoso, (Rubén) Figueroa; entre otras cosas era un tipo inteligente, ocurrente y había acuñado una frase que les decía a ciertas personas que consideraba enemigos políticos, quienes solamente tenían tres opciones: entierro, destierro o encierro.
¿Esta historia familiar de lucha lo llevó a ser abogado?
Sí, totalmente. Aunque he estudiado Derecho por el placer de hacerlo, también lo hice por mi padre, quien también fue abogado, y ser director de la Defensoría Pública es un plan que tengo desde hace décadas, es algo que a mí me interesaba. Es la primera vez que un titular del IDP litiga asuntos y lo estoy haciendo.
Fue también el primer mexicano que interpone una denuncia penal internacional contra un gobierno federal...
Fue un esfuerzo social en el contexto de movilizaciones sociales que pedían esta consigna fuerte de no más sangre, de alto a la violencia como visión estatal. Hicimos el planteamiento de que había una situación generalizada de crisis humanitaria en México, y el tiempo nos ha dado la razón, afortunadamente en lo personal, desafortunadamente para el país, ojalá que hubiera estado diciendo mentiras y que nuestro gobierno hubiera estado actuando correctamente, pero no fue así.
¿Prefiere la docencia, el servicio público o litigar?
Me fascina dar clases. También, te lo confieso, a veces me desilusiona, me entristece profundamente: tuve una clase en la que unos alumnos quisieron hacer trampa en un examen, pero además mis exámenes no son los tradicionales de pregunta-respuesta. Hacía una especie de simulación de un juicio, tratar de hacerlo interesante y me dio mucha tristeza que por el celular se pasaron el rol que les había tocado. Afortunadamente eso solo me ha pasado una vez, la mayoría de mis grupos son maravillosos.
Además de Derecho, ¿le gusta otro tipo de lectura?
Mi autor favorito es Jorge Ibargüengoitia, me parece un genio. Uno de sus libros que me fascina es Instrucciones para vivir en México, esa debería ser la recomendación que hagamos a los extranjeros para entender el país. De las cosas más bonitas que me pasan es ver obras de teatro montadas a partir de los textos de Ibargüengoitia. Soy un fanático del teatro, trato de escaparme mucho con mi esposa, tenemos incluso una pequeña tradición: antes de que nacieran nuestras dos hijas, nos fuimos a ver obras todo el día, porque sabemos que después no vamos a tener tiempo de ver ni hacer nada.
¿Tiene algún pasatiempo?
El ajedrez. De joven lo practiqué muchísimo, alguna vez gané un campeonato de la UNAM, pero es maravilloso, me fascina jugarlo, pensarlo, concentrarme. Hay muchos ajedrecistas que hablan sobre cómo el ajedrez te puede ayudar en la vida cotidiana, pero no creo que realmente debas hacerlo para aplicarlo en tu vida. Quienes creen que se parece a la vida están mal, el ajedrez es mejor, es más bonito, más leal, más bello.