Sin dinero ni comida, Lessther Niel Hamilton caminó por las veredas y montañas de Honduras para poder llegar a México, país que recibió a mil 140 nicaragüenses en 2021, un aumento del 42 por ciento respecto al año anterior.
Como “si fuera delincuente, un narcotraficante o un violador de leyes”, dice el managüense, quien salió de Nicaragua debido a la persecución política, el asedio y la intranquilidad que eran parte de su vida, hasta mayo pasado cuando decidió buscar una alternativa de vida como exiliado en el extranjero.
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Sentado en una silla frente al Refugio Migrantes Jesuitas que le abrió las puertas, platica que “entre montañas y veredas, junto con mi compañero político Lenin, caminé sin cesar, escondiéndome de las luces de las patrullas fronterizas y de los perros de migración del gobierno de Nicaragua, que averiguaban mi paradero para encerrarme en un cuarto oscuro o, en el peor de los casos, ponerme tres metros bajo tierra”.
En 2012, Lessther fue un preso político del gobierno nicaragüense por 72 horas. Con baldes de agua fría cada mañana, era despertado por paramilitares, a causa de haber impulsado la justicia y libertad de expresión en su país.
Su activismo por destituir al presidente Daniel Ortega, quien reformó el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, lo que dejaba a los adultos mayores en el desamparo respecto a su pensión, provocó que en abril de 2018 participara en una gran manifestación contra el régimen.
“Salimos a las calles a protestar y fuimos golpeados, atacados con todo tipo de armas de fuego y armas blancas. Palos, piedrazos, balazos, incendiaron casas, escuchabas los gritos de dolor, enojo o quizá tristeza. Había niños de tres años, mujeres y estudiantes; los mataron a diestra y siniestra”, cuenta.
“Perdí a mi compañero de activismo; cayó en mis brazos con un agujero en la frente causado por una AK-47”, fue uno de los más de 300 muertos que dejó aquel movimiento. Este año, con 20 presos políticos solo en el mes de junio, entre ellos cinco candidatos presidenciales, era evidente que la persecución sería imparable.
Aunque Ortega ha reiterado en diferentes ocasiones que “no estamos juzgando a políticos, no estamos juzgando candidatos, aquí se está juzgando a criminales que han atentado contra el país”, los nicaragüenses exiliados consideran que el presidente tiene miedo de perder el poder, por lo que tiene que usar vías violentas para perpetuarse.
Lessther optó por la vía ilegal para salir de su país, pues un avión directo a la capital mexicana era imposible ya que “mi nombre estaba en una lista que circulaba por todos los agentes de migración y zonas fronterizas que tiene Nicaragua”, acusado de incitar un golpe de estado. Después de dos largas semanas con policías, polleros y migración pisándole los talones, tocó territorio mexicano.
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Al llegar a Chiapas lo recibieron los brazos acogedores de Benjamín Sánchez, quien habría llegado a México buscando estudios religiosos y filosóficos y estaba a cargo del albergue San Rafael en la región.
La Comisión Nacional de Ayuda a Refugiados (Comar) estima que en julio se rebasará el número de exiliados nicaragüenses que han entrado a México en un mes, con más de 300 víctimas de persecución política o violencia criminal.
“Este año vuelve a repuntar con fuerza Nicaragua y ya rebasó al cierre de mayo que tuvimos en todo el 2020. Muy probablemente se superen las cifras que tuvimos en 2019 e inclusive mayores en el mes de julio”, dijo vía telefónica, el coordinador General de la Comar, Andrés Ramírez Silva.
“Como mexicanos debemos tener una actitud empática y de solidaridad con las personas que han sufrido tanto en sus países. Desde nuestra trinchera estamos haciendo lo posible para crear la forma de que cualquier migrante pueda acceder a los servicios públicos de nuestro país”, resaltó el funcionario.
DMZ