No esperes a tener que gritar “auxilio”

Por Gina Serrano

Abril Pérez Sagaón murió en manos de un pistolero, aparentemente enviado por su ex pareja.

En el Estado de México hemos vivido en últimas fechas historias escalofriantes, acota la autora. (Especial)
Estado de México /

Abril Pérez Sagaón murió en manos de un pistolero, aparentemente enviado por su ex pareja. Bajo el mismo modus operandi sucedió algo similar en Cancún: Rocío Mendoza fue atacada por sicarios tras recibir amenazas de su ex pareja, un ex judicial federal. En ambos casos, las víctimas acudieron a denunciar violencia, agresiones y amenazas, pero las autoridades encargadas de “impartir justicia” llegaron a acuerdos con los agresores dejándolos libres.

En el Estado de México hemos vivido en últimas fechas historias escalofriantes. Sonia Pérez, profesora de danza de la UAEM fue asesinada por su ex esposo, quien confesó haberla estrangulado por celos. En Naucalpan, Jacquelín Nava decidió dejar a su pareja por los constantes malos tratos; pero fue tal la furia del sujeto al verse “abandonado” que decidió secuestrarla junto a sus dos hijas, asesinando a las tres para posteriormente quitarse la vida. Y qué decir de lo ocurrido en Villas Santín, en Toluca, donde a Jessica le costó la vida tener una relación sentimental con un sujeto de nombre Óscar, que resultó ser un asesino serial.

Por supuesto, en todos estos casos salta a la vista las deficiencias del sistema de justicia que deja sueltos a estos asesinos potenciales. Jueces que se dejan comprar, autoridades que creen que una orden de restricción es suficiente. Que tardan en dar una orden de cateo como en el caso de Jessica, lo que hubiera sido la diferencia para encontrarla con vida.

Y aunque autoridades estatales, federales y al interior de las universidades ya están tomando acciones para contrarrestar este grave problema, hay un punto que requiere de nuestra reflexión. Y es que, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de los casos de violencia que se registran en nuestro país, 43.9% proviene del esposo, pareja actual o ex pareja y 53.1% por parte de algún agresor distinto a la pareja. Es decir: en un amplio porcentaje se “duerme con el enemigo”. No estamos sabiendo identificar oportunamente a quien podría hacernos daño a fin de “zafarnos” a tiempo.

Para ello, debemos en primer término de dejar de “normalizar” actos de violencia. El que revise tu celular o te quiera decir cómo vestir, es violencia. El que te humille, amenace o chantajee, es violencia. El que tenga un trato inhumano hacia los animales, sea grosero con la gente que le brinda un servicio (meseros, taxistas, etc.), tenga ataques de cólera, sea controlador, todos esos son ejemplos de “focos rojos” que te indican que algo no está bien, que sería mejor salir corriendo.

Quien tiene ese tipo de conducta necesita ayuda profesional, y quien está con alguien así, necesita quererse lo suficiente para no permitir bajo ningún pretexto una situación de ese tipo, que como bola de nieve va creciendo a tal velocidad, que cuando se grita “auxilio” quizás ya sea demasiado tarde.

Así que la invitación es a que analices dónde estás parada, a que hablemos con nuestras hijas, abramos los ojos ante lo que pasa a nuestro alrededor, en lo que vive nuestra vecina, nuestras amigas. Un problema de dimensión tan grande requiere de un frente común. Y no un frente de mujeres contra hombres, sino de gente buena defendiendo y cuidando a gente buena. O a ti, ¿qué te dice el espejo?

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