Antes de las cámaras y los guiones, el actor Rafael Amaya ya recorría las calles de Ciudad de México con un teclado en la mano, buscando oportunidades. Sólo él, su teclado y la banda Almalafa.
A partir de que protagonizó El señor de los cielos, se ha convertido en un rostro muy reconocible para el entretenimiento mexicano, muy pocos saben que el actor también es parte importante de la escena musical contemporánea.
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“Si no fuera por Almalafa yo no estaría aquí —comentó Rafael Amaya en entrevista con MILENIO—. Ellos empezaron antes, yo me incorporé en 1997 y en noviembre de ese año llegamos aquí, a Ciudad de México, en un vuelo de Taesa. Tocamos en el Chopo, en Rockotitlán, en diferentes foros que tenía la música para expresarse, sobre todo el rock underground. Dimos todas las rondas y le abrimos a muchos grupos”.
Junto a Almalafa, Rafa fue telonero de grupos insignia de finales de los 90. como Nana Pancha, Panteón Rococó, la Maldita Vecindad, Las víctimas del Doctor Cerebro y Los Fabulosos Cadillacs. La banda encontraba espacios y existía en un ambiente que era benéfico para las nuevas propuestas. Sin embargo, fiel a su esencia ska, Almalafa siempre buscó existir bajo sus propias reglas. A contracorriente.
“El ska es el símbolo del blanco y negro. Del bien y el mal. Del yin y el yang. El símbolo de la anarquía, del punk, de no seguir las leyes y no ser parte del sistema, y sobre todo, de la libertad de crear cosas, de crear lo que te gusta”.
“Almalafa se ha mantenido por 30 años. Van a hacer un disco y espero también estar ahí con unas rolitas”, anticipó Rafa, que ahora retoma de lleno su carrera musical y para ello vuelve a apoyarse de sus amigos, como al inicio.
Volver al principio
“La canción de “Matar” la compusimos juntos hace 26 años y desde entonces no los había visto. Después de terminar la serie —cerré ese ciclo como yo quería hacerlo— me quería ir a mi otra pasión, la música, y quería ver qué onda. Terminó mi contrato con la empresa. Me regresé, cotorreamos y les propuse regrabar “Matar” con nueva tecnología”, explicó.
“Sacaron lo mejor de mí y me sentí muy cómodo. Me sentí ‘chavalón’ y ya tengo 47 años. Tenía 17, 18, cuando me separé de Almalafa. Para mí es importante que se sepa que todo lo que estoy haciendo, y he hecho, es para la gente. El ska es para la gente. La serie fue para la gente. Todo ha sido por y para la gente”.
Rafael calificó este encuentro como algo orgánico, y la reinterpretación de “Matar” como un acto simbólico en “honor a ese encuentro y a todo el tiempo en que no nos vimos”. Aunque él es principalmente tecladista, para este proyecto apoyó con la voz y algunos coros, pero no quita el dedo de la tecla y espera tener una participación más activa en un futuro próximo.
“Se me vienen muchos recuerdos, muchas cosas muy buenas y muy bonitas, y la magia de la divina inspiración. Cuando tocan el primer acorde, suenan los instrumentos y los miro a todos: es lo mismo. Los mismos ojos, la misma mirada, sólo más viejos. Ellos están tocando por todos lados. Me invitan, pero les digo que todavía no. Que hay que esperar, es un mundo diferente. Ellos van a cumplir 30 años en el ‘underground’ como Almalafa, y todo el mundo los conoce, pero nadie los conoce. Es el underground del ska y es un género muy particular, para un público muy particular, muy fiel”.
El joven de los 90
Después de una breve gira de Almalafa por Ciudad de México, Rafael Amaya se dejó enamorar por la gran capital y utilizó el dinero de su boleto de regreso a casa para seguir disfrutando de ella. Aquí, en compañía del saxofonista de Almalafa (que hizo lo mismo) rondó por la Zona Rosa, ganándose el día a base de propinas, o ‘propelas’ como él dice.
“Me acuerdo muy bien de todo eso porque era fascinante. Yo estaba recién salido de mi pueblo, de Tecate, Baja California, y estaba en la jungla de concreto —mencionó en entrevista—. Nos la pasábamos muy bien. Haciendo lo que te gusta, cotorreando, con las ‘morritas’, por todo México, firmando contratos…”.
Pero a veces la necesidad es más fuerte que los sueños, eso fue lo que llevó a Rafael a interesarse por el CEA de Televisa, a la que se unió, y más adelante formó parte de Garibaldi. Una cosa llevó a otra; la actuación al modelaje y el modelaje a la televisión. Eventualmente, Rafael Amaya protagonizó El señor de los cielos, y el resto es historia.
Hoy, Rafael Amaya recuerda con cariño sus primeros meses en Ciudad de México y reafirma que la música es otra de sus grandes pasiones. Por ahora lo retoma de la mano de Almalafa, pero constantemente trabaja para seguir cumpliendo con los sueños de aquel muchacho que recorrió cada centímetro de la colonia Portales.
DAG