Refugiados en la vieja casona de Xicoténcatl, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, luego de que los senadores escaparon de la turba de inconformes que invadió la sede principal del Senado, en Paseo de la Reforma, la votación en lo general del dictamen de la reforma Judicial tuvo que hacerse a la antigüita.
Minutos antes de la medianoche, sin tablero electrónico ni botones en los escaños, los votos de los 127 senadores presentes tuvieron que cantarse uno por uno, según el pase de lista en voz de la secretaria de la Mesa Directiva, Verónica Camino Farjat.
Detrás de los asientos de la tribuna, permanecían algunos de los senadores de oposición que se plantaron allí horas antes en su intento fallido, por ser una débil minoría, de tomar el estrado principal, mientras que los morenistas y aliados del Verde y del PT, relajados, sonrientes, desparpajados, iban de aquí para allá entre los viejos escaños de Xicoténcatl.
La votación era ya un mero trámite luego de que el panista Miguel Ángel Yunes Márquez había confirmado la sospecha de la víspera y se convirtió en el senador 86 de la aplanadora, el infiel de la balanza.
Apersonado en la casona para la sesión vespertina, luego de que supuestamente había estado en el hospital, Yunes hijo anunció que“en la decisión más difícil de mi vida”, se sumaría al bloque mayoritario para aprobar la reforma.
Sin embargo, la votación no fue tan tersa. El ex candidato presidencial Ricardo Anaya votó en contra de “esta destructiva reforma”. La senadora priista Claudia Anaya Mota alzó la voz: “¡En contra! ¡Falta un senador, presidente!”
Segundos después, Alejandra Barrales, de Movimiento Ciudadano, insistió en que la sesión se detuviera por la ausencia de su compañero Daniel Barreda, que había sido retenido junto con su padre en tribunales de Campeche, un reclamo que perduró durante toda la jornada por considerar que fue una jugarreta de la gobernadora Layda Sansores y los suyos para impedir la asistencia del senador a la sesión.
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La presión de Camino Farjat y del presidente del Senado, su otrora correligionario Gerardo Fernández Noroña, callaron a Barrales y la obligaron a votar si no quería que se le contara como abstención. Votó en contra.
Manlio Fabio Beltrones, el priista, fue escueto. “Mi voto es en contra”, dijo serio, señalando con el índice hacia el frente, como advertencia. El ahora morenista Javier Corral también fue escueto. “A favor”.
En orden alfabético, los senadores fueron expresando sus votos. Morenistas y aliados cantaban su voto con alegría.
Otros, como Augusto López, el coordinador de la bancada, soltó: “Con el orgullo de servir al pueblo de México y con un saludo al escapista Daniel Barreda, a favor”, dijo el tabasqueño, acompañado de las sonoras carcajadas de su compañera, la chihuahuense Andrea Chávez, quien más tarde se ufanaría de ser la senadora más joven de la legislatura.
La lista concluyó con el voto de Fernández Noroña, presidente de la Mesa: “te cumplimos, pueblo de México, a favor”.
Camino Farjat anunció el resultado: 127 votos, de los cuales 86 fueron a favor y 41 en contra. La algarabía oficialista estalló en el salón, regodeada en sí misma de ser una mayoría, literalmente, aplastante.
“¡Sí se pudo, sí se pudo, sí se pudo!” “¡Ya pasó, ya pasó, la reforma ya pasó!”, gritó con el puño la aplanadora.
Sentado junto al panista Mauricio Vila, quien permaneció con rostro estoico, Fernández Noroña, vestido de traje, no pudo reprimir la emoción y aunque no entonó los vítores junto a los suyos, intentando moderarse para continuar la sesión, se animó a decir: “Quiero felicitar a esta asamblea por haber logrado la reforma al Poder Judicial”.
Ya no había marcha atrás. Liberada la tribuna de opositores, vinieron cuatro horas de retahíla de ríspidos mensajes, en pro y en contra, con motivo de las casi 300 reservas al dictamen, que no se admitieron a discusión y no modificaron ni una coma del texto.
De madrugada, al filo de las cuatro de la mañana del miércoles, la votación en lo particular volvió a quedar 86-41. Todo quedó consumado.
HCM