El regreso a clases presenciales inició esta semana después de meses de educación en línea ante la pandemia del coronavirus. Los niños, acostumbrados a tomar lecciones frente a una pantalla, salieron de sus casas para enfrentarse una vez más a las aulas, a salir y reunirse con otras personas de su edad, y pese al covid-19, más que miedo, mostraron emoción.
El temor al contagio no estaba en ellos, a quienes, a decir de las maestras, les es difícil comprender algo que no ven; sin embargo, saben que deben hacer caso a sus padres, quienes les advirtieron que no cuidarse podría significar enfermarse y, preocupados, sólo pudieron confiar en que las medidas sanitarias se cumplirían tras dejarlos en la puerta de la escuela.
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Las primeras impresiones varían según la escuela. Algunos padres lo consideraron un regreso a clases “necesario por el bien de todos”, pero que “no estuvo bien planeado”, y aunque unos aseguran que había buenas medidas, otros advierten que éstas se van relajando conforme pasan los días.
A continuación, te presentamos testimonios de maestras, madres de familia y alumnos que decidieron regresar a clases presenciales entre entusiasmo, miedo y nerviosismo.
¡Obvio! Sí quería regresar a clases: Aitana, alumna de kínder
Aitana cumplirá 5 años en octubre próximo. Asistió este lunes a su primer día de clases presenciales en el Estado de México, para cursar el tercer año de kínder, luego de que la llegada de la pandemia hizo que se refugiara en casa para concluir dos niveles de preescolar previos.
“Muy bien, emocionada, muy contenta”, respondió Aitana al cuestionarle cómo se sintió en su primer día de clases. Relató que todos los niños portaron su cubrebocas “menos alguien”, al referirse a un compañero, quien después de comer fue al baño y al salir tenía el cubrebocas en el cuello.
Aseguró que los maestros y las profesoras también tenían cubrebocas; además de que la sentaron “un poco lejos” de los demás compañeros que estaban en el salón.
“No jugamos”, no hubo recreo, dice Aitana, “hicimos una masa, comimos y ya”.
La pequeña no sabía qué responder sobre si le daba o no medio contagiarse de covid-19: “no te entiendo”; sin embargo, sabe que debe cuidarse ante esta pandemia, pero de algo no tuvo duda: “¿Que si quería regresar a clases? ¡Obvio!”
“Aunque sea de lejitos”: Emanuel, alumno de primaria
Emanuel Luna, de diez años, dijo sentirse "raro" y aunque aseguró que no le da miedo contagiarse de covid, todos a su alrededor portaron cubrebocas e incluso les fue solicitado llevar toallas sanitizantes, gel antibacterial y una mascarilla de repuesto.
“Fue un día diferente; en el recreo no pudimos jugar mucho la verdad, cada uno por su lado porque nos decían que tenemos que respetar la sana distancia, pero sí platiqué con varios de ellos, de mis nuevos amigos, aunque sea de lejitos, además éramos muy poquitos; sólo 12," comentó el niño.
El protocolo de salida y de entrada fue reforzado por el personal de limpieza y asistencia, que proporcionó más desinfectante e hizo la revisión de temperatura a cada niño.
Emanuel comenzó esta nueva experiencia esperando que las medidas sanitarias sean suficientes para resguardar su salud, pero concluyó que regresó a clases presenciales "feliz" pues el modo en línea lo tenía muy estresado y sin ánimos.
"Regresé con mucha presión": Yadira, profesora de secundaria
A Yadira González Falcón, maestra de secundaria en el Instituto Anglo Español, no le preocupa tanto el contagio de coronavirus, sino la presión que implicó el regreso a clases presenciales, pues los padres de familia tienen expectativas altas de los docentes.
“Los papás esperan muchas cosas, esperan que los sigamos atendiendo y es difícil tener el sistema híbrido porque por un lado atiendes al que está enfrente, pero también a los otros 15 o 20 que están en la pantalla”.
En el primer día de clases, indicó la maestra, fue sencillo mantener las medidas de sanidad porque los alumnos estaban a la expectativa, pero el segundo día notó que el cuidado fue menor: “me percaté que se les olvidaba, traían la torta mientras platicaban o se reían y se les tuvo que hacer recomendaciones”.
Los menores regresaron entusiasmados, aunque un poco ansiosos, pues no sabían qué iba a pasar. Sin embargo, el hecho de que hayan mantenido un vínculo estrecho a través de redes sociales o los videojuegos evitó que la socialización fuera extraña.
“A pesar de que no se veían físicamente, me contaron que seguían teniendo comunicación virtual. Fue novedoso volverse a ver físicamente”.
Yadira González, licenciada en educación primaria, aseguró que los menores tenían muy presente el cuidado de las medidas sanitarias, como lavarse las manos o portar el cubrebocas, aunque no escuchó que hablaran del covid entre ellos.
“El regreso fue obligatorio (…) era necesario, por el bien de todos”
Stephanie esperaba que el regreso presencial a clases de sus hijos fuera bien planeado y seguro ante la pandemia, pero jamás pensó que sería prematuro y obligatorio en Tecámac, Estado de México. Por ello, consideró que aunque sí era necesario “por el bien de todos”, éste “no estuvo bien planeado ni estructurado y fue de la noche a la mañana”.
En la primaria de su hijo Andhric, menor de 8, la directora del plantel les dijo por WhatsApp el jueves pasado que debían presentarse al día siguiente para hacer el aseo de las aulas, pero cada quien debía llevar sus utensilios de limpieza. Además, pese a que la autoridad educativa señaló que las clases presenciales podrían ser opcionales, para el caso de su hijo no fue así y tuvo que pagar la cuota escolar de 400 pesos.
“El regreso presencial fue obligatorio. Nos lo manejaron así, diciendo que tenían que ir los niños y si no asistían se tenían que presentar los días de examen, pero no los iban a calificar igual como a los niños que sí se presentaron y los papás nos teníamos que hacer cargo de enseñarles, pero asistir al examen tiene que ser obligatorio en el aula”, platicó a MILENIO.
En tanto, en la secundaria donde estudia su hijo Christopher, tuvo que pagar una cuota escolar de 500 pesos “porque hacía falta mucho mantenimiento por el año y medio que estuvo cerrado el plantel”.
Pese a que sus hijos acudieron con cubrebocas, careta, gel antibacterial, champú, toallitas desinfectantes y sanitizante en aerosol, ella teme que ambos puedan contagiarse de covid-19.
“Al platicar con mis hijos les dije que tenían que estar desinfectándose. En la primaria la maestra cada 10 minutos les decía que desinfectaran su mesa y se desinfectaran ellos solitos y durante la clase la maestra rociaba sanitizante; hasta eso me quedé tranquila porque sí hubo medidas (…) pero entraron con eso y salieron sin careta y con el cubrebocas”. Además, recuerda que la entrada a las escuelas fue por horarios.
Stephanie comenta que como parte del protocolo en la primaria donde estudia su hijo se indicó a los padres que si los menores presentan síntomas de resfriado, deberán llevarlos al doctor para descartar que sea algo más que un cuadro de gripe, notificar al plantel el resultado y aislar al menor en casa durante 15 días.
“La directora nos manejó que si un niño estornuda una vez, se pasa porque puede ser normal, pero al segundo estornudo ya es como alerta para los maestros”.
Aunque pensó en permitir que sus hijos continuaran con clases a distancia, Stephanie vio su ánimo por volver al salón, por lo que previo a ello les platicó que el virus sí existe y que debían cuidarse mucho siguiendo las medidas sanitarias correspondientes.
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Para sus hijos, dijo, el encierro por la pandemia les afectó al estar la mayor parte del tiempo en la tableta y los videojuegos “y la escuela de verdad no les entraba; no tenían convivencia con más niños”, además que su hijo de 11 años tuvo clases con una maestra “súper alivianada que se la pasaba cotorreando con los niños”.
“No me gustaría que pasara su adolescencia encerrado en una casa con una tableta porque mañana puede ser peor, es algo que ya necesitaba para él, una convivencia con alumnos (…) fue muy prematuro en el aspecto de la organización porque fue como hacer lo que el Presidente (Andrés Manuel López Obrador) dijo y pues ni modo”, opinó.
“Quienes estaban más preocupadas eran las mamás”: Areli, profesora de primaria
Areli Enríquez, profesora de la escuela primaria CAM 66 de la zona de Chalco, Estado de México, consideró que el ambiente del salón de clases fue de mucha incertidumbre y un poco de tensión. Destacó que algunos niños estaban renuentes y “se sentían inseguros”, pero la mayoría estaba feliz de regresar a la escuela, y “quienes estaban más preocupadas eran las mamás”.
Reconoció que en su centro de trabajo, donde atienden a alumnos con discapacidad, fue “sumamente complejo” hacer que respetaran las medidas sanitarias, además de que a los niños pequeños “se les complica entender algo que no ven”.
Aunque aseguró tener miedo de contagiarse, ya que perdió a familiares hace un par de meses, está consciente que debe adaptarse a la nueva normalidad, y que, como docentes y madres/padres de familia, son parte responsable de que la niñez del país tenga herramientas para afrontarla.
“Será un gran reto como docente guiar el aprendizaje para que adopten normas de convivencia y regulen sus emociones dentro del salón, todo esto, aunado a todos los hábitos que deben desarrollar para evitar los contagios.”, destacó.
“Ella sí estaba contenta, yo me quedé nerviosa”
El primer día de María en la secundaria no fue como ella lo imaginó siempre. Se despertó más temprano de lo habitual para preparar sus útiles escolares y junto a sus cuadernos recién forrados y etiquetados, también iba un kit para protegerse de un nuevo compañero de clase: el covid-19.
Al llegara la escuela, la niña, de 12 años, se despidió de su mamá y acercó la frente al termómetro, después levantó los brazos a los lados y se giró para ser sanitizada. Éstas fueron las medidas adoptadas por la secundaria Japón.
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“Dentro de todo, ella sí estaba contenta, emocionada, nerviosa. (...) Yo también me quedé nerviosa; cuando llegué a la escuela y vi las medidas, vi a los maestros con presentación impecable. (...) Tenían mucho ánimo, tenían muchas ganas, estaban preocupados por que los niños estuvieran bien”, narró Ana, madre de María.
Ana también explicó que la coordinación que tuvo el cuerpo docente para evitar aglomeraciones en la entrada le inspiró tranquilidad, no obstante, dijo que no todo el mundo respetó las medidas sanitarias. “Lamentablemente, a veces son los papás los que hacen mucho relajo porque están muy amontonados, por más que les piden sana distancia, no lo hacen”.
Al igual que en la secundaria Japón, en Iztapalapa, la primaria Rafael Ramírez también cumplió con las medidas implementadas por el gobierno, así lo explicó Juana, maestra de segundo grado. No obstante, una de las principales diferencias en ambas escuelas era la alimentación, pues, por seguridad de todo el personal, no hubo cooperativa abierta y mucho menos puestos de comida en su escuela.
Sobre las medidas, la profesora Juana relató que únicamente había 38 alumnas y alumnos dentro de la primaria, ubicada en Tláhuac, además de que la cancha de básquetbol quedó invadida por todas las señalizaciones para mantener sana distancia.
La profesora Juana relató que tras cuatro horas de trabajo notó inquietud en sus alumnas y alumnos. Algunos preguntaban si faltaba mucho para que terminara la clase, pues en la virtualidad las sesiones no duraban más de una hora y media; otros pedían salir porque “ya tenían hambre”.
“Fue muy difícil porque no estamos acostumbrados a eso. Incluso para mí fue complicado estar hablando con cubrebocas, algunos no me alcanzaban a escuchar”, dijo Juana.
“Nerviosa, pero feliz de estar en las aulas”: Itzayana
Itzayana Guadalupe Contreras Cartas estudiante de nivel superior, tuvo una buena impresión del regreso a clases, pues afirmó que el uso de cubrebocas fue completamente respetado por todos los alumnos y maestros del plantel, además, también se instalaron cristales divisorios para delimitar las áreas.
"Me sentí nerviosa, fue mi primer día en la universidad, desperté y llegué a mi escuela y en ese momento me di cuenta que más que nerviosa, me sentía feliz de estar de nuevo en las aulas después de un año," narró Guadalupe.
En las áreas de esparcimiento como cafeterías se reforzó la medida sanitaria al limitar el número de personas a solo 3 máximo, para evitar aglomeraciones y permitir un espaciamiento seguro.
Aunque no se lo pidieron como un requisito, Itzayana llevó por su cuenta un gel antibacterial, desinfectante en aerosol y solo se retiró el cubrebocas una vez cuando desayunó, evitando el contacto o cercanía con cualquier persona.
La alumna de nivel superior se siente "contenta" con este regreso pues afirma que extrañaba ver personas y estar en un verdadero ambiente de clases.
Tras un lunes incierto, el martes llegó con nuevas amistades en el patio
En la secundaria diurna número 85 “República de Francia”, alcaldía Gustavo A. Madero, los primeros días de clase se han desarrollado con un plan que se gestiona sobre la marcha.
Ante la incertidumbre y la falta de información, el cuerpo docente y administrativo armó una serie de protocolos para recibir al alumnado, del cual sólo conocían a los estudiantes de tercer grado, pues tanto los de segundo como los de primero son de nuevo ingreso, explicó la subdirectora Sonia Márquez Macías.
Los profesores entraron con miedo, más que de la enfermedad, de la falta de certidumbre de si las indicaciones cambiarían de última hora. La plantilla llegó reducida; dos docentes murieron por covid-19 y cinco no asistieron el lunes a aulas porque están contagiados pese a la vacunación.
“Estamos viviendo condiciones muy inciertas, eso causa mucho estrés”, externó Sonia Márquez.
Los padres de familia también manifestaron preocupaciones. Algunos tenían dudas de cómo sería la educación para quienes no quisieran o pudieran asistir a las clases presenciales. Una de ellas, la mamá de un niño con alergias respiratorias que es población vulnerable ante el nuevo coronavirus y no debe exponerse, según le diagnosticó el médico; a ellos no pudieron responderles cómo recibiría las clases, pues un modelo híbrido es impensable de acuerdo a las condiciones de la escuela, aseguró Márquez Macías.
El primer día “los alumnos se mostraban desconcertados por el regreso, ya que solamente los de tercero conocen las instalaciones de la escuela; entraban observando todo, con las manos dentro de los bolsillos y siguiendo las indicaciones para ubicar su salón”, describió.
Relató que los grupos de primer año subieron a su salón y se quedaron callados y en sus bancas asignadas mientras recibían indicaciones acerca de los protocolos; por su parte, los alumnos de segundo y tercero conversaban entre ellos y aunque estaban inquietos, se mantenían en sus lugares.
El primer día a la hora del receso los niños se reunían en pequeños grupos y consumían sus alimentos; el personal de la escuela les indicaba que debían guardar distancia porque al comer debían retirarse el cubrebocas. El martes, con más confianza, ya había parejas o grupos de tres caminando con más seguridad por el patio.
“Los docentes realizaron actividades de integración con los estudiantes que les permitieron conocerse y expresar lo que vivieron durante el tiempo que se trabajó desde casa”, dijo.
La secundaria diurna número 85, en el turno matutino, está conformada por 19 grupos. La plantilla escolar es de 701 alumnos y el personal docente, administrativo y de intendencia totaliza en 80 personas.
De acuerdo con Márquez, los momentos más difíciles fueron los cambios de clase, pues los niños suelen pararse de sus bancas y asomarse a los pasillos o ventanas y dejar la sana distancia, por lo que tuvieron más cuidado; sin embargo, no detectaron que se retiraran el cubrebocas durante la jornada, ni alguien que mostrara síntomas de enfermedades respiratorias.