A Roberto Campa (Ciudad de México, 1957) lo apasionan igual las películas para niños, lloró con Coco, como la bicicleta, no deja pasar un día sin usarla. Además en el ciclismo de montaña ve un reto constante que no le permite distracciones y que lo desafiaron más que rendirle cuentas al ex presidente Enrique Peña Nieto.
Sobre la mesa del comedor de su casa suele haber una fruta o verdura del huerto que él y su esposa instalaron en el techo, y aunque fue el funcionario que en el sexenio pasado organizó los foros sobre el uso de la mariguana, asegura que nunca sembrará esa planta en su invernadero familiar.
Gusta de ir con sus hijas y nietos a ver cintas de dibujos animados, como La bella y la bestia, y cuenta que ya como secretario del Trabajo, cuando comentaron el momento en que todos lloraron con Coco, se percató que “no recordaba casi nada, ni una escena, nada. Me di cuenta que también he ido muchas veces al cine a dormir, pero sí lloré”.
Campa prefiere la política sobre los negocios y sus nietos son quienes le generan sus mayores preocupaciones; cuando estudiaba en la Universidad Anáhuac vivió su primera elección, al disputar la presidencia de la Sociedad de Alumnos.
Su primera incursión en política se dio en 1982, cuando su maestro de Derecho le pidió quedarse en su lugar (trabajando con Arturo González de Aragón, a la postre auditor superior de la Federación) para poder ir a Hacienda con David Ibarra, quien sonaba como posible candidato presidencial. Campa aceptó, no sin antes advertirle a su amigo que el elegido sería Miguel de la Madrid.
“Por eso en 1982 fue mi primera campaña presidencial”, y desde entonces se ha mantenido más o menos cerca del poder, tanto que en 2006 fue candidato presidencial por el Partido Nueva Alianza, formado por el sindicato de maestros que en ese entonces era dirigido por Elba Esther Gordillo.
Heredero de una exitosa empresa de su padre, explica que nunca le gustó trabajar ahí.
“Es que para mí la política significa tener el poder y el poder es servir a la gente. O sea, no entiendo la política de otra manera y no entiendo el poder ni lo he entendido nunca de otra manera. Yo creo que el gran privilegio de ser un servidor público y estar en la política, que no es lo mismo ciertamente, es la posibilidad de servir.
“Nada como ese poder, porque entiendo que hay quienes tienen apetitos de poder por otras razones; hay quienes tienen apetitos de poder para ordenar, hay quienes tienen apetitos de poder para enriquecerse. A mí me dio por otro lado, entonces he vivido plenamente mi vocación política”, comenta.
En ese sentido, Campa garantiza que ha vivido de la política plenamente casi toda su vida y “puedo decir que jamás he llevado un centavo a mi casa distinto de lo ganado como servidor público y no he dejado de trabajar ni un día”.
Más aún, revela un secreto para la abundancia: “Tengo un solo matrimonio, porque un mal negocio es tener más de uno y repartirse los bienes con las ex esposas”.
¿Qué es más agotador, pedalear la montaña o rendir cuentas al ex presidente?
La verdad es que fue muy fácil trabajar con Enrique Peña Nieto, porque dejó que hiciéramos nuestra tarea y porque para tomar decisiones hacía un gran ejercicio de información: escuchar los puntos de vista, eso hizo que las relaciones y que la gestión de los asuntos fueran más sencillas.
¿Qué pendiente le costó más trabajo del sexenio pasado?
El tema más duro de los que me tocaron fue el de Ayotzinapa.
¿Y de la bicicleta?
En la bici me he dado muchos golpes, tengo muchas fracturas, duros golpes, pero más me tardo en que se me quite el dolor que en tener la urgencia de volverme a subir a la bicicleta, así lo he hecho siempre.
Sobre todo la bicicleta de montaña tiene una característica que hace que la disfrute mucho, que es que no puedes perder la concentración, hay que tomar decisiones prácticamente cada segundo; entonces, si uno se desconcentra y se distrae, lo más probable es que termines en el piso. No tienes oportunidad de pensar en otras cosas, te obliga a concentrarte en lo que estás haciendo, creo que por eso, para mí, ha sido una gran distracción en los últimos años.
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Roberto Campa define tanto su vida personal como espiritual de “rica”, también dedica mucho tiempo a la lectura. Durante la entrevista en el Desierto de los Leones, ataviado con casco y outfit para hacer ciclismo, dice orgulloso que el mayor de sus nietos, de cinco años, ya pedalea duro y que le urge que el siguiente, de tres años, ya crezca —aunque ya le da a la bicicleta sin pedales— para salir con ellos.
Acepta que con la edad “se preocupa uno más. Desde que soy abuelo hace cinco años, tengo la sensación de que el futuro va a ser más duro para los niños de hoy”.