“Las herramientas artísticas deberían estar al alcance de todas las niñas y los niños porque eso les ayuda a transformar su realidad a través del arte”, cuenta en entrevista Sandra Antúnez, artista visual y tallerista del Semillero Creativo de Dibujo y Pintura en Iguala, Guerrero. “Al acercarlos a esas herramientas pueden contar su día a día, qué pasa en su comunidad; podemos entender qué sienten, qué quieren”.
En 1989, la Convención sobre los Derechos del Niño estableció que el esparcimiento y la participación en la vida cultural y artística son derechos elementales de la infancia. En los 329 Semilleros creativos activos en 239 municipios en los 32 estados, más de 11 mil 636 niños y adolescentes ejercen ese derecho mientras se alejan de situaciones de vida desfavorables en comunidades marginadas por la violencia, el crimen y la pobreza.
Semilleros creativos es una rama del programa Cultura Comunitaria emprendido por la Secretaría de Cultura en 2019 para afianzar uno de los núcleos fundamentales del ser humano: la cultura y la educación artística desde la infancia. Este enfoque también busca impulsar el desarrollo comunitario a través de las actividades creativas de niños de cada región.
Aunque durante las horas que pasan en los Semilleros creativos viven procesos de educación menos formales que en la escuela, los niños no dejan de aprender. La educación artística en la infancia es integral para el desenvolvimiento de la personalidad, además de que beneficia el desarrollo del aprendizaje intelectual, las relaciones sociales y el control de las emociones.
La investigadora española Isabel María Granados Conejo ha documentado la importancia de implementar la educación artística en las infancias debido a sus cualidades terapéuticas, particularmente en las que se encuentran en condiciones vulnerables. Según su artículo “Interrelaciones entre creatividad, arte, educación y terapia”, publicado en 2009, las actividades artísticas posibilitan la autoafirmación personal, la independencia y la autoestima. Además, impulsan a los jóvenes a conocer y retar sus propios límites.
“Yo a veces les digo a los chicos que les reconozco bastante que estén aquí, que tengan el interés de venir a sus clases, que siempre están muy motivados”, agrega la artista visual Antúnez. “Porque pudiendo estar haciendo otras cosas que no favorezcan tanto su desarrollo, dedican su tiempo para venir a tomar clases en el Semillero y aquí conocen a más personas, intercambian ideas”.
“Transformar la realidad a través del arte”
Sandra Antúnez nació en el Estado de México, pero lleva tantos años viviendo en Guerrero, que se considera oriunda de ese estado. Conoce a sus comunidades y ha trabajado con personas de distintas regiones de la entidad en proyectos de educación artística. Estas experiencias le han sido muy útiles en su labor como tallerista del Semillero creativo de Dibujo y Pintura en Iguala.
“Guerrero es uno de los estados con mayor índice de violencia y por eso es tan importante que haya semilleros creativos aquí”, cuenta en entrevista. “Nos hemos enfocado en las comunidades donde el índice de violencia es mayor, y tener estas actividades evita que las niñas y niños se vayan quién sabe con quién y agarren malos pasos. Aquí alimentamos su curiosidad, su creatividad”.
En 2020, durante la pandemia de covid-19, se cerraron 60 de estos semilleros alrededor del país debido a que dos mil niños y jóvenes abandonaron sus actividades, de acuerdo con la directora general de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura, Esther Hernández. Sin embargo, los Semilleros creativos que lograron sostenerse lo hicieron gracias al esfuerzo de sus coordinadores y talleristas, quienes encontraron la manera de trasladar las actividades a internet y, cuando fue necesario, llevaron materiales directamente a las casas de sus estudiantes.
Antes de la pandemia, el Semillero creativo de Iguala tenía cuatro sedes y en cada una atendía a cerca de 100 niños y jóvenes de manera presencial. Esas cifras se redujeron durante 2020 y 2021 y al cierre de este año apenas comienzan a retomar sus actividades presenciales.
Ilustración: Adán Vega
Para Sandra Antúnez esto es fundamental, ya que no solamente ayudan a la niñez a desarrollar sus habilidades artísticas, sino que les dan un espacio fuera de casa en dónde crecer como seres humanos.
“Todos los niños son bienvenidos al Semillero, no hacemos distinciones. Trabajamos con ellos este tipo de valores, de la inclusión social, de la igualdad, de la conciencia y la cultura de la paz. Que aprendan que tenemos que vivir en armonía, pero que también hay que cuidar la naturaleza, nuestras tradiciones. Y algo muy importante: escuchamos qué piensan acerca de su entorno o lo que quieren de su vida. Para mí, lo más importante que le dejamos a nuestros alumnos es garantizar la cultura como un derecho, que sepan que el arte no es un privilegio”, expresa la tallerista.
Infancias capaces de hacer lo que quieran
En los casi tres años que tiene trabajando como tallerista en el Semillero de Escritura Creativa en Tonalá, Jalisco, Diana Gutiérrez, ha visto la evolución de infancias que están con ella prácticamente desde el primer día. “En esta sede siempre hemos tenido muchos niños y la mayoría están desde el inicio del proyecto”, explica en entrevista la egresada de Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara (UdG).
Jessica, por ejemplo, llegó antes de cumplir los diez años y creía que no tenía suficientes ideas para proponer o para escribir. Con el paso del tiempo y a punta de práctica, dejó esos prejuicios atrás y ahora redacta mucho mejor y ha encontrado también otros talentos artísticos, como la alfarería.
Víctor quiere ser astronauta y construir una escalera hacia la luna. Ángel es buenísimo para combinar dibujo y escritura y tiene talento para escribir cómics. Ambos llegaron a la sede central del Semillero de Escritura Creativa todavía temerosos de desarrollar sus propias historias.
“Quiero que sean capaces de hacer lo que quieran”, dice Diana. Uno de sus retos más grandes con los estudiantes de su Semillero es ayudarles a que encuentren la seguridad en sí mismos, que propongan y sean creativos. Su forma de lograrlo es a través de la lectura y la escritura.
“De pronto una persona piensa en escritura infantil y se imagina que van a llenar a lo mucho una hoja y no”, explica Diana. “Pero tan pronto comienzan a soltarse, pasan de sintetizar en dos líneas a añadir descripciones y más elementos”.
El Semillero, cuenta Diana Gutiérrez, ha ayudado a muchas familias a descubrir el potencial artístico de sus hijos. “Hay niños que no acuden a la escuela por situaciones familiares, pero es enriquecedor que descubran que tienen otras habilidades y toda la capacidad”.
Ella espera que con el trabajo de estos talleres comience también un cambio en la comunidad, que busquen que sus niños y niñas además de acudir al Semillero vayan también a un sistema escolarizado. “De repente se prioriza el sustento y es completamente comprensible, pero quizás mirando que sus hijos tienen la capacidad para ejecutar otras actividades sea un poquito distinto cuando tengan la oportunidad de ingresar a una secundaria o prepa abierta”.
Tengo un sueño, los Semilleros creativos en documental
Este 20 de octubre se estrenó en el Auditorio Nacional, en la Ciudad de México, el documental Tengo un sueño, del director Carlos Lara. Esta película registra el proceso de preparación de niños de Semilleros Creativos de todo México rumbo al magno concierto que se realizó el 19 noviembre de 2019 en ese mismo recinto.
La mayor parte de la filmación se hizo en la semana previa a este evento, en el que participaron alrededor de 600 integrantes de los Semilleros creativos. Con la llegada de la pandemia de covid-19 unos meses después, Lara tuvo que encargarse de la edición y post producción del proyecto en el confinamiento.
Desde 2017, Lara es tallerista en el Semillero creativo de Cine en la Ciudad de México, con sede en la Fábrica de Artes y Oficios (Faro) Aragón. Ahí trabaja con niños y adolescentes para que desarrollen su creatividad a través del séptimo arte y fueron quienes fotografiaron, grabaron sonido y realizaron otras actividades técnicas de la película.
Su participación fue clave, explica Lara en entrevista, ya que así el registro del trabajo y esfuerzo de los otros Semilleros creativos no vino de una mirada externa e impersonal, sino de sus propios participantes que compartían vivencias y motivaciones con los jóvenes artistas.
“Fue muy bonito, porque eran jóvenes dándole su lugar a otros jóvenes. Todo el proceso fue confrontarse a sí mismos y a sus creencias. Vieron que había otros chavos en otros lugares de la República que también necesitaban un espacio seguro para divertirse. Encontraron algo en común entre todos”, menciona.
Irasema Carranco, una de las jóvenes que participó en la realización de Tengo un sueño, recalcó ese autodescubrimiento en la presentación de la película. “Fue un proceso difícil de confrontarte a ti mismo, confrontar tu gran miedo y a pesar de todo salir adelante”, compartió con la audiencia. “Es muy bonito ver que de casi no tener recursos y a veces ni dinero para comprarte una cámara, ahora estar parados aquí es algo muy grande”.
Antes de trabajar como tallerista en los Semilleros creativos, Lara había dado otros talleres de cine para jóvenes en comunidades en la marginación. De acuerdo con su experiencia, un arte como el cine, que es al mismo tiempo introspectivo y colaborativo, ha resultado positivo para personas en situaciones de vida complicadas.
“El cine es un pretexto para escuchar a niños y adolescentes. Era muy enternecedor ver el contraste entre lo que contaban ellos y lo que los adultos creían que nos iban a platicar”, cuenta. “Mientras más me involucré, más me ayudó a darme cuenta que como sociedad tenemos muchos estereotipos y prejuicios hacia las personas que viven en estas comunidades”.
Para Carlos Lara, lo que mejor hacen los Semilleros creativos es brindar un lugar seguro más allá de las paredes de sus casas. “El arte es un pretexto para que podamos expresarnos, reconocernos y hermanarnos”, agrega. “El arte es una casa gigante que te deja expresarte y entender al otro. Eso enriquece a mis alumnos y al resto de los niños que participan en los Semilleros”.
JLMR