Sheinbaum, un viejo teléfono y la pandemia

La jefa de Gobierno usa esta herramienta para buscar soluciones poco convencionales para la pandemia del covid-19, uno de los más grandes retos de la mandataria local.

Claudia Sheinbaum ha respondido a las emergencias que han ocurrido en la CdMx a través de su celular. (Tomado de @Claudiashein)
Wilbert Torre
Ciudad de México /

Nunca un problema institucional exigió a la jefa de gobierno tanto tiempo y concentración como la crisis del coronavirus. Ahora, además de los conflictos de la Ciudad, Claudia Sheinbaum, las cejas en punta y los ojos más abiertos de lo habitual, sigue en el teléfono los informes sobre la evolución de la enfermedad y un amasijo de eventos desencadenados por el virus, todo el tiempo.

Son veinte o treinta las marchas y peticiones asociadas al coronavirus que Sheinbaum y su equipo enfrentan a diario, más la revisión de los pacientes contagiados, intubados y portadores, al tiempo que resuelven una galería de requerimientos de dinero, médicos y materiales y negocian con taxistas, comerciantes y ministros de culto reanudar actividades tras la parálisis más prolongada de la ciudad.

Los reportes no paran de saltar en su imprescindible celular cuando está en casa y en los monitores de su oficina de ventanas monumentales que atisban al Zócalo. Sheinbaum preserva el mismo número hace 15 años. En la alcaldía de Tlalpan lo compartió con los vecinos que le envían mensajes en medio de la crisis.

El coronavirus es un enemigo invisible que sofoca la economía, disloca la vida familiar y multiplica los desafíos de las instituciones, mientras las debilita: Un tercio de los 300 mil empleados de gobierno permanecen en sus casas. 9 mil se contagiaron. La Procuraduría y el Poder Judicial trabajan a la mitad y recorren las calles dos terceras partes de 90 mil policías.

Han muerto 250 agentes, 100 empleados de la Secretaría de Gobierno y 20 conductores y señoras de las taquillas del metro. Dos mil médicos y enfermeras se refugiaron en sus casas. Cuatro secretarios contrajeron la enfermedad y Sheinbaum permaneció aislada una semana.

El miércoles 8 y el jueves 9 de julio, dos de los días de movimiento más intenso desde la reanudación de actividades en junio, los informes comunicaron a Sheinbaum:

–800 personas hacen fila para entrar a Plaza Delta.

–El centro reporta una asistencia alta de personas.

–Comerciantes del bosque de Aragón y de Chapultepec exigen reanudar actividades.

–400 artesanos oaxaqueños llegan al Zócalo y se les ayuda a obtener un crédito del gobierno federal.

–Una marcha de taxistas y comerciantes del centro exige reanudar actividades.

–Los obispos y ministros de culto insisten en reabrir los templos.

El liderazgo político es una fusión de temperamento, símbolos y razón. La jefa de gobierno, poco proclive a los simbolismos, dirige un esfuerzo de trabajo colaborativo entre instituciones públicas, universidades e instituciones científicas para contener la enfermedad.

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"Hace cuatro meses estamos ciclados en esta crisis", ilustró Iván Escalante, director de Comunicación, un día de julio cuando Sheinbaum anunció la compra de trolebuses en un intento por res-catar a la ciudad del marasmo pandémico. "Hemos estado entre el sismo y el remolino del virus", sintetizó Rosa Icela Rodríguez, secretaria general de Gobierno hasta ese mes.

El viejo número telefónico de Sheinbaum trasciende una mera costumbre. Sus colaboradores en-marcan su significado en una frase que les ha repetido desde su primer cargo público: “Hagamos lo que la gente espera”. El celular resume su ideal de gobierno: cercano a la ciudadanía, que la escuche y sea sensible a sus problemas.

Sheinbaum tiene 58 años y un estilo mesurado. No dispone de un escritor de discursos y se cuida de no decir ni firmar nada que no haya dicho, escrito, o revisado. Mantiene un perfil discreto, evade la politización de los asuntos y se mete a fondo en los problemas para encontrar soluciones efectivas. Dos veces a la semana recibe en audiencias públicas a ciudadanos con problemas.

Todos los días, excepto sábados y domingos, despierta antes de las 5 de la mañana. La línea a sus colaboradores es mantenerse alertas todo el tiempo. Una guardia de 24 horas le informó del incendio en la Merced, la última Navidad, y el choque del metro, una medianoche de marzo.

"Con Claudia no hay espacio para desperdigarse. Es muy hands on y se mete en todo", dijo José Merino, director de la Agencia Digital de Innovación.

En febrero Sheinbaum instauró las reuniones diarias de su gabinete para atender la pandemia. Ella replicó este ejercicio –explicó Merino– y de facto creó un sistema único de instituciones metropolitanas y federales para que los enfermos pudieran atenderse en el IMSS o el ISSSTE.

"Como buena física, tiene un elevado entendimiento de las matemáticas y diseña soluciones por medio de modelos que ayuda a definir y ajusta con los expertos", relató la secretaria de Salud Oliva López Arellano.

La crisis sanitaria es la prueba más compleja de Sheinbaum en el servicio público. Siempre solida-ria con el presidente, ha adoptado decisiones diferentes: En marzo se opuso a la decisión del sub-secretario López Gatell de mantener el Vive Latino y comenzó a practicar 2 mil pruebas en la ciudad, y en junio ordenó una agresiva campaña para promover el uso del tapabocas.

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En los traslados Sheinbaum lee en el celular los artículos que le envían sus colegas científicos. "Mira lo que Mario me mandó", dijo en junio a un colaborador. Mario se apellida Molina. Ese día el Premio Nobel demostró que el cubrebocas redujo las infecciones en Italia y Nueva York.

El estudio le alegró el día. Molina fue su jefe en un proyecto sobre cambio climático antes de unirse al equipo de López Obrador. Entusiasmada, dio instrucciones para ir a fondo en la promoción del tapabocas y siguió un método de rutina: solicitó propuestas, las revisó y sugirió modificaciones. Más tarde tuvo una reunión con el equipo creativo para analizar la metodología y las imágenes de la campaña.

En marzo de 2019, tras una serie de micro temblores que causaron alarma, la bióloga Rosaura Ruiz, secretaria de Educación, reunió a lo mejores sismólogos y fundó la red de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación para resolver los problemas de la ciudad con la ayuda de la comunidad científica.

En febrero Sheinbaum le pidió convocar a los científicos para enfrentar la pandemia. Ruiz reunió a los directores de los institutos de Ciencias Médicas y Nutrición, Enfermedades Respiratorias y Medicina Genómica, y a los titulares de facultades e institutos de Matemáticas Aplicadas, Química, Física, Geofísica y Ecología de la UNAM.

"En marzo decidimos hacer las pruebas para detectar el virus", dijo Ruiz. Pero el abasto de insumos entró en crisis. Entonces la UNAM preparó los tubos para las tomas de muestra y las facultades de Medicina y Química se movilizaron para obtener sustitutos de sales y antibióticos.

"Hemos procesado 120 mil pruebas, 45 especialistas en turnos de 16 horas", relató el doctor Luis Herrera, director del Instituto Nacional de Medicina Genómica. En Xochimilco el gobierno inauguró una fábrica incubada por la facultad de ingeniería de la UNAM: un racimo de hombres opera las máquinas y un ejército de mujeres ha detallado un millón de cubrebocas con una calidad superior a las KN95.

En abril hubo en una segunda reunión de autoridades y la comunidad académica. "Fue muy importante porque se acordó con López-Gatell la autonomía de la zona metropolitana en decisiones de concentración demográfica", explicó López Arellano.

Entre los episodios críticos enumera un brote feroz de sarampión en marzo y después la adaptación de los hospitales. "La transformación fue cruenta porque las empresas modificaron planes y aumentaron costos. Enfrentamos un sindicato charro que defendía privilegios y la idea de no tra-bajar, mientras sufríamos para contratar personal a cuenta gotas".

Pese a todo, dijo López Arellano, en mayo, en el pico más alto de contagios, ya se habían instala-do 11 hospitales adicionales que resolvieron la saturación de los institutos nacionales.

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Miércoles 2 de septiembre. Un anafre con elotes ardía en la calle de La Soledad. Solo abrieron los comercios con número par y aún así la gente se amontonaba. Enfundados en chalecos verdes, empleados de gobierno alzaban letreros para machacar el uso del tabapocas y en las tiendas los trabajadores esperaban clientes con gel y un termómetro en la mano.

En mayo, en el peor momento de la pandemia, Sheinbaum y su equipo definieron las reglas de reapertura a partir de un dato escalofriante: la ciudad es habitada por nueve millones de personas, pero otros seis millones llegan todos los días a vender, comprar o trabajar. Solo el centro recibe dos millones de visitas.

“La historia del modelo epidemiológico de la ciudad es alucinante”, sintetizó Merino. “Solo exis-tía uno de un crucero y añadimos otros de Cinvestab, Conacyt y CIDE. Eduardo Clarck lo dise-ñó en tres semanas”. Descartaron los casos positivos como base. Todas las pruebas posibles, sos-tuvo Merino, no hubieran aportado un numero preciso y la ciudad no tenía capacidad para hacer-las.
“Hay un fetichismo acerca de las pruebas. En términos de atención médica no son un factor cen-tral porque no existe una cura”, opinó Merino. “La prueba de VIH es indispensable porque de ella depende un tratamiento. Con el covid no es así”. Veían como un despropósito usar una variable subestimada y propusieron los pacientes hospitalizados. “Fue acertado. No nos interesaba la cu-riosidad intelectual del número de infectados. El modelo debía decirnos cuántos ventiladores, enfermeras y especialistas serían necesarios”.

La Agencia de Merino coordinó a las autoridades. “Claudia estaba angustiada de imaginar hasta dónde podía llegar la ciudad y cuáles serían los escenarios del contagio”. Desde marzo recurrió, por democrático y barato, al sistema SMS para identificar personas sospechosas y contrató a 400 operadores y cien médicos para atender llamadas en Locatel. En junio inició el rastreo de casos positivos.

“En ese momento se volvió central el tapabocas”, destacó. “Ahora lo más importante es evitar un rebrote que obligaría a clausurar actividades con un impacto brutal en una ciudad donde la mitad tiene un empleo informal”.

Sheinbaum tiene varios cubrebocas de diferente color. Cuando alguien lo desliza a la barbilla, ella pide devolverlo a su sitio y elevar la voz.

“Veo que adecuaron la sala para poderlos recibir pronto, ¡está muy elegante!”, dijo el miércoles a los periodistas. Al lado tenía su inseparable celular. Mencionó un nuevo registro de 5 mil pruebas diarias, “muy superior a otros Estados”, y que el porcentaje de casos positivos, sobre 50% en ju-lio, disminuyó a 34.2%.

Pero la ciudad está lejos de recuperar su antiguo su músculo. En metro, dijo Sheinbaum, viaja menos de la mitad que antes de la pandemia.

“Debíamos considerar el corazón anarquista de la ciudad”, dijo López Arellano y Merino señaló la condición anómala de la ciudad: “En semáforo rojo, con las industrias de cerveza, minería y manufacturas paralizadas, la ocupación de hospitales era de 62%. Lo anormal es que retomamos actividades en un momento alto de la pandemia y no hubo un rebrote, sino dos meses y medio de caídas lentas en activos, contagios y pacientes en cama”.

En una esquina del centro un vendedor murmuró que, cuando mucho, la venta de su deliciosa crema de coco se recuperó 40%. “Está muy complicada la cosa. Pero si no salimos a vender, no hay ni mucho, ni poco”, dijo con la boca y la nariz atrincheradas en una máscara del santo.

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