El martes Acapulco vivió una de las noches más largas tras el sismo de magnitud 7.1 que dejó un sin número de colonias en la oscuridad, con turistas y porteños que durmieron a la intemperie.
A las 20:47 horas se escucharon gritos de mujeres y niños azuzados por el temblor.
—¡El niño, ¡el niño! —gritaba desesperada doña Rosario, quien no atinaba a hacer algo porque el temblor continuaba.
—¡Mamá, la tele se va a caer! —decía su hija.
Enseguida llegó la oscuridad y más gritos. La gente comenzó a salir de sus casas apoderándose de las calles; en la Costera los turistas bajaban escaleras envueltos en toallas o en traje de baño.
Más pánico se generó en trabajadores hoteleros, turistas y porteños, pues empezaron a romperse los vidrios de hoteles, se cayeron plafones y estructuras metálicas que dañaron autos.
También cayeron postes, muros y bardas; se agrietaron casas, departamentos, negocios y tiendas de conveniencia, así como centros comerciales.
A las 21:00 horas las calles se llenaron de turistas que dejaron la comodidad de las hospederías y condominios de lujo para ocupar banquetas, camellones, sillones de hoteles y hasta jardineras.
En la colonia Chinameca, habitantes amarraban dos autos para evitar que cayeran a un barranco.
En Chilpancingo la telefonía celular colapsó y, tras el susto, surgieron los primeros reportes sobre fugas de gas, colapso de bardas, daños en edificios públicos y el desalojo de 70 personas de sus departamentos en el conjunto habitacional Infonavit, donde tres edificios fueron declarados como inhabitables.
Varios de sus moradores vivieron el sismo de 1985 en Ciudad de México y no pudieron evitar relacionar aquel acontecimiento con este.
“Para mí este fue más fuerte”, señaló una mujer de 60 años.
Algunos de los habitantes que fueron evacuados se trasladaron a la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, otros se refugiaron con familiares o amigos y, a pesar del miedo a las réplicas, unos más se resistieron a retirarse por miedo a que sus casas sufrieran robos.
En la clínica del ISSSTE de Chilpancingo, los pacientes fueron llevados al estacionamiento por el temor que provocó la caída de plafones y las grietas que quedaron expuestas en varias paredes.
La ciudad quedó en penumbras casi 40 minutos. Las aceras, explanadas y áreas verdes fueron saturadas por moradores que observaban con temor sus domicilios, agudizando la vista para tratar de detectar entre las sombras algunas señales que delataran daños estructurales.
La mañana del miércoles se confirmó que una vivienda colapsó en el barrio de San Antonio, en el centro de la ciudad, y la familia afectada lamentó no haber recibido el respaldo de las autoridades. La incertidumbre y angustia se instalaron nuevamente en la capital de Guerrero.
ledz