El joven, de sudadera negra, detiene su motocicleta junto al puente del Arco Norte de Atitalaquia. No la apaga, solo se orilla para que subas en ella y te lleve a una de las varias arterias del corazón del huachicol, acá en el Valle del Mezquital.
La tarde está a punto de morir. Mientras conduce sobre la carretera salpicada de locales de comida, tiendas de autoservicio, peluquerías y semáforos sin vida, el joven te dice que el huachicolero de su pueblo está en una lista amenazado de muerte.
Hace poco el joven y su padre le compraron gasolina robada para su camioneta. Entonces comenzó a circular en grupos de WhatsApp una amenaza en contra de soplones y ladrones con una lista de quienes ya están ubicados.
El mensaje lo firma el Cartel de Jalisco Nueva Generación. Advierte que no están jugando, que van a torturar, matar y descuartizar a los ladrones. Según el texto vienen de parte del señor.
El huachicolero está en esa lista. El padre del joven miró el mensaje y le advirtió a su hijo que no le compraran más gasolina. Ante una amenaza como esa es mejor mantenerse alejados.
Después de diez minutos en moto el joven te deja en su pueblo, en donde vive el huachicolero y varios más en el anonimato y entre quienes conocen a lo que se dedican.
No puedes acercarte al huachicolero por la amenaza que hay sobre él. Entonces vas a tu lista de contactos en el celular y recurres a dos de ellos. Amigos de la infancia. El primero te dice que tiene años que no compra huachicol.
Entre mensaje y mensaje te cuenta que están matando a los huachicoleros de la zona, uno en Bomintzha, allá en Tula y otro en Atitalaquia. Entonces te envía el texto de la amenaza que ya habías leído.
“Yo creo que la nota ya no es el huachicol, es más la violencia que se está dando en la zona”, dice por mensaje desde su casa y cuenta que hace apenas unos días la policía detuvo a varios secuestradores. No dice más.
Tu otro amigo te cuenta por mensaje que conoce a varios huachicoleros del pueblo, te nombra a tres y a unos primos de una compañera de la escuela. Te dice que dos huachicoleros son los que sobresalen como vendedores pero que el huachicolero verdaderamente pesado está en otro pueblo cercano, el Dendho.
Cuando le mencionas si podría ayudarte a contactar con alguno de los huachicoleros te dice que está complicado, que mejor te acerques al hermano de uno de ellos para poder llegar a él, pero que no cree que hable de lo que se dedica su propio hermano.
Te envía el texto de la amenaza y te cuenta que han sido cerca de cuatro asesinatos los últimos días en la zona. “Era una ejecución diaria, yo creo que andaban limpiando”, dice detrás de su escritorio mientras responde el último mensaje.
Hay un viejo huachicolero en otra comunidad, vendía gasolina y era halcón. Hace tiempo que dejó el negocio. El padre del joven que te llevó a su pueblo te dice que está enredado llegar a su casa. Solo tienes un pensamiento en mente: lo irás a buscar. La noche ha abrazado al pueblo por completo y la luna llena lo observa desde lo alto entre las nubes.