Abrazos, muestras de afecto que simbolizaron el fin de guerras y que ahora son limitados

Día del abrazo

También es la manera para expresar cariño, amor y amistad; una acción que mejora la salud pero debemos abstenernos ahora por el covid, que se debe evitar todo tipo de contacto físico

Día Internacional del Abrazo (Shutterstock).
Pachuca /

La pandemia de covid-19 generó muchos cambios en la vida cotidiana en todo el mundo, los lineamientos y medidas de bioseguridad para evitar contagios de este padecimiento respiratorio han condenado una de las expresiones de afecto más viejas de la humanidad, el abrazo; aunque el más universal de los gestos de cordialidad y cortesía tal vez sea el apretón de manos, el cual se practicaba en la Mesopotamia de la Edad de Bronce, los países han creado todo un ecosistema social en torno al abrazo, lo cual llevó a la instauración del Día Internacional del Abrazo.

Este acto de comunicación no verbal, el cual está arraigado en la cultura de la humanidad, tuvo su primera celebración hasta el año de 1986, un 21 de enero, por Kevin Zaborney, estadounidense quien preocupado por las pocas muestras de afecto que realiza la gente en público incluso con los miembros de su familia, pensó en crear una festividad que les brindará una excusa de hacer algo que a todos gusta como es dar y recibir abrazos. Teniendo como sede el pueblo de Clio en Michigan, Estados Unidos, después se popularizó en el país gracias al Calendario de eventos Chase, publicación que presentaba todas las festividades locales del año, además de que el dueño era el abuelo de una de las mejores amigas de Zaborney.

 

Antes de la pandemia, a esta acción de afecto entre seres humanos se le atribuían diversos beneficios, pues además de dar confort, ser calentitos y en ocasiones ponernos el corazón a mil por hora, los abrazos aportan muchos beneficios para la salud tanto física como psicológica: aportan seguridad, el ser humano es muy frágil por naturaleza, sobre todo cuando somos bebés, así que una buena dosis de abrazos nos ayuda a sentirnos seguros y confiados; provoca placer, cada vez que abrazamos a alguien o nos abrazan nuestro cerebro segrega dos sustancias que son la dopamina y la serotonina, ambas reducen el estrés y juntas proporcionan calma, tranquilidad y sosiego.

Cubre necesidades afectivas, una persona necesita diariamente 14 abrazos para sentirse plenamente querido, las personas que no muestran afecto sufren de algo que en psicología se conoce como hambre de piel y no es más que la necesidad de contacto humano; permiten funcionar de mejor manera, cada abrazo nos ayuda a centrarnos y mantenernos felices y funcionales cada día; la mejor cura contra la timidez, permite a las personas tímidas entrar en confianza, ser más abiertos, espontáneos y seguros de sí mismos; disminuye la presión arterial, las personas que no tienen mucho contacto físico poseen una frecuencia cardiaca y una presión arterial mucho más alta que las personas que reciben abrazos de manera frecuente.

 

Abrazos que acabaron guerras

El abrazo es una muestra de amor o un saludo, según el contexto, puede tener un significado más parecido a la condolencia o al consuelo, pero también es un reflejo de hermandad y paz, algunos episodios históricos del siglo XIX, que suponían la reconciliación de bandos enfrentados en distintas guerras incluyen este acto, como es el famoso e histórico Abrazo de Acatempan, 10 de febrero de 1821, entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero que significó el fin de la Guerra de Independencia en México; así como en otros países de Latinoamérica como son: el Abrazo del Arroyo Monzón, en Uruguay el 19 de marzo de 1818, entre Fructuoso Rivera y Juan Antonio Lavalleja; Abrazo de Maipú, en Chile 1818, entre Bernardo O'Higgins y José de San Martín; Abrazo de Maquinhuayo, en Perú el 24 de abril de 1834; Abrazo del Estrecho, Chile-Argentina el 15 de febrero de 1899, entre Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz Echaurren.

De igual forma, el abrazo también es una expresión de respeto entre rivales, los jugadores de futbol, Cristiano Ronaldo y Lionel Messi en abril de 2017, minutos antes de saltar a disputar un Clásico del balompié español, se dieron un abrazo clandestino que las cámaras no captaron, pero del que todo el mundo habló, porque sirvió para dar por resuelto, en cierta manera, el clima de rivalidad encarnizada entre Barcelona y Real Madrid que se había desatado en temporadas anteriores; Pau Gasol y Kobe Bryant, testimonio de una intensa camaradería deportiva que hoy, tras la muerte de Bryant, resulta más conmovedora que nunca; el mediático abrazo con el que Barack Obama quiso hacer explícito su apoyo a Hillary Clinton en 2016, cuando su rival interna y aliada de conveniencia se convirtió en la alternativa demócrata a Donald Trump. 

Incluso un par de obispos de Roma tan antagónicos sobre el papel como Francisco I y Benedicto XVI quisieron abrazarse en público para mostrarle al mundo la inesperada simpatía que se tienen en privado; o el abrazo que inició el fin de la Guerra Fría, en enero de 1988, al ratificarse en Moscú, Rusia, el Tratado Sobre Armas Nucleares de Rango Intermedio, firmado en Washington un mes antes, el otrora presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y el premier soviético Mijaíl Gorbachov quisieron escenificar unos niveles de cordialidad hasta entonces inéditos y se abrazaron ante las cámaras por vez primera. Fue un abrazo incómodo, casi un gesto truncado, pero sirvió para terminar con este conflicto entre ambas naciones. 

  • Teodoro Santos

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