Noemí Ballesteros Guzmán llegó entusiasta este martes a ser parte de las actividades que se realizan en el Club INAPAM que se ubica en el centro de Pachuca, que reabrió sus puertas en cuanto las autoridades sanitarias así lo permitieron y junto a sus compañeras, disfruta de las actividades que se dan en este lugar y este día, decidió colorear mandalas, que le ayudan a evitar dolores articulares y a tener una mejor coordinación motriz.
Noemí colorea la figura simétrica, mientras agradece volver a retomar sus actividades, ver nuevamente a sus compañeras y salir a disfrutar de las actividades que se ofrecen en este lugar, “porque nos distraemos y también convivimos, es algo que no pudimos hacer durante dos años por la pandemia, causante de la muerte de mi esposo, pero he recibido el apoyo de muchas personas, pero sobre todo de Dios”, piensa, mientras sigue coloreando.
Junto a ella está Victoria Rodríguez López, quien también toma un color verde para darle vida a su dibujo, pero relata que a estos dos años de pandemia los puede describir como “de mucho miedo”, porque de repente, personas cercanas, sobre todo vecinas, fueron falleciendo, “por lo que me daba pánico salir, y más cuando mis hijos tenían que salir a trabajar, estábamos de una pieza”, dice.
A ambas mujeres les dio covid-19. Victoria fue asintomática, para Noemí no tanto, aunque no requirió ser ingresada al hospital, “mi hijo nos compró a mi esposo y a mí el oxígeno, así que estuvimos siempre bien atendidos, gracias a Dios, pero mi esposo, pese a que lo obligamos a que se vacunara, pues llegó la enfermedad y no la superó, y pues realmente no tenía alguna ninguna comorbilidad, pero no aguantó y falleció”, dice.
Frente a ellas está sentada María de la Luz Bravo, quien señala que en este lugar ha podido encontrar un buen compañerismo, necesario después de dos años de permanecer encerrada, “no salía para nada, me daba mucho miedo, y pues tanto tiempo de no tener actividades por lo que mis piernas lo resintieron, pero ya poco a poco estoy regresando a mis clases de baile y al Tai-chi, práctica por la que soy parte del equipo a nivel nacional, pero la pandemia me paró y mi cuerpo lo resintió”, dice.
Las tres, junto a otras tres mujeres que ingresaron a ser parte de las actividades del Club INAPAM, siguen pintando las mandalas que les ha ofrecido Maricarmen Hernández, la profesora que les explica con paciencia el beneficio de realizar esta actividad, “porque esto ayuda sobre todo a las personas que tienen problemas de artritis y este movimiento para que no tenga dolor, además de que la elección de colores alerta a sus cerebros”, indica.
Así, continúan perdiéndose en la composición fractal y repetitiva que representa al universo, y entre ellas saben que la pandemia “nos dejó la gran enseñanza de amar más a nuestros seres queridos y a vivir esta oportunidad de vida que tenemos, porque ahora sabemos y hemos vivido una pandemia, pero también sabemos que hay que amar más nuestras vidas y por eso estamos aquí”.