Collares para perritos, un proceso minucioso con amor

En un mercado lleno de collares de plástico y desechable, la familia Hernández les dedica tiempo y esfuerzo para consentir a las mascotas; un oficio que realizan desde hace siete años.

La familia Hernández dedica tiempo y esfuerzo a la fabricación de collares para consentir a las mascotas. Foto | Sergio Sánchez
Xonacatlán | Estado de México /

Desde hace más de siete años la familia Hernández Reyes se han dedicado a la producción de collares y pecheras de piel para lomitos, los cuales tardan hasta una semana en fabricar.

Antes de salir al mercado deben pasar por un proceso de curtido, cortado, teñido y acabado para no lastimar el cuello de los mejores amigos del hombre. Aunque se trata de un artículo aparentemente fácil de realizar, implica mucho trabajo, tiempo y dedicación


“El mercado está inundado de collares sintéticos y de plástico, porque son baratos y es fácil comprar la cinta, armarla y se acabó, lo que nosotros hacemos es un oficio que no cualquiera sabe, gracias a eso hay poca competencia”, refiere Antonio de Jesús Hernández Robles.


Aunque hay collares lisos, con estoperoles o forros, su especialidad es el troquelado, un estilo que antes solo era para los cinturones con leyendas de México, suertes charras o grecas, pero hoy junto con su familia ha incursionado a los collares con figuras de perritos, huellitas o huesitos.

¿De qué están hechos los collares?


Los collares de su negocio son de piel de vaca y una excelente opción para las mascotas, especialmente de talla grande, porque que tienen mayor durabilidad. Su materia prima -baqueta o sillero- proviene principalmente de Tenango del Valle, donde cuatro o cinco meses antes el curtidor trata la piel para darle la mejor textura y posteriormente el peletero le da el terminado que él necesita; aunque también la consigue de Buenavista de Cuéllar en Guerrero y León Guanajuato.


“La baqueta la conseguimos en hoja, pedacería y gruesa, pero la podemos rebajar, grabar, entintar, coser y demás. Este material no solo sirve para los collares sino para las chamarras, bolsas, carteras, cinturones, entre otros artículos”.
Los collares son fabricados con piel de vaca. | Foto (Sergio Sánchez)


También compra napa -retazos de piel- para las correas de las cabezadas de los caballos, que también hace, porque es muy resistente. 


No utilizamos nada sintético y reciclamos toda la baqueta que, a mi papá, que hace cinturones, no le sirve porque son pequeños tramos que aprovechamos para hacer llaveros de perrito”.

Cientos de collares fabricados al mes

Gracias a que en los últimos años las nuevas generaciones han mostrado un gran interés por el bienestar y amor a los animales, es como su negocio ha crecido y le permite fabricar cientos de collares al mes. Cada martes realiza la bitácora de producción y con el apoyo de cuatro trabajadores, incluido su hijo de 12 años, quien cobra un sueldo; arranca sus actividades puliendo la baqueta con una grasa especial para que el collar no lastime al animalito.

“La pulimos con el engrudo y la ponemos al sol, pero debemos tener mucho cuidado porque si se expone demasiado se hace como chicharrón y se va a quebrar, según la intensidad del sol puede quedarse entre media hora y una hora”.


Una vez que la baqueta se seca, se empareja y se escoge, la más larga y gruesa es para los collares más grandes, del número siete, para razas como San Bernardo y Rottweiler; el número seis para el pastor alemán o labrador, y así sucesivamente. 

“El collar más comercial es el número cinco porque es para perros de talla mediana, aunque los collares son ajustables como los cinturones, un collar del siete cuesta en el mercado alrededor de 150 pesos”.

Posteriormente, dan el ancho y hacen las aberturas para los pasadores, llega a la maquina troqueladora y se aportilla con el tibial, es decir, hacen los hoyitos para la aguja abatible de la hebilla. Enseguida le ponen engrudo en los cantos o las orillas para que se pula, luego lo pintan o refila, le ponen una laca de origen industrial, que es la que da brillo, textura y protege del agua y el sol; por último, colocan los herrajes que son de origen nacional y están reforzados.

Actualmente la Ciudad de México, Toluca y sus alrededores, así como el mercado de animales de San Bernabé en Almoloya de Juárez se han convertido en sus principales puntos de comercialización. 

“Damos un precio competitivo, créditos y vendemos por mayoreo para ganarnos a los clientes, a San Bernabé llega mucha gente de Michoacán, Puebla e Hidalgo a quienes les vendemos grandes cantidades”.

Un negocio de tradición familiar

Su negocio, ubicado en el barrio de San Antonio en la cabecera municipal de Xonacatlán, proviene de la herencia familia que le dejó su abuelo a su padre y hoy él comparte con otros tres hermanos, aunque cada uno en su propio giro.


  • Alondra Ávila
  • alondra.avila@milenio.com
  • Comunicologa por el CUSXXI y con 16 años de experiencia en medios de comunicación. Desde 2012 colabora en Milenio Estado de México en la sección de Negocios. Ganadora del 9o Premio al Periodismo sobre Innovación Científica y Tecnológica en 2018.

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