Circular por las calles del Centro Histórico de Pachuca refleja una realidad que invade los pasos peatonales, espacios públicos e incluso incomoda a más de un locatario de la zona, el llamado “ambulantaje” o “comercio informal”, el cual parece crecer día a día en la capital de Hidalgo.
Dice llamarse “Silvia”, prefiere no dar más datos sobre ella, inició en la venta informal con sólo un “puesto” de chamarras, ahora oferta playeras, calcetines, ropa interior, peluches, gorras, “de todo un poco, porque hay que buscarle para ganar dinero”, dice. Un poco renuente comentó que se dedica a esta actividad por “necesidad” ya que no cuenta con otra fuente de ingresos, y la competencia en las calles la orilló a ampliar su mercado.
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No es la única persona que hace de las banquetas de la Bella Airosa su espacio de venta, “no me conviene pagar una renta, es muy caro, no sacaría para comer”, señala; igualmente, el poco acceso a una plaza laboral la mantiene en esta actividad, además del desconocimiento de “volverse formal”, pues no sabe a qué instancias o autoridades debe acercase para lograr ese estatus.
Algunos de estos comerciantes ambulantes pertenecen a una agrupación, con un líder que les informa sobre las acciones que deben realizar, así como el pago de cuotas, para continuar ofertando sus productos; algunos otros cuentan con permisos emitidos por la presidencia municipal, instancia que estima poco más de 400 personas con documentación para operar en espacios públicos, esto de un universo de más de mil comerciantes informales con sede en la capital de Hidalgo.
Es prácticamente imposible no toparse con alguno de estos puestos ambulantes al recorrer calles como Guerrero, o las inmediaciones de la Plaza Independencia, ya que incluso a la sombra del Reloj Monumental instalan espacios improvisados para vender su mercancía; ropa íntima, sudaderas, chamarras, playeras, gorras, juguetes, peluches, artículos de cocina, artesanías e incluso joyería contrastan con el gris del pavimento y de las banquetas, todo disponible mientras se recorre el Centro Histórico de Pachuca.
Los gritos de “llévele, llévele”, al igual que “puede preguntar güerita, sin compromiso”, no están ausentes, pero muchas de estas personas prefieren no dar su nombre al preguntarlo, se rehúsan a salir en una fotografía; incluso algunos de ellos, quienes en su mayoría ponen a la vista los precios de sus productos, parecen incluso reacios a la interacción humana, con un temple de “pocos amigos”, esperando sólo a ver si se busca adquirir un producto.
El “ambulantaje” en Pachuca parece proliferar ante una economía que parece entrar en crisis, “ya no alcanza para nada, por eso hay que vender y tratar de ganar dinero de forma honesta”, sentencia “Silvia”; pero a la vez, parece estar cómoda bajo este estilo de vida, pues sabe que ninguna persona además de ella obtendrá un beneficio de su trabajo, salvo por las cuotas que paga por ocupar un espacio cercano a los dos metros cuadrados en la vía pública, aunque prefirió no decir quién obtiene ese pago y de cuánto es el mismo.
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