Sobreviven entre láminas y sin agua

Historia

Familias de la comunidad de El Ranchito, en Guadalupe, tienen que soportar las altas temperaturas y la escasez de agua en NL.

Entre una montaña de láminas, cartón, madera y desperdicios, Guadalupe Hernández habita junto con sus cuatro hijos y esposo. Foto: Leonel Rocha
Eduardo Mendieta
Guadalupe /

Entre una montaña de láminas, cartón, madera y desperdicios, Guadalupe Hernández habita junto con sus cuatro hijos y esposo, en una choza que parece un “horno” a 42 grados, además de sumar la falta de agua potable para los integrantes.

La vivienda de doña Guadalupe es una choza sin calle ni número, en el sector que es identificado como parte de la comunidad de El Ranchito, ubicada sobre un retorno del bulevar Miguel de la Madrid y la avenida Israel Cavazos, en el municipio de Guadalupe.

Es una de las familias que se dedican a pepenar basura y forman parte de este asentamiento irregular donde las autoridades del municipio llevaron pipas de agua no potable para que puedan bañarse, lavarse las manos y para las necesidades más básicas.

“Hay abanico, pero creo que está mejor afuera por el airecito, se siente el calorón como quiera. Ya en la noche se siente poquito medio frescón, pero los niños no aguantan el calor, vienen todo el calorón, los tenemos que pasar, ni modo de renegar.
“Aquí en el cuarto de ellos se siente más caliente, pero aquí le abrimos para que entrara aire aquí a la casa, que está hecha de lámina y madera. Aquí vivimos mis cuatro hijos y mi esposo, ya llevamos 13 aquí y de aquel lado otros 8 años, yo vivía enfrente”, señala.

La joven madre indica que se siente contenta de que el municipio les llevó agua no potable para las necesidades más apremiantes.

“Ya por lo menos nos trajeron agua para bañarnos, porque la potable nos la traemos de allá, de (la colonia) Valle Soleado”, comenta Guadalupe, que tienen que caminar un kilómetro para ir por agua para tomar.

El panorama es muy similar al de doña María Elena Torres Mata, con ocho años de vivir en esa comunidad, que no tiene servicios básicos, están colgados de la luz y no tienen agua potable.

El calor es insoportable, hay desperdicios por todos lados, pues su trabajo es de pepenar basura. Intentan hidratar a sus nietos con agua y refresco ante la temperatura que se eleva al interior de su choza.

“¡El calor está nombre, cállese la boca!, yo casi no estoy, porque salgo a pepenar, adentro están mis huercos, tengo un abanico, ya vio qué padre está. Dios nos hace vivir así, a veces me los llevo para arriba al árbol, pero es muy difícil para las criaturas estar allá”, platica la señora.

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