Karla salió de su país, Venezuela, porque allá, dice, se gana poco, todo es caro y los ingresos no alcanzan para los gastos. Migró a Colombia, regresó a Venezuela y ahora está en México.
Miércoles por la tarde, es verano pero no lo parece, una ligera lluvia cae sobre la colonia el Palmar, en la ciudad de Pachuca, capital del estado de Hidalgo. La calle principal de la colonia está salpicada de comercios, puestos de tacos, verdulerías y panaderías.
En uno de ellos, de venta de ropa, sentada en la entrada a la espera de clientes está Karla. Es joven, tiene 23 años, tez blanca, bajita, pelo largo; viste jeans, un suéter negro y sandalias.
Desde hace tres meses vive en Pachuca, la ciudad de los vientos, aunque ahora hay lluvia. Antes de la capital hidalguense estuvo en San Pedro Tapanatepec, en el estado de Oaxaca. Allá estuvo dos meses.
Dice que allá una familia les dio alojamiento a ella y a su esposo, Antonio, que se portaron bien con ellos y les dieron trabajo, que allá estaba en un pueblo y acá es una ciudad.
-Me tarde bastante para llegar aquí-, cuenta la joven. No recuerda la fecha en que llegó, pero sabe que fue en junio. Dice que no sale mucho ni conoce la ciudad, que va de su casa al trabajo y del trabajo a su casa, pero que los miércoles y los domingos va a la iglesia de la colonia.
A la tienda de ropa entran dos personas, una madre ya mayor y su hijo joven, la mamá busca ropa para su nieta, revisa los pantalones, las blusas. Karla la atiende, le da los precios, le muestra las prendas. La mujer no se decide, su hijo la espera sentado en un banco. La mujer no compra nada y se van.
Karla tiene una semana trabajando en la tienda, dice que vio un anuncio en el que se solicitaba empleada, acudió, dejó su solicitud de empleo y la llamaron. La emplean tres días a la semana.
-¿Y cómo ves la ciudad?
-Es tranquila, me gusta más aquí que en la Ciudad de México, allá hay mucha gente.
-¿También estuviste en la Ciudad de México?
-Solamente duré un día y no me gustó.
¿Cómo es la vida en Venezuela?
Karla abandonó Venezuela por la manera en que se vive allá. Dice que la situación está mal, que se vive en una dictadura en la que no se puede decir lo que las personas piensan porque son detenidas y que Nicolás Maduro es presidente desde que tiene uso de razón, que no hay manera de sacarlo del gobierno, que la más reciente elección la ganó con trampa, que hubo toque de queda y muertos.
-Allá no alcanza el sueldo para la comida, no alcanza para nada, no hay luz, no hay agua, no hay nada, por eso que mayormente el migrante abandona el país-, se sincera la joven.
-¿Cómo era tu situación en Venezuela?
-A los 15 años emigré a Colombia porque no alcanzaba el sueldo ni siquiera para comprar comida, en Colombia estuve tres años, después me fui a Perú, estuve dos años, me regresé a Venezuela y de ahí me vine para acá.
¿Cuánto dinero gana una persona en Venezuela?
Karla dice que la situación en su país es así: una persona gana 15 dólares a la semana, pero para comer se gastan más de 300 dólares, que un par de zapatos cuesta 50 dólares, un pantalón 30 dólares y el salario, repite, es de 15 dólares.
En Venezuela vivía con sus papás. Su mamá falleció antes de salir del país. Allá dejó a su papá y su hermana. Fue su esposo, con quien lleva casada seis años, quien le dijo que probaran suerte en Estados Unidos y por eso están en México, a un paso.
Karla cuenta que no tienen a ningún familiar viviendo en Estados Unidos y que por eso es complicado el cruce para llegar seguro. Ahora, en México, dice que ya no piensan tanto en llegar al país norteamericano.
-Al principio decíamos: nos tenemos que ir, vamos a llegar allá, pero ya no, ya nos estamos estabilizando acá-. Es su esposo quien la lleva y la recoge del trabajo al medio día y en la tarde.
Ahora entra a la tienda de ropa una mamá joven con su hijo a punto de llegar a la adolescencia. Karla los atiende. La mamá le dice a su hijo que mire las playeras, las sudaderas, pero a él no lo convencen. Se van.
La vida en México
Karla dice que en Oaxaca y en Hidalgo la gente los ha tratado bien, que acá no conocen mucho porque salen poco y que la comida es muy diferente a la de su país, es muy picante y no están acostumbrados a eso. Ríe.
-¿Y se irán a Estados Unidos como lo tenían pensado?
-No creo, creo que nos vamos a quedar aquí, si viajamos sería otra vez a nuestro país.
-¿Regresarían a Venezuela?
-No lo sé, un día decimos una cosa, otro día decimos otra.
La lluvia ha dejado de caer, las nubes cubren el cielo y el sol nada puede hacer. Las personas entran y salen de los comercios. A la tienda llegan más clientes, Karla los sigue, los atiende, es amable, su acento venezolano es inevitable.