Elena Naranjo Calderón asegura que ya es necesario que niñas y niños regresen a las clases presenciales y señala que no es una cuestión de “que no aguante a sus hijos”, sino que es indispensable para que tengan un desarrollo emocional ya que esta generación “será miedosa por el temor a salir, a tocar, a reír, a ser sociales, porque ahora todo es por internet”, expresa la madre de dos menores de edad.
Amauri tiene 12 años, en plena adolescencia, situación natural que provoca que esté conectado horas en la tableta, con la que le da seguimiento a sus clases virtuales que toma en escuela particular, así como para “socializar” con sus compañeros de escuela a quienes, hasta el día de hoy no conoce en persona.
“Está complicada la situación de tener a mis hijos en casa, tomando aún sus clases virtuales y no porque esté mal, sino porque necesitan socializar por salud mental y emocional, aunque sí, también estamos formando niños independientes porque ahora deben servirse de comer y tienen ciertas responsabilidades, pero viven sin socializar y sí, son muy amigos a través de una aplicación que ocupan, pero, en persona, no se hablan.
“Estas generaciones van a tener miedo, ansiedad, porque no pueden verse, ya no hablan en persona, no interactúan, y no quieren soltar las tabletas, es como quitarle una botella de vino a un alcohólico, y con la adolescencia, esto se vuelve muy complicado”, explica.
Organismos internacionales y especialistas del Sistema Nacional DIF, coinciden en la necesidad de evitar que la población infantil y juvenil siga sufriendo los estragos del confinamiento por la pandemia de covid-19, por lo que urgen que niñas, niños y adolescentes regresen a las aulas y retomen sus actividades escolares, siguiendo con la aplicación de medidas sanitarias.
“El uso excesivo de pantallas, utilizadas para la educación a distancia, la comunicación y el entretenimiento, a más de un año del inicio de la contingencia sanitaria en México, ha representado también un riesgo por la falta de actividad física y el consecuente aumento en las probabilidades de padecer sobrepeso y obesidad.
“Por otra parte, expertos han detectado que niñas, niños y adolescentes presentan mayor irritabilidad, angustia, ansiedad, problemas de concentración y motivación, síntomas depresivos, alteración del sueño y del apetito, así como preocupación por su futuro, lo que incrementa el número de intentos de suicidio y riesgo de vulnerabilidad frente a la violencia en los hogares”, señala el Sistema DIF nacional.
Elena también tiene una niña de 10 años, Valeria, quien es más distraída que su hermano, por lo que “es difícil que ponga atención a sus clases, más cuando no estoy en casa porque debo salir a trabajar, no es lo mismo con Amauri, él atiende más sus clases y ha obtenido reconocimiento en su escuela por ello.
“También mi hija me pide más atención y se la damos en los momentos en los que podemos compartir juntos, pero ella no se da cuenta que eso no lo requería cuando estaba en la escuela y nosotros trabajando, por lo que ahora siente ausencia de afecto porque se la pasa en casa, así que le entran etapas de ansiedad con la comida y eso también preocupa, porque solo la puedo controlar cuando estoy ahí”, explica.
Ambos menores de edad atraviesan lo mismo que millones de estudiantes en México, en Hidalgo, que están a la espera de que las autoridades sanitarias autoricen el regreso a clases presenciales, ya que “podrían tener mayores complicaciones si esta situación se acentúa más en tiempo”, dice Elena.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) existe una “precarización de la salud mental”, la cual se debe atender con el restablecimiento de hábitos previos al confinamiento, como asistir a la escuela, “lo que podría contribuir al mejoramiento del estado de ánimo de niñas, niños y adolescentes, pues al tener contacto con pares y con personas adultas que no son sus madres o padres, salir y jugar, les permitirá dejar de sentirse aislados y podrán desarrollar de manera correcta su independencia y socialización”.