Gabriela Hernández Esparza, Karla, así como Katia Icela Vázquez Peralta enfrentan distintos tipos de violencia de género y desde su experiencia, previo al 8 de marzo, ponderan la importancia de identificar aquellas señales de alerta que indican que algo no va bien en una relación.
Gabriela y Katia Icela relatan su lucha ante la violencia vicaria, mientras que Karla explica un término actualmente muy conocido, las llamadas red flags. Las tres tienen algo en común: en su búsqueda de justicia combaten las omisiones de las autoridades.
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La lucha de Gabriela: años sin ver a su hija por omisión de las autoridades
Gabriela Hernández Esparza no ve a su hija desde 2020, por lo que solicita recuperar las convivencias y la custodia compartida. Durante tres años de proceso legal, de 2022 a 2025, las autoridades judiciales no han logrado que recupere a su niña, que tenía siete años cuando se la llevaron y ahora está por cumplir quince.
Incluso, no existe empatía de los jueces pues “violentan mis derechos y los de ella, al no permitir que conviva conmigo y mi familia”.
“Denuncié en 2017 violencia familiar, a partir de eso mi agresor me quitó a mi hija. La jueza lo favoreció al darle la custodia sin tener pruebas psicológicas”, cuenta la mujer de 34 años de edad.
La autoridad otorgó a Gabriela Hernández los fines de semana para ver a su hija durante tres horas y le fijaron una pensión.
“Al desarrollarse las convivencias mi hija quería pasar más tiempo conmigo, pero mi agresor puso trabas, hasta que dejé de verla”.
Luego llegó la pandemia de COVID-19 y se suspendieron las convivencias. “En 2022 volví a solicitar estos encuentros pero nunca me los otorgaron. Pedimos un informe en la escuela sobre el desempeño escolar de la niña pero no me lo proporcionaron y la jueza evadía nuestras exigencias”.
“No hubo sanción contra mi agresor. No pasó nada”, relató. Ahora, “mi hija no tiene la inquietud de verme, está totalmente manipulada por él”. Por tanto, consideró que el papel de las autoridades judiciales ha sido omiso.
"Reconocer las red flags para prevenir la violencia": Karla
Karla, de 26 años de edad, ponderó la importancia de las banderas rojas, señales de alerta que indican que la relación de pareja o de amistad se transforma en tóxica o conflictiva.
“Las primeras Red flags son muy importantes. Hay que aprehender a poner límites y ser muy fuertes”. Apuntó que muchas relaciones tóxicas inician con pequeños caprichos y regaños, por lo tanto es necesario identificarlos al momento.
Una fiesta con temática feminista se tornó oscura cuando Karla empezó a ser hostigada por una de sus amigas. “Me decía que quería estar conmigo y que la besara, a lo cual me negué”. A partir de ahí, la convivencia se convirtió en conflictiva.
“Era muy celosa si yo salía con otras amigas. Hubo hostigamiento de parte de ella por mucho tiempo. Después de un año levanté mi denuncia”, contó. Otras víctimas se acercaron a Karla para relatar sus casos que callaban por miedo.
Karla recibió una amenaza para bajar la querella cuando aún no había iniciado, por lo que consideró que se trataba de una extorsión. “Me dijeron que me estaban investigando. Entré en pánico”.
Al hacer su denuncia, las autoridades tardaron casi mes y medio para entregar el examen psicológico, el cual solo consistió en dibujar, y al final le dijeron que no presentaba daño alguno.
“Hoy en día, las agresiones entre mujeres no se visibilizan mucho. Nosotras como feministas tenemos miedo. Pensaba que si denunciaba, yo también la estaba agrediendo, por ello tardé en denunciar”.
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Katia Icela lucha contra la violencia vicaria
Katia Icela Vázquez Peralta, de 49 años de edad, integrante de Mercadita las Insurgentas y representante en Hidalgo de la colectiva Vasta, es víctima de violencia vicaria desde 2021, la cual consiste en que ex parejas agreden a las mujeres al separarlas de sus hijos.
Esta violencia “es la más cruel de todas. Con denuncias falsas, utilizan la ley en contra nuestra”.
“El padre de mis hijos intentó matarme. Después comprendí que estaba siendo víctima de muchas violencias: económica, psicológica y física, por lo que decido poner fin a este maltrato al denunciar”, narró.
El padre de sus hijos aprovechó que Katia Icela no estaba en casa para sustraerlos, quien los dejó de ver un año y seis meses. “Me levantó dos denuncias por violencia familiar para conseguir medidas de protección y huir a la Ciudad de México. Intentó meterme nueve años a la cárcel”.
Katia Icela acudió a las autoridades estatales para obtener ayuda pero tardaron en dar respuesta pues carecen de perspectiva de género y protección de infancias.
Aunque un juez en la Ciudad de México determinó que ella puede convivir con sus hijos, después de tres años y medio sigue luchando para lograrlo.
“Perdí todo, económica y emocionalmente. Estamos muertas en vida porque no sabemos de nuestros hijos y cuando conseguimos la custodia están manipulados y no quieren vernos”.
El actuar de las autoridades ha sido con desconocimiento y falta de empatía, consideró, por lo que agregó que es urgente la capacitación en perspectiva de género. Actualmente lucha para que la denuncia por violencia vicaria no sea reclasificada a familiar.
Ponderó la importancia de denunciar, conseguir medidas de protección cuando inicien las amenazas de sustracción y limitar la convivencia del agresor con las infancias.