Aniceto Espitia Rivera llega temprano al deportivo en donde se reúnen sus compañeros para llevar a cabo uno de los ensayos diarios que se realiza en Cubitos para la próxima celebración del Viacrucis, que ya cumple 51 años de tradición en este lugar.
Se sienta en las gradas a observar cómo se oscurece el cielo, y a lo lejos ve un hombre en situación de calle que se ha quedado dormido después de quererse olvidar de su situación con el alcohol.
“Hace doce años tomaba mucho, pero mucho. Tenía serios problemas familiares y pues esa había sido mi vida”, piensa, mientras se encienden las luces del lugar, momento en el que sacude su memoria y estudia las líneas que le darán vida al Apóstol San Pedro.
Aniceto es otro gracias a su fe en Dios y en esta representación religiosa en la que está inmerso desde hace 12 años, mismo tiempo en el que ha dejado atrás su historia con el alcohol.
“Desde que entré a participar en el Viacrucis dejé de tomar, mi vida cambio a partir de que me invitaron a participar, por lo que puedo decir que es una de las mejores experiencias de mi vida, así que solo debo de agradecer a Dios y dedicarle este momento, porque nos permite tener vida y estar aquí”, explica.
Su dolor ante la pérdida de dos de sus hermanos por causas diferentes a la pandemia de covid-19, le llega al alma, aunque la esperanza de que el Viacrucis se volviera a realizar, le dio ánimos para seguir con fe y orar por sus almas, “y hoy más que nunca vivo agradecido por la vida porque fueron momentos difíciles, pero todas las personas queridas que tuvieron covid-19, salieron adelante”, dice.
Mientras espera la llegada de sus demás compañeros a este encuentro que preparan para los pachuqueños, Aniceto asegura que ser parte del Viacrucis de Cubitos está lleno de fe de quienes lo integran.
“Vengo a participar con muchos ánimos, lo hago con fe, pidiéndole a Dios que, con esta muestra de amor de todos nosotros, pues llegue a su fin esta pandemia, que mande alivio y que hablemos de regresar a volver a amar la vida”, concluyó.