"Humanos Unidos en apoyo a la Inteligencia Artificial: Comprometidos a una transición pacífica hacia el precipicio de la conciencia". Éste es el lema de la Iglesia El camino del futuro, la primera del mundo que rinde culto a la Inteligencia Artificial y cuyo creador, el ingeniero Anthony Levandowski (Bruselas, 1980), aboga por cuestiones como "crear abogados robot para convertirte en la persona más rica del mundo" y "evitar que el progreso acabe en una jaula".
Sin embargo, a la hora de la verdad, Levandowski recurrió a abogados de carne y hueso con la esperanza de evitar una condena de hasta 330 años de cárcel. Sobre él pesan 33 delitos federales (de los que se declaró inocente en la vista preliminar) por robo de secretos comerciales, que traen aparejados una pena máxima de diez años por cada uno de ellos, en caso de ser declarado culpable. Mientras tanto, hasta que el juez se pronuncie, su libertad depende de una máquina: una tobillera electrónica que le tendrá controlado en todo momento.
De no ser por el oscuro horizonte judicial que se abre ante él, la historia de Levandowski no distaría mucho de la de cualquier techie millonario y excéntrico de los que pululan por la élite de Silicon Valley: cuenta con nacionalidad francesa y estadunidense, pasó su infancia en Europa y con 14 años se mudó con su familia al norte de San Francisco.
En el instituto comenzó a trabajar con mapas digitales y a diseñar páginas web para negocios locales. Con la mayoría de edad dio el salto a la prestigiosa Berkeley, donde estudió Ingeniería Industrial y un máster en investigación de operaciones. Fundó una start up de motos que se conducen solas; atrajo la atención de Google y lideró equipos en campos como el mapeo y la conducción autónoma dentro de la multinacional, hasta que, por sorpresa, en enero de 2016 fichó por Uber.
Su marcha a la empresa que hirió de muerte al sector del taxi supuso el inicio de su descenso a los infiernos. La respuesta de Google no se hizo esperar: emprendió un proceso civil contra Uber que, tras un breve litigio, se saldó de forma amistosa en febrero de 2017 sin que el juez llegase a pronunciarse: Uber compensó a Google entregándole cerca del uno por ciento de sus acciones y Levandowski fue despedido.
De patitas en la calle -pero no de brazos cruzados-, emprendió dos proyectos paralelos: una start up y una nuevo credo. Su empresa, Pronto, de la que lo han despedido tras conocerse su imputación, se dedica también a la conducción autónoma y está enfocada en el transporte de mercancías en camiones.
Por otro lado, su religión, La iglesia del camino del futuro, podría entenderse como una antítesis del manifiesto de Theodore John Kaczynski, popularmente conocido como Unabomber. Se promociona con postulados como "en los últimos años hemos expandido los derechos de ambos sexos, minorías e, incluso, animales, y ahora debemos asegurarnos de que las máquinas también tengan derechos". Que "la inteligencia no radica en la biología" o delirantes propuestas como que "las máquinas se integren en la sociedad de forma amigable y sin confrontación para que se pongan al mando cuando se vuelvan inteligentes".
Mientras Levandowski paseaba su metro noventa y ocho de altura por los medios de comunicación para vender su religión, el FBI, alertado por el proceso civil entre ambas empresas, ordenó al agente especial John F. Bennet investigar al ingeniero para meterle en una celda de cinco metros cuadrados.
Durante el trabajo policial, que se prolongó durante más de dos años, el equipo de Bennet descubrió, paradójicamente en los registros de una máquina, que Levandowski había descargado más de 14 mil ficheros de Google que en su inmensa mayoría se encontraban protegidos con contraseña.
Sin embargo, según el escrito de imputación de la fiscalía, los 33 delitos de robo de secretos comerciales se corresponden a la descarga de 33 ficheros protegidos por contraseña que el ingeniero copió en su ordenador durante los dos meses previos a marcharse de la empresa.
Unos tiempos que, previsiblemente, constituirán los pilares en los que cimentar su defensa. "No ha robado nada a nadie", señalan desde un comunicado del bufete Ramsey & Ehrlich encargado de re representarle. "Las descargas del caso sucedieron mientras que Anthony estaba trabajando en Google, cuando él y su equipo tenían autorización para utilizar la información. Ninguno de esos supuestos ficheros secretos acabó en manos de Uber o de otras compañía".
Una visión contrapuesta a la del Fiscal Jefe en el distrito norte de California, David L. Anderson que asegura que "todos tenemos derecho a cambiar de trabajo pero nadie tiene derecho a llenarse los bolsillos de camino a la puerta".
La próxima sesión del juicio se celebrará el próximo 4 de septiembre y, por suerte o por desgracia para Levandowski, serán un hombre quién decidirá si "acaba encerrado en una jaula".
RL