En un depósito polvoriento de China, un operador introduce fotografías de recién casados radiantes en una trituradora industrial: una forma de ayudar a sus antiguos dueños a pasar página y, también, de producir electricidad.
Las fotos de bodas son un tema importante en China y las parejas a menudo gastan grandes sumas de dinero en instantáneas elaboradas, tomadas en parques, calles históricas o templos, para ilustrar su vínculo, supuestamente inquebrantable.
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Pero en un país donde cada año se firman millones de divorcios, muchas fotografías de estas alegrías matrimoniales desvaídas terminan, en el mejor de los casos, en el ático o en la basura.
La empresa de Liu Wei, especializada en demoliciones, ofrece la posibilidad de destruir físicamente estos recuerdos fotográficos.
"A través de nuestra actividad, descubrimos que la destrucción de bienes personales era una oportunidad económica que nadie había detectado", explica el gerente, de 42 años, en su fábrica de Langfang, a unos 120 kilómetros de Pekín.
En China sigue existiendo cierto tabú en torno a la destrucción de fotografías de personas vivas, pero el almacén de Liu Wei recibe, de media, entre cinco y diez solicitudes al día, procedentes de todo el país.
Todo pasa por la trituradora, ya sean grandes fotografías de pared enmarcadas en plástico, acrílico o cristal, o pequeños álbumes.
En el recinto, los empleados tapan con pintura en aerosol los rostros de los clientes y, de ese modo, preservar su privacidad. Luego rompen el cristal con un mazo.
"Todas son personas que intentan seguir adelante", dice Liu Wei.
- Un obstáculo para seguir adelante -
Las fotografías ofrecen una visión de estas familias, ahora destrozadas, en tiempos más felices.
En una de ellas, una mujer con un vestido de novia blanco está tumbada sobre un lecho de flores. Otra muestra a una pareja de enamorados mirándose con ternura a los ojos.
Desde su lanzamiento hace un año, alrededor de mil 100 clientes solicitaron este servicio de destrucción, afirma Liu Wei. La mayoría tiene menos de 45 años y alrededor de dos tercios son mujeres.
Los clientes, en general, desean permanecer discretos. La AFP contactó con varios de ellos pero no quisieron hablar.
Sus motivos para desprenderse de las fotografías de boda suelen ser complejos. "Pocos lo hacen con mala intención", apunta Liu Wei.
"Es principalmente porque este objeto les despierta ciertos pensamientos o sentimientos negativos" o "constituye un obstáculo" para superar su duelo, subraya.
Algunas personas viajan para presenciar la destrucción de las fotografías, como una especie de cierre de un capítulo de sus vidas.
Dada la naturaleza irreversible del proceso, Liu Wei contacta con sus clientes poco antes de la destrucción, para darles una última oportunidad de recuperar sus artículos en caso de que se arrepientan.
Después de obtener luz verde, filma con su teléfono inteligente a sus colegas mientras empujan las fotografías en la trituradora.
Los desechos se transportan a una fábrica, donde se procesan junto con otros desechos domésticos para producir electricidad.
En China, la tasa de divorcios se disparó desde que se empezaron a flexibilizar las leyes matrimoniales, en 2003.
Sin embargo, ha disminuido levemente desde que las autoridades establecieron en 2021 un "período de reflexión" obligatorio, de un mes, a partir del momento en el que se presenta una solicitud de divorcio.
En el país se produjeron 2,9 millones de divorcios en 2022, frente a 4,3 millones en 2020.
El número de matrimonios aumentó el año pasado por primera vez en casi 10 años.
jk