La Fundación para la Conservación de las Aves Costeras del África Meridional (SANCOBB) rescató a cientos de pichones de cormorán que vivía hambrientos en la Isla de Robben, Sudáfrica, tras ser abandonados por sus padres.
La operación, que requirió un barco y el apoyó de numerosos especialistas, fue delicada, pues cerca de 900 pichones murieron durante el traslado y la llegada a una clínica para aves marinas; sobrevivieron aproximadamente mil 100 especímenes.
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Un cuidado constante
Los equipos de la SANCOBB, sentados en el sol y equipados con trajes especiales, pasan sondas por la garganta de las pequeñas aves.
Entre 30 y 50 voluntarios vienen cada día a ayudar a cuidar de los pequeños para alimentarlos, pesarlos y limpiarlos.
En la sección de la guardería, las aves más jóvenes son manipuladas con cuidado, envueltas en suaves toallas. Todavía no saben comer solos y deben ser alimentados a mano con pequeños trozos de sardinas.
Las aves mayores están en un reciento donde pueden empezar a estirar sus alas y a nadar. Cuando llegan las sardinas, acuden. Cada dos semanas comen tres toneladas de peces.
A su llegada, los cormoranes pesaban entre 300 y 600 gramos. Alcanzarán 1 kilogramo en su madurez. Los más fuertes pronto podrán ser liberados.
"Junto con otros científicos, ahora creemos que la falta de alimentos es probablemente la causa", del abandono de los pichones, explica la especialista Nicky Stander.
La incapacidad de los padres cormoranes para alimentar a sus crías se debe, según ella, a la sobrepesca en los océanos.
YHC