La comunicación es esencial para dar a conocer lo que queremos al mundo. En el caso de los niños, ésta no es la excepción y es sumamente importante para la socialización. Pero, ¿qué pasa si este proceso no se da correctamente?
María de Jesús Flores Pérez, psicóloga infantil, adolescente y de adultos, señala que este aprendizaje tiene tres etapas: el habla, el lenguaje y la comunicación. El habla se refiere a los sonidos, cualquiera que pueda hacerse para comunicarse, abarcando desde recién nacido hasta los 2 años.
El lenguaje se refiere al uso de palabras, ya sea habladas, señas o hacer uso de imágenes. Esta etapa se da entre el primer año hasta los cuatro años. La comunicación se refiere al uso de palabras o aspectos no verbales, pudiéndose dar desde el primer año de edad.
“Los niños empiezan a producir sonidos desde antes de los dos años”, informa, por lo que indica que un signo de alerta puede ser que el menor, llegando a esta edad, no produzca ninguna palabra.
Indica que una de las consecuencias que genera el que este proceso no se lleve correctamente es que haya un trastorno de la comunicación, pudiendo surgir el tartamudeo o un trastorno fonológico.
Alejandra Esquivel Rodarte, maestra de tercer grado de preescolar, según su experiencia, señala que desde maternal empiezan a pronunciar palabras sencillas. A partir del segundo año de preescolar, se debe observar que los pequeños tengan mayor vocabulario, al igual que mantener una conversación con palabras más complejas.
“A partir de la pandemia, hemos observado que hay niños que están presentando problemas, hubo una falta de socialización y en algunos casos no se corrigió la pronunciación de las palabras”. Por ello es que desde los 4 años se les brindan ejercicios para mejorar este aspecto.
No obstante, cuando el menor no ha mejorado esto entre los 5 y 6 años, los docentes aconsejan a los padres llevarlos al médico para asegurarse que no sea alguna condición médica. También se les orienta a terapia de lenguaje para que pueda tener un mejor desarrollo en caso de que los ejercicios llevados en clase y en casa no sean suficientes.
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Entre las consecuencias que Alejandra percibe en estos problemas es que, si el menor no desarrolla bien el habla, se arriesga la lectura y escritura correcta también, pues están relacionadas. También este problema genera frustración por no tener la comunicación correcta.
Flores Pérez aconseja empezar cuando se tienen este tipo de problemas con una terapia de lenguaje y psicológica, esto con el fin de descartar dos situaciones: que sea una cuestión orgánica, es decir, que haya incluso un problema auditivo o que haya algún trauma que impida la comunicación.
Las personas con las que se puede ir para atender este problemas son psicólogos, neurólogos e incluso con otorrinolaringólogos. Alejandra Esquivel también señala que los padres deben tener paciencia para llevar a cabo los ejercicios, pues la impaciencia puede ocasionar que no quiera hablar.