En ocasiones, es necesario ayudar a los más pequeños con temas de salud mental para que puedan mejorar sus relaciones, tanto con sus papás, maestros, otros niños o consigo mismos, especialmente si se percatan de cambios en conductas para que puedan expresar aquello que necesitan comunicar pero les cueste trabajo.
Maribel Borrego, psicóloga infantil y adolescente, menciona que en ocasiones se les recomienda a los padres la asistencia del pequeño a terapia debido a cuestiones de comportamiento, por cambios físicos o emocionales.

“Se recomienda llevarlos cuando hay señales como: cambios abruptos en su conducta, regresiones como volver a hacerse pipí en la cama, ansiedad, tristeza persistente, miedos excesivos, dificultades escolares, agresividad, retraimiento, cambios en el apetito o el sueño, o cualquier cosa que indique que algo interno está costándoles trabajo manejar. También se recomienda si el niño ha atravesado situaciones difíciles como divorcio, duelo, violencia o abuso”, declara.
¿Cómo es una primera sesión?
Cuando un pequeño se encuentra en su primera sesión de terapia, cuenta Maribel que ésta es una exploración lúdica y cuidadosa, donde el terapeuta debe presentarse como una figura segura, cálida y contenedora, usando juegos, dibujos o cuentos para conocer cómo se siente el niño y qué necesita, sin forzar a hablar y poco a poco construir un espacio de confianza.
A sus palabras, “es más un ‘te muestro que puedes estar tranquilo’ aquí que un ‘dime qué te pasa’. Primero se construye vínculo. Luego se observa cómo juega, se comunica y se relaciona. También se exploran las emociones básicas, la dinámica familiar, la historia del síntoma o motivo de consulta, y los recursos internos del niño”.
Señala que el objetivo inicial de los psicólogos infantiles no es “arreglar” nada, sino entender el contexto y las necesidades. A su vez, se trabaja con los cuidadores para obtener información clave y orientar cambios en casa.
Menciona que la finalidad no es “portarse bien” ni “curarse”, sino comprender y expresar lo que sienten, aprender herramientas para regular sus emociones, resignificar experiencias difíciles y fortalecer su sentido de seguridad interna, al igual que la transformación de su entorno.
¿Qué recomienda a los papás?
Recomienda a los padres de familia que no vean los síntomas del niño como un problema, sino como el mensajero de algo más profundo, ni que esperen resultados mágicos en pocas sesiones. Para ver mejores resultados, es necesario que se involucren activamente, que escuchen sin juzgar, que sostengan sin exigir.
“Es necesario que se cuestionen a sí mismos, porque muchas veces el cambio empieza en casa. Y sobre todo que respeten el proceso del niño, su ritmo, y no usen la terapia como castigo o amenaza. La terapia es un espacio de cuidado, no de corrección”.
Concluye haciendo hincapié en que la salud mental infantil no es un lujo ni un último recurso, sino un derecho y que la creencia de que los niños no son resilientes por naturaleza es falsa, pues se adaptan, pero se ven profundamente afectados por lo que viven. “Llevar a un niño a terapia es un acto de amor, pero también de responsabilidad. Y los adultos tenemos la obligación de crear entornos donde no tengan que sanar de lo que viven”.