Vochos luchando contra la corriente, cocodrilos cruzando carreteras y avenidas completamente inundadas son algunas de las escenas que ha dejado el inicio de la temporada de ciclones en México.
Aunque la lista de regiones afectadas por las fuertes lluvias es larga, el agua también ha tenido efectos positivos: no solo ayudó a refrescar al país (que durante mayo y principios de junio experimentó olas de calor intensas) sino que también ha dado un respiro a entidades en donde se ha reportado sequía severa.
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Y es que, pese a que no suelen ser tomados en cuenta en las proyecciones de disponibilidad de agua debido a lo difícil que resulta predecir su ‘comportamiento’, los ciclones muchas veces se convierten en la principal fuente para llenar presas y cuerpos de agua superficiales, como explican Christian Domínguez, doctora en Ciencias y Victor Magaña, profesor del Instituto de Geografía de la UNAM.
Ambos, autores del estudio “El papel de los ciclones tropicales en las precipitaciones en América del Norte tropical y subtropical”, detallan que un ciclón puede ser clave en regiones en las que la falta de lluvias ha sido una constante.
“Diversos estudios han estimado que el aporte de los ciclones tropicales a la precipitación acumulada anual o estacional puede ser del 10 al 50 por ciento, lo que los convierte en elementos claves de los balances hídricos en países como México”, señalan.
En el caso del territorio mexicano, su papel resulta crucial en regiones semiáridas como en el norte: las precipitaciones extremas que producen tienen el potencial de cambiar significativamente los niveles de agua almacenada.
El datoEl noreste, entre la sequía y la inundación
Entre 2010 y 2013 los niveles de agua de los embalses ubicados en el noreste de México disminuyeron dramáticamente debido a un aumento en la demanda de agua y una fuerte sequía meteorológica. La crisis hídrica de la región fue ligeramente aliviada por dos eventos: el huracán Alex en 2010, que se presentó en condiciones de 'La Niña' y la tormenta tropical 'Ingrid' en 2013, que ocurrió en condiciones neutrales. Ambos eventos proporcionaron suficiente agua a los embalses para evitar una catástrofe importante en el suministro de agua en esa región, según Christian Domínguez. No obstante, también dejaron múltiples afectaciones en los estados.
A dónde van
Los investigadores destacan que, más allá de la intensidad del ciclón, la cantidad de lluvias que dejan parece depender más del número de ciclones que se acerquen a las costas así como de su trayectoria.
Por ejemplo, de acuerdo con los datos recolectados por los invetigadores, los ciclones cuya trayectoria se da en la zona nororiental del océano Pacífico pueden elevar el nivel del agua desde un 10 hasta un 70 por ciento en los embalses situados en la región noroeste de México.
Los modelos realizados por el geógrafo y la meteoróloga apuntan que los ciclones tropicales formados en el Golfo de México tienden a seguir trayectorias rectas cuando el fenómeno de ‘La Niña’ está presente, condición que se ve reflejada en los niveles de los embalses de agua.
“Los ciclones tropicales tienden a seguir trayectorias rectas en años con ‘La Niña’. Los estados del noreste pueden pasar de tener sus presas a 30 por ciento (en promedio) hasta llenarse”, detalló Domínguez en su cuenta de X (antes Twitter).
Este 2024, se espera una temporada de ciclones menos activa de lo usual en el océano Pacífico, no obstante, en el Golfo de México el panorama es el opuesto: se esperan más ciclones que el promedio. Además, el fenómeno de La Niña ya se encuentra en proceso de formación, por lo que las entidades que podrían verse más beneficiadas son:
- Coahuila
- Chihuahua
- Durango
- Nuevo León
- Tamaulipas
¿Cómo va la sequía?
En lo que va de la temporada de ciclones y huracanes en México, hay entidades en las que el pronóstico parece haber comenzado a cumplirse: el paso de la tormenta tropical Alberto propició que las presas de Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León subieran sus niveles.
El territorio neolonés hasta ahora ha sido el más beneficiado: la presa La Boca alcanzó el 97.47 por ciento de su almacenamiento, Cerro Prieto un 58.46 y El Cuchillo 84.30 por ciento.
No obstante, en Tamaulipas y Coahuila, si bien se han registrado incrementos, las presas aún no llegan ni al 60 por ciento de su capacidad. Además, en Veracruz y Querétaro también se esperaban ingresos de agua importantes, sin embargo, la desviación de la trayectoria de Alberto provocó que no tuvieran el impacto previsto.
A nivel nacional, el primer ciclón (sumado a otros factores meteorológicos) logró mitigar la sequía en 50 de los 2 mil 180 municipios que experimentaron algún grado de sequía, además, “por primera vez en mucho tiempo” se registró un aumento en presas nacionales que pasaron del 31.4 al 33.2 por ciento.
Aunque los números resultan optimistas, el efecto es temporal, según dio a conocer la Comisión Nacional del Agua (Conagua). La institución enfatizó que la situación en las presas sigue siendo preocupante, pues a la fecha, “se ubican en su nivel más bajo con 31.4 por ciento de su capacidad”.
Los estados en los que la situación se encuentra más crítica son Sonora y Sinaloa, en donde las presas se encuentran en 9.7 y 11.2 por ciento de su capacidad.
Los ciclones y las lluvias no son la solución
El último ciclón que tocó tierra, es decir, la tormenta tropical Alberto, provocó lluvias en 19 estados, en 10 fueron severas. Sin embargo, aún sumado a otros factores en el clima que han traído inundaciones y una gran cantidad de agua, la sequía sigue siendo un problema latente que parece no tener solución pronto.
Y es que, un grupo de científicos del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM detectó que, aunque en México llueve más que hace un siglo, los periodos de sequía se han vuelto mucho más largos.
El estudio, publicado en 2023, señala que ambas condiciones se han vuelto más extremas, mientras que en el norte las lluvias escasean más, en el sur estas se vuelven mucho más severas.
Por ejemplo, Baja California, Sonora, Sinaloa y Chihuahua experimentaban alrededor de 70 días secos, sin embargo, en solo una década el número de días aumentó y ahora son entre 86 y 88. En contraste en Oaxaca y Chiapas se experimentan más días lluviosos.
De acuerdo con los modelos realizados, los efectos de los gases de efecto invernadero han tenido un impacto directo en este comportamiento. En el panorama más extremo, es decir, ante una gran cantidad de emisiones, se prevé que a largo plazo todo el país experimente menos lluvias “en la segunda parte de este siglo”.
“Las mayores disminuciones en la precipitación se esperan en la península de Yucatán, con valores que pueden superar -20% en el período 2081- 2100”, se lee en el informe.
LHM