Con fogatas, comida que les regalan las personas, cobijas y hasta un colchón, los productores del campo resisten en sus manifestaciones en busca de obtener un mejor precio para vender el maíz y el sorgo.
El cansancio ya comienza a cobrar factura entre los campesinos que se han manifestado en Guanajuato desde hace varios días, pues las movilizaciones están por cumplir tres semanas; las primeras negociaciones iniciaron el pasado 14 de octubre.
Pablo López, un productor de 82 años que ha dedicado toda su vida al campo, agradeció el apoyo de las personas que les llevan comida y reconoció que nunca le había tocado participar en un movimiento como este. A su edad, ha tenido que pernoctar cuidando los bloqueos.
“Me ha tocado dos noches, día y noche… toda la noche, tuvimos ahí café, pan, comida”, dijo.
Él fue uno de los más de 50 productores que se reunieron afuera de la planta de Maseca en Silao desde la noche del miércoles. Los manifestantes improvisaron una pequeña cocina con un tanque de gas y una parrilla, donde preparaban café y, por la tarde, calentaban comida.
Durante la jornada, los agricultores se turnaron para “cuidar” el bloqueo. Por la noche permanecieron alrededor de 80 personas, aunque muchos de ellos regresaron a sus hogares por la mañana para “darse un baño” y descansar unas horas.
En el lugar incluso instalaron dos baños portátiles para los manifestantes, aunque el uso constante los dejó pronto saturados.
“Qué crees, que nos vamos para la casa un rato, esos (baños) ya están saturados ahorita”, comentó José Luis, otro de los productores.
Las bajas temperaturas también se convirtieron en un desafío. Durante la noche, los manifestantes resintieron el frío y por ello encendieron dos fogatas que, todavía por la mañana y al mediodía, seguían ardiendo.
Pese al cansancio y las condiciones, la mayoría se mostró con ánimo de continuar en pie, firmes en su demanda de obtener una garantía justa en el precio de sus cosechas.