• Mazamitla, Tapalpa y Mascota: la trilogía mágica de Jalisco que huele a bosque, pradera y memoria

  • Estos tres Pueblos Mágicos de Jalisco ofrecen una trilogía perfecta llena de experiencias para visitar no sólo con el cuerpo, sino con el alma
Fátima Briceño y Dalia Rojas
Guadalajara /

Jalisco es un estado de geografías diversas, donde la tierra se pliega en montañas, se abre en valles y se cubre de bosques que susurran historias.

En sus rincones más íntimos, tres Pueblos Mágicos ofrecen una trilogía perfecta de experiencias: la nostalgia serrana de Mazamitla, la dulzura campirana de Tapalpa y la fiesta colorida de Mascota. Un recorrido por ellos hecho por MILENIO es un viaje a las esencias más puras de México.

Mazamitla: un susurro del bosque

Cuando el aire comienza a cambiar a borde de carretera y se respira una brisa fresca con aroma a pino, tierra húmeda y leña, se anuncia la llegada a Mazamitla.

En la llamada Sierra del Tigre, el tiempo parece obedecer a otro ritmo, marcado por el canto de los pájaros y el repique lejano de la campana de su parroquia, San Cristóbal, que vigila un centro histórico de calles empedradas y portales llenos de vida.

Un clima de bosque nublado invita a andar siempre con un suéter a mano. Las mañanas suelen vestirse de una neblina suave y romántica que se disipa para dejar paso a un sol brillante, pero fresco. Por las noches, el frío se convierte en el compañero ideal.

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Mazamitla es la puerta a la “Suiza jalisciense”. No es solo un nombre pintoresco; es un lugar de paisajes que quitan el aliento. Viajes intrépidos a caballo o en moto por la sierra, hacia miradores donde las montañas lucen un verde intenso, son comunes por acá.

Para quienes buscan adrenalina, las tirolesas sobrevuelan el bosque y los puentes colgantes ponen a prueba el vértigo. Para los más tranquilos, el senderismo entre los pinos aromáticos es una meditación en movimiento.

La gastronomía aquí es reconfortante. El rey indiscutible esel bote”, un caldo sustancioso de tres carnes (res, cerdo y pollo) con verduras y un toque de pulque, que se disfruta especialmente los fines de semana. Pero hay más: la birria tatemada, con su profundidad de sabor; las carnes en su jugo “estilo montaña”, y, para endulzar la tarde, rompope, cajeta y dulces de fruta artesanales. Es comida que calienta el cuerpo y el espíritu.

Mazamitla tiene alma de cabaña. Dormir aquí es una es parte esencial de la experiencia. Desde cabañas rústicas de madera con olor a bosque recién cortado, hasta refugios de lujo con muros de cristal para no perder ni un segundo del paisaje, o incluso glamping en burbujas para dormir bajo las estrellas.

El ritmo del año está marcado por temporadas que atraen a miles de viajeros: Semana Santa, diciembre con su ambiente navideño entre cabañas y chimeneas, y octubre, cuando el Festival de las Flores pinta de colores las calles, portales y carros alegóricos decorados a mano. Seis días de música, arte y tradición que celebran la esencia del Pueblo Mágico.

Festival de las Flores, identidad y motor turístico

Pamela Pulido López, directora de Turismo y coordinadora de Pueblos Mágicos de Mazamitla, resaltó que en este rincón de la sierra jalisciense siempre hay actividad y fiesta.

“Somos un Pueblo Mágico donde casi cada fin de semana, o en cualquiera de los meses del año, tenemos actividades y festivales. Temporada alta es Semana Santa, Semana de Pascua; también en octubre ya lo consideramos temporada alta porque es cuando hacemos nuestro tradicional Festival de las Flores, pero también diciembre se considera temporada alta porque justamente como uno idealiza la Navidad en el bosque, ¿no? Y el friíto, la cabaña y la chimenea”, dice Pulido.

El emblemático Festival de las Flores —que cumplió 17 ediciones en este 2025— llena el pueblo de carretas, fachadas y carros alegóricos decorados con flores, además de presentaciones artísticas y la participación de otros Pueblos Mágicos de Jalisco.

Este festival nació con el propósito de celebrar la riqueza natural y la tradición agrícola de Mazamitla, un municipio donde las plantas ornamentales, los jardines y la vida entre montañas forman parte esencial de la identidad local. Estas celebraciones no solo embellecen el pueblo con tapetes florales, exposiciones y recorridos temáticos, sino que también buscan fortalecer el turismo en temporada baja, atraer a nuevos visitantes y dar impulso a los productores de la región.

Mazamitla tiene alma de cabaña. Dormir aquí es una es parte esencial de la experiencia (Foto: Cortesía)

De acuerdo con la directora de Turismo, el evento se realiza para preservar las tradiciones, promover el consumo local y mostrar al turista la conexión profunda que la comunidad mantiene con la tierra y sus ciclos naturales.

“Queremos que cada turista pruebe lo que somos, porque nuestra cocina es parte de la identidad”, añade Pulido, y esa identidad se vive en cada sopa, en cada paseo, en cada amanecer entre neblina.

Tapalpa: entre rocas y dulces presagios

El paisaje boscoso se abre a inmensas praderas verdes salpicadas de formaciones rocosas surrealistas: Las Piedrotas, distintivo indiscutible de Tapalpa, que significa “lugar de tierra colorada”.

De la mano de Laura Díaz, una guía nacida en la montaña, nos adentramos en Tapalpa, el Pueblo Mágico de Jalisco que se alza a mil 900 metros sobre el nivel del mar. Aquí, la historia no solo está escrita en libros, sino incrustada en cada fachada y murmurada por sus antiguas pilas.

Su plaza principal, flanqueada por dos imponentes templos —el de San Antonio y el de Nuestra Señora de Guadalupe— y los famosos portales de doble altura, es un espectáculo de arquitectura y paz.

Nuestro recorrido inicia en el centro, el verdadero corazón de este Pueblo Mágico, donde el imponente Templo de la Virgen de Guadalupe se alza como testimonio de fe. Levantado a lo largo de 20 años, su valor es incalculable: los pobladores donaron hasta su ganado para verlo terminado.

La cantera naranja y la pintura original, hecha con baba de nopal y tierra de colores locales, son una maravilla visual. Pero lo más fascinante es su estructura semicircular, diseñada para potenciar el eco y funcionar como un ingenioso sistema de sonido anterior a las bocinas.

Justo detrás, la Capilla de la Virgen de la Purísima nos transporta al siglo XVI. De estilo barroco, es la primera capilla del lugar y guarda en su interior las gavetas de los fundadores, la familia Vizcaíno. Sus paredes están teñidas con pigmentos morados, verdes y azules, extraídos de los minerales de la propia montaña.

Tapalpa se aferra a su magia con férrea disciplina: sus calles son de piedra, las casas visten el binomio de blanco y rojo óxido, y los cables eléctricos están ocultos bajo tierra, cumpliendo con una estricta normativa que asegura la conservación de su encanto escénico.

Las Piedrotas de Tapalpa son consideradas un foco tonal para recargar energía (Foto: Sebastián Cano)

La Ex Hacienda, hoy Casa de la Cultura, es otro cofre de historias. Construida en 1750, fue la casona de la familia Bracamontes. Las ventanas altas se erigieron para evitar ser espiados y aún se aprecian las trincheras, pequeños agujeros en la pared usados para la defensa ante ataques.

La cocina nos envuelve en nostalgia. Ahí encontramos el zarzo, precursor del refrigerador para guardar quesos y panelas, y el garabato, el colgador de carne que dio origen al popular dicho: “Un ojo al gato y el otro al garabato”.

Lo más cautivador de Tapalpa son sus pilas, antaño nacimientos de agua. Cada una es un monumento a una leyenda local, casi siempre con un final trágico.

La Pila de las Culebras cuenta el castigo a cuatro comadres chismosas que se burlaron del brujo Indio Macario. En un acto de ira mágica, el brujo las petrificó, dejándolas enroscadas como serpientes en la fuente.

En la Pila Colorada se relata un crimen pasional y un robo de mula. El agua, teñida por la sangre de Bartolo tras ser asesinado por José y arrojado a la fuente, inmortalizó el nombre del lugar.

Y cerca del Puente del Diablo, la Pila del Tecolote narra el destino fatal de un joven enamorado, delatado por el ave nocturna cuando el romance era una prohibición social.

El misterio del Valle de los Enigmas, las tradicionales Piedrotas

El aire se enrarece al llegar al Valle de los Enigmas, popularmente conocido como Las Piedrotas. Estas inmensas rocas de origen incierto son un misterio geológico que recuerda el poder de la naturaleza. Laura explica la teoría más aceptada: las rocas fueron reveladas por la erosión cuando el valle estaba cubierto de agua.

El sitio es considerado un foco tonal, un punto de encuentro energético donde los visitantes acuden a meditar, purificar “malas vibras” y disfrutar de la pureza de su aire.

El recorrido gastronómico fue el remate perfecto. En el restaurante El Puente nos recibieron Cristian Córdoba y Mario Bordo. Su negocio es un legado de 50 años, famoso por el borrego al pastor, cuyo nombre se debe al cocimiento lento, de cuatro a cinco horas, con leña de encino y sin aditivos, un secreto familiar. Mario, con 20 años de experiencia, detalló el proceso: desde el sacrificio hasta el lento giro alrededor de la lumbre. Lo más notable es que aprovechan la pieza completa: machito, moronga y consomé, un trabajo arduo, pero lleno de pasión.

Para el postre, Doña María Guadalupe López Aguilar endulza en Conservas Obregón. Su negocio, con 37 años y una tradición de generaciones, fabrica el pegoste, una mermelada espesa de durazno deshidratado “muy propia del lugar”. Sus productos, desde borrachitos y cajeta hasta duraznos en almíbar, son 100% naturales, elaborados con el proceso de alto vacío para evitar conservadores. Es el sustento, el gusto y la verdadera labor que ofrecen al turismo.

Aunque las tradiciones perduran, la economía local ha evolucionado. La producción de lana ha dado paso a los aguacates y, principalmente, a las berries. La fresa de Tapalpa es de tan alta calidad que se exporta hasta Japón e incluso tendrá su propia fiesta el 6 y 7 de diciembre.

Así, entre historias de frailes, leyendas trágicas y el misticismo de su geología, Tapalpa se revela como un destino que no solo se visita, sino que se siente y se vive a mil 900 metros de altura, brindando el eco de sus templos y el sabor a encino y fresa de la región.

Mascota: donde la raicilla sabe a historia y niebla

Entre las montañas del occidente de Jalisco, donde la niebla abraza los techos de teja y el silencio se quiebra solo con el eco de los pasos sobre el empedrado, se encuentra Mascota.

No es solo un Pueblo Mágico; es un guardián del tiempo, un lugar donde la historia, a veces dolorosa, se funde con un presente vibrante y un paisaje que cautiva.

El pueblo mágico de Mascota, Jalisco recibe alrededor de 10 mil visitantes durante las fiestas patrias (Foto: Jorge Barajas)

Su historia está marcada por el desplazamiento. Fundado tras una erupción volcánica que sepultó su primer asentamiento, Mascota vivió su mayor abandono durante la Revolución y la Guerra Cristera, convirtiéndose en un “pueblo fantasma”.

Hoy, ese pasado le concede un aura de autenticidad profunda. Su símbolo más poderoso es el Templo Inconcluso de la Preciosa Sangre, una estructura majestuosa y trunca cuyos arcos abiertos al cielo narran la interrupción violenta de un sueño.

Enjarraron sus muros con cal, arena y, según la tradición, sangre de animal. Sus paredes aún guardan las huellas de la guerra. Ahora, renacido como jardín y foro cultural, entre sus ruinas se escuchan conciertos y se celebra la vida, en un contraste conmovedor.

A una cuadra de la plaza principal, el Museo Arqueológico revela un secreto aún más antiguo. Sus cerca de 900 piezas, extraídas de la zona de El Pantano, datan de hasta mil 800 años a.C. Figuras en posición de loto, joyas de una precisión desconcertante y ofrendas funerarias hablan de una cultura prehispánica sofisticada y poco conocida, con posibles vínculos que se extienden hasta Guatemala y Ecuador. Es una ventana a un pasado remoto que convierte a Mascota en un sitio de importancia ancestral.

Y si algo identifica hoy a Mascota en el mundo es la raicilla, el destilado de agave serrano que ha encontrado aquí uno de sus santuarios. Con denominación de origen, se elabora a partir de agaves silvestres como la maximiliana, ofreciendo un perfil aromático único. En La Taberna, en pleno centro, se pueden degustar las marcas de los socios productores. Su reconocimiento internacional, con premios en competencias como el Concours Mondial de Bruxelles, ha puesto a este licor —y a Mascota— en el mapa global de los destilados artesanales.

Tres pueblos, una ruta para recorrer con el alma

Mazamitla, Tapalpa y Mascota: tres pueblos, tres experiencias distintas que se complementan en un coro perfecto. El primero es el refugio boscoso, íntimo y aventurero. El segundo, la pradera abierta, dulce y serena. El tercero, la memoria viva, profunda y espiritual. Juntos forman la trilogía indispensable de Jalisco, una ruta que no solo se recorre con los ojos, sino con el alma.

JVO

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