La noche del 25 de diciembre de 1985 un par de jóvenes hurtaron piezas del Museo Nacional de Antropología. En el año del terremoto, la noticia del “robo del siglo” volvió a sacudir al país. A partir del hecho, el realizador mexicano Alonso Ruizpalacios filmó Museo, una ficción que cuestiona los argumentos de la Historia tal y como la conocemos.
¿Por qué hacer una película sobre el robo de piezas del Museo de Antropología en 1985?
Hace diez años, Manuel Alcalá comenzó con la idea de hacer una película acerca del robo. Yo llegué después. Mi recuerdo sobre aquel episodio era muy vago, pero la historia resulta bastante increíble e interesante para filmar.
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¿Por qué modificar el nombre de los ladrones? ¿Usó la ficción para llenar los huecos alrededor del caso?
Decidimos cambiarles los nombres cuando descubrimos que habíamos descrito a otros personajes. Los primeros tratamientos del guión estaban más apegados a la historia real, pero no funcionaban como película. Por eso tomamos decisiones más creativas y que no necesariamente corresponden a lo sucedido. Además, las familias de los ladrones no quisieron involucrarse en la película. Al final, todo esto permitió hacer un comentario sobre cómo la Historia se arma con mucha ficción e interpretaciones.
De hecho, hay momentos que cuestionan la veracidad de la Historia; por ejemplo, cuando retoma el episodio de la piedra de Coatlinchán.
El episodio de Coatlinchán permite hablar de la fundación del museo y nos ayudó a plantear una reflexión sobre cómo los museos, en muchos casos, se forman con colecciones de objetos robados por más que persigan un bien común. En una escena, uno de los personajes dice: “no hay preservación sin saqueo”. Queríamos provocar y preguntarnos: ¿ladrón que roba a ladrón es un delincuente? No pretendemos dar una respuesta sino ponerlo sobre la mesa.
Una de las líneas de la película consiste en indagar lo que los ladrones tenían en la cabeza al planear el robo. ¿Por qué?
Nos asumimos incapaces para responder por qué lo hicieron. Preferimos abrazar nuestra duda y convertirla en uno de los temas.
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Al igual que en Güeros, en Museo la territorialidad es muy importante.
No me gustan las historias sin contexto. Me interesa el entorno tanto como la trama. En su libro Saqueo, Sharon Waxman cuenta cómo los grandes museos del mundo se hicieron de sus piezas por medio del robo. La autora plantea que quizá lo que nos fascina de los robos de arte es lo que nos dicen acerca de la ciudad donde ocurrieron. Esto me importa y esta historia tenía un contexto muy rico para explorar: Satélite, Acapulco, Palenque.
¿Qué le dice al México de hoy aquel suceso que fue calificado como el robo del siglo?
Es un caso muy interesante y con varios ecos. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Antes de eso la seguridad del museo estaba muy descuidada. Queremos tapar el pozo ahogado el niño. Me interesaba, además, hacer de las piezas un personaje para que el espectador pensara en su significado. Hay también una línea que me permite hablar de la falta de oportunidades para los jóvenes.
En Güeros también recupera el universo juvenil.
Sí, pero no fue premeditado. Algo tiene este país que no termina de impulsar a sus jóvenes, y que los lleva a incurrir en travesuras estúpidas.