Semanas antes de arribar a Buenos Aires, por redes sociales me comenzaron a llegar los debates de la Cámara de Diputados de Argentina sobre la ley que permitiría la suspensión voluntaria del embarazo en este país. Por supuesto, los videos más escandalosos y comentados resultaron aquellos más retrógrados, que justifican el machismo, el trato de objeto de la mujer, las posturas radicales de la Iglesia y argumentos kafkianos como los de un médico afamado que afirma que el virus del VIH atraviesa la porcelana. Como el gremio del teatro, y en particular las mujeres de él, han sido parte muy activa de esta lucha por un aborto legal, seguro y gratuito, no ha faltado la senadora (o diputada) que ha afirmado que lo buscan “para poderse hacer sus cremitas” de la placenta y de los fetos y permanecer jóvenes. En la otra acera, el movimiento a favor de la ley no deja de tener su radicalismo, si bien (desde mi punto de vista y empatía) la razón les asiste.
Lo cierto es que la polarización de la sociedad ha sacado lo mejor y lo peor de los argentinos, como suele suceder. La votación histórica de esta ley no podía pasarle desapercibida al teatro y se ha generado, en rededor de la obra Dios, de Lisandro Rodríguez, un intento de censura por parte de la ultraderecha. Se presentó en la ciudad de Rafaela, en el marco de uno de las fiestas escénicas más importantes del país, faro de las provincias en un país centralista. Tras las protestas fueron pedidas las cabezas del actual director del Festival de Teatro de Rafaela, Gustavo Mondino, y de quien lo precedió, Marcelo Allasino, que hoy es director del Instituto Nacional del Teatro del Ministerio de Cultura de la Nación. Los ánimos subieron en redes sociales y llegaron a los medios de comunicación y a los escritorios políticos semanas atrás. Y escaló además en gestos de evidente homofobia y otras expresiones que nos hablan de la complejidad de la idiosincrasia argentina (y latinoamericana).
El pasado miércoles, hace dos días, el Senado votó un NO en el Senado a la ley de marras, mientras en el Centro Cultural Paco Urondo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se ha repetido la obra Dios, acompañando la vigilia que miles de mujeres (y no pocos hombres) emprendieron frente a la Cámara. Con profesores de la UBA tan importantes como Norberto Laino y Horacio Banega (encarnando a un sacerdote genial), la puesta en escena apuesta por la reproducción del rito de la misa católica, poniendo a flote —casi sin juicio alguno— los propios dichos aberrantes de sus jerarcas, incluido Jorge Bergoglio, el actual papa.
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LA CRÍTICA/ TEATRO
Lo cierto es que la polarización de la sociedad ha sacado lo mejor y lo peor de los argentinos, como suele suceder.
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