La artista plástica Gabriela Aguirre hace una revisión del ayer en su exposición más reciente. En entrevista, recuerda cuando de niña se subía a un árbol de aguacate que se encontraba en el jardín de su casa, en Coyoacán, donde pudo soñar, imaginar y establecer un estrecho contacto con la naturaleza, vivencias que la impulsarían a dar sus primero trazos como artista.
“Nadie más se podía subir, así que sola, acompañada del cantar del viento en las ramas y del sonido de mis pensamientos, o en silencio, empecé a observar y apreciar la naturaleza. Sentirla y escucharla me sirvió de inspiración para empezar a dibujar. Fue mi puerta al arte”.
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El título de su nueva exposición nace de dos palabras clave en su trabajo y su estancia en el mundo: luz y silencio
En entrevista con MILENIO, la pintora indica que la muestra es resultado de una selección de los últimos cuatro años de trabajo, con lo que presenta “24 óleos, algunos con técnicas mixtas como, cera, carbón, grafito, pastel; 9 grabados intervenidos, algunos cuadros del 2012, e incluso una acuarela de 1978, que forma parte del último espacio de la muestra, dedicado a los árboles”
Aguirre cuenta que hace más de 35 años su trabajo era figurativo, con intensos colores y temas crudos, “pero no me agradó la respuesta de los espectadores, que se fijaban más en lo que contaban aquellas imágenes, dejando de lado lo realmente importante: la pintura en sí, la materia del trabajo, la factura y mi verdadera intención. Quería transmitir algo de forma más sutil, por lo que dejé de ser figurativa y mi obra se volvió más abstracta, además de que eliminé el uso de mucho color y me incliné por las pinturas monocromáticas”.
La intención de Aguirre era que se fijaran en la factura de la obra, para ello, recurrió al uso de encaústica y técnicas mixtas, para lograr distintas capas y tener el efecto de transparencias. Fue entonces que la luz se volvió fundamental en su obra y su herramienta de expresión.
Para ella, lo importante es provocar emociones, que el espectador se tome su tiempo, que vean su creación con calma y en silencio.
Su obra remite “a lugares de la naturaleza por el uso constante de un horizonte: por el manejo de la luz, el uso de ciertos colores y porque en él se encuentra plasmado el arrobamiento que provoca en mí la belleza de un amanecer, de un atardecer, de una tormenta, del viento, de la luz a través de las nubes, de un árbol”.
La artista redactó un texto con la intención de compartirlo con el público que acuda a ver su obra al Claustro de Sor Juana. “Así como pinto un cuadro y hago mis trazos, sentí la necesidad de escribir... Hasta ahora la pintura ha sido mi principal medio, la elegí pues es un medio íntimo, minucioso, introspectivo, que me permite encontrar silencio interior, algo muy importante para mí. Por lo general, comienzo un trabajo sin un plan muy claro. Sin embargo, llega un momento en que la comunicación con el cuadro es total y muy directa. Ahí empiezo a ver el camino que debo de seguir en cuanto a trazado, color, luz, composición e intención”.
Su principal intención, cuenta, ha sido el tratar de plasmar emociones, esa energía o sentimiento que todos “llevamos dentro y que se despierta en nosotros al pausar un poco y ver, tan solo ver. Al contemplar esa belleza que nos habla del carácter luminoso del mundo, de esa energía con la que estamos entrelazados. También está plasmada en mi trabajo la preocupación por lo que vemos desaparecer, aquello que vamos lastimando, violentando”.
La luz del silencio se inaugura este jueves 26 de enero en la Universidad del Claustro de Sor Juana,
PCL