Bucear en el Caribe, en la Reserva de la Biósfera del Banco Chinchorro, en Quintana Roo, y encontrarse a unos tres metros de profundidad con un ancla que pudo haber pertenecido a un navío inglés que surcó estas aguas hace más de 200 años, ha sido una de las más grandes experiencias de su vida para la arqueóloga Laura Carrillo.
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La investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) relata en entrevista para M2 que, como parte de la primera jornada de exploración realizada en febrero, “fue emocionante e increíble localizar en el arrecife el naufragio que deseaba ubicar desde hacía 13 años. Es indescriptible ver a tan solo unos centímetros el ancla de ese velero, por todo lo que nos puede decir”.
Responsable del Proyecto Banco Chinchorro, Carrillo detalla que, por los vestigios, el navío pudo haber sido de origen inglés: un ancla que se lanzó para tratar de sujetar la embarcación al arrecife y evitar así el naufragio; un cañón de 2.5 metros de largo y lingotes de hierro que se usaron como lastres para que la embarcación mantuviera el equilibrio.
La arqueóloga explica que, “por los restos, podemos decir que es un buque de madera, pues no hay referencias que nos hablen de un navío con casco de acero, y su sistema de propulsión era de velas, ya que no encontramos propelas que nos indicaran otro sistema de propulsión, como vapor”.
Esa es una primera hipótesis. Una vez que pase la contingencia sanitaria se llevará a cabo la segunda fase de trabajo para verificar qué tanto abarca la dispersión de vestigios de la embarcación.