Capturó con su lente a la sagrada trinidad del rock de los 60 —Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrison—, pero el fotógrafo Baron Wolman estaba lejos de participar en la canonización de aquellas figuras: “Ver las fotos de Janis, Hendrix o Morrison lleva a hacerse una pregunta necesaria: ¿hasta dónde habrían llegado? Se les ha mitificado, pero después de ver a muchos de sus contemporáneos desvanecerse a causa de los excesos, creo que haberse quedado eternamente en la mente del público fue lo mejor que les pudo suceder. Pienso que a Janis Joplin la voz no le habría durado demasiado, en cuanto a Jim Morrison... era un individuo sin control sobre sí mismo y tarde o temprano se habría ido él mismo a la hoguera. De todos ellos solo Hendrix me parecía un verdadero artista, un ser muy creativo que podía haber desarrollado muchas otras cosas interesantes”.
En entrevista concedida en enero de 2004, con motivo de una exposición en la Galería del Auditorio Nacional, centrada en su trabajo entre 1967 y 1970, cuando fue jefe de fotografía de la entonces naciente revista Rolling Stone, Wolman refirió que la fuerza de sus imágenes reside en su empeño por captar la energía sonora cifrada en un gesto o en una expresión corporal que se esfumaba con la misma inmediatez que las notas musicales: “Había una excitación en los conciertos que intentaba retratar, pero ciertamente es muy difícil capturar con una foto una acción tan intensa como esa. Tratas de ver algo en el rostro o en el lenguaje corporal... y claro que era más difícil en aquellos días: no había cámaras automáticas, así que obtener una fotografía decente representaba un auténtico desafío técnico”.
- Te recomendamos Janis Joplin: 50 años sin 'La Bruja Cósmica' Música
Las “fotografías decentes” que Baron Wolman consiguió en esos años no solo fueron numerosas, sino que se han convertido en parte de la hagiografía de un periodo que, para no pocos, resume la esencia del rock and roll y que se puede definir como autenticidad y entrega en un mundo aún no marcado por el marketing ni por la uniformidad sonora.
Eterna juventud
De la misma manera en que Alberto Korda inmortalizó al Che Guevara, Wolman ha legado a la historia de la música una vasta iconografía que le ha dado eterna juventud a Janis Joplin, The Rolling Stones, Frank Zappa, The Who, Joan Baez, Iggy Pop, Bob Dylan, Phil Spector, Jim Morrison y Creedence Clearwater Revival, entre otros.
De la candidez de aquella era dan fe las palabras del mismo Wolman al recordar que entonces no había zonas exclusivas para los fotógrafos y estos podían aproximarse a los músicos sin temor a que un guardia se interpusiera entre ambos: “Lo realmente grandioso era que me podía acercar a la gente sobre el escenario sin problema. Cuando fotografié a Tina Turner en el Hungry i (club nocturno ubicado en San Francisco) estaba probablemente a tres metros de ella... podía oler su perfume. No había barreras. Los músicos confiaban en nosotros. Yo los adoraba y quería honrarlos con mi trabajo”.
A decir de Wolman el don de la oportunidad no es suficiente para conseguir una buena fotografía: “Lo que ocurría cuando tomaba fotos en los conciertos era que me dejaba envolver por la música. Dejaba que esta entrara en mi sistema y de esa manera yo podía anticipar lo que el músico iba a hacer. Sólo así conseguía una buena imagen. Una vez que veía una buena toma en el visor de la cámara se había esfumado, por eso procuraba que la música entrara en mí, en mi cerebro. Procuraba estar lo bastante cerca del escenario para que la vibración de los altavoces me causara escalofrío en la piel y para llenar así el visor con la presencia del músico. Me desconectaba del mundo real... siempre de manera mental. A pesar de que la cultura de las drogas era pronunciada nunca me integré en ella. Me envolvía en el proceso con mi cámara como guía”.
Voyeur profesional
Si bien su presencia sobre los foros no molestaba a los músicos, Wolman le daba a su discreta naturaleza un perfil más cercano a quien hace de la contemplación su credo: “Me veo como una especie de voyeur. Soy muy feliz cuando logro ser invisible y solo observo. Me encanta observar. Me siento como un camaleón que puede adaptarse a cualquier situación y eso, para mí, es uno de los regalos que me ha dado la naturaleza y es la manera en la que se pueden conseguir fotografías honestas. Pero esos días se han ido ya, y cuando las cosas empezaron a cambiar comencé a perder el interés en todo eso”.
Esa visión de desencanto no la suscribía Wolman porque al empezar la década de los 70 sintiera que la música dejó de ser excitante, sino porque la industria en torno a ese arte comenzó a despojarle su inocencia y a convertirla en un negocio lucrativo, muy en tono con el fin del hipismo y de los festivales masivos. “Cuando la industria musical se hizo más grande que la música de pronto nos convertimos en parte del engranaje, y el talento de los fotógrafos fue entonces incorporado a la visión que tenían los empresarios de lo que debía ser la carrera del músico. Sobrevino entonces un absoluto desinterés por el acercamiento periodístico, que era lo que yo practicaba y me gustaba. Entonces el proceso de fotografiar a un músico pasó de ser una experiencia íntima a una de gran talla corporativa... bueno, tal vez corporativa es un poco exagerado, pero sí dejó de tener ese aire íntimo".
…pero con talento
Se dice que una de las virtudes de un auténtico fotógrafo es hacer interesante o gratos los rostros que por naturaleza no lo son. En los años 60 muchas caras no eran precisamente bellas, pero poseían una serie de dones. Decía Wolman: “Ciertamente algunos miembros de Grateful Dead, The Mothers of Invention o Tiny Tim no eran bellos, pero tenían una magia en sus rostros que los hacía hasta atractivos, por no hablar de su talento musical. Eso también se acabó y, al comenzar los años 70, los medios impresos empezaron a buscar caras amables que reflejaran sensualidad, virilidad o delicadeza. No creo que en estos días Jerry García o Frank Zappa la tuvieran fácil frente a la industria del entretenimiento”.
Claves...
Rolling StoneBaron Wolman (Columbus, Ohio, 25 de junio de 1937-Santa Fe, Nuevo México, 2 de noviembre de 2020) murió después de un largo combate contra la esclerosis lateral amiotrófica. Jefe de fotografía de la revista 'Rolling Stone' entre 1967 y 1970, visitó varias veces nuestro país, donde expuso su obra en 2004 en el Auditorio Nacional.
Baron Wolman y Janis
“Janis y yo vivíamos a media calle uno del otro y hubo una ocasión en que ella quería fotos que la mostraran en concierto, pero no tenía ninguno en fechas cercanas, así que se me ocurrió adecuar la luz de la sala en mi casa, le di un micrófono, puse un LP de ella en el tocadiscos y llamé a mi esposa. Cuando la música empezó a sonar Janis nos cantó para los dos y yo saqué varias imágenes que parecen captadas en vivo”.
amt