Ofrenda a muertos: una tradición que mantiene su esencia

Flores, incienso, veladoras, comida, agua y fotografías son elementos esenciales de los altares, que este año solo se montarán en los hogares.

Este año la tradición cambiará, porque las normas que dicta la pandemia ya se materializaron. (Especial)
Ciudad de México /

Hace apenas tres años, con el estreno de la película Coco, de Disney (el 20 de octubre de 2017 en el Festival Internacional de Cine de Morelia y una semana después, el 27, en las salas del país), la tradición de Día de Muertos en México floreció y logró un impacto internacional. Entonces, las calaveras, las veladoras, el incienso, pero sobre todo las ofrendas en casa y en los panteones en honor a los difuntos, que es una costumbre nacional heredada de las culturas prehispánicas, se multiplicó.

Esa celebración dejó de lado la fiesta de Halloween, que por muchos años prevaleció entre la población juvenil en nuestro país como efecto de la influencia estadunidense, pues la historia de Adrián Molina y Matthew Aldrich, que retomó las tradiciones de Oaxaca, Guanajuato y Michoacán e impactó en la pantalla cinematográfica al recordar a los muertos, se convirtió en detonante para retomar la tradición mexicana que, aunque siempre había estado vigente; poco a poco se desvanecía entre las nuevas generaciones.

En estos días la tonalidad naranja que han tomado algunas de las principales avenidas de la capital del país, donde el aroma del cempasúchil se combina con el ajetreo y smog de la ciudad, mientras que el colorido del papel picado adorna y acapara las miradas en los mercados y las Catrinas portan sus mejores atuendos para conquistar a los compradores, son el aviso de que está próxima la llegada de los difuntos.

Sin embargo, este año la tradición cambiará, porque las normas que dicta la pandemia ya se materializaron y han hecho eco en voz de las autoridades, que han anunciado el cierre de panteones, donde en estas fechas los colores, los aromas, la música, las risas, las anécdotas, los rezos y el llanto se mezclan en honor a los que ya no están, pero que, según la creencia popular, vuelven para no ser olvidados.

“No habrá vela”, se lee en un improvisado letrero en el panteón San José, en Iztacalco, que cada año abre sus puertas día y noche el 1 de noviembre para la convivencia entre vivos y muertos, por lo que el ir y venir con flores, comida, veladoras, un buen tequila y hasta mariachi es una escena que se multiplica, como los diversos montajes de las ofrendas que dan color y “vida” a las tumbas.

“El Yaqui”, uno de los panteoneros réplica la información y la aumenta: “Ni velada, ni misa, ni ofrendas, ya dijeron que no va a haber nada para que no se arme el contagio por la pandemia”.

A unos pasos, la señora Lupita Miranda, que desde hace más de dos décadas vende flores en el camposanto, ofrece sus docenas de gladiolas y rosas, aunque en su puesto los ramos de “terciopelo”, las flores que secundan en popularidad al cempasúchil en esta temporada, cobran protagonismo, al igual que las veladoras o las calaveritas de azúcar, pues “hay que aprovechar, porque está bien difícil la situación, y si no vendemos ahorita, pues ya no vendimos, con eso de que van a cerrar el panteón”, dice.

Aunque la alternativa es, como muchas personas lo hacen y lo ha proyectado Coco al mundo, realizar el homenaje en casa y montar los altares y ofrendas con los platillos, que incluyen comida, fruta y bebida preferidas de nuestros difuntos; veladoras, calaveras, incienso y flores, pero sobre todo con la foto de los fallecidos para mantener vivo su recuerdo, y de paso, como ha dicho Janet Arceo en su programa La mujer actual, “apoyar a los productores de cempasúchil, clemolitos y nube para que no sufran pérdidas”.

PARA LOS DIFUNTOS

AROMA Y SABOR

VELADORA

Se convierte en luz que guía el camino de las ánimas.

PAN

En el catolicismo representa el cuerpo de Cristo.

FLORES

Son un símbolo por sus colores; alegran y aromatizan.


  • Adriana Jiménez Rivera
  • jiramil@hotmail.com
  • Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectivo, egresada de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales, ENEP Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Con más de 32 años de experiencia en el periodismo escrito, en los diarios El Esto y La Afición, y las revistas Tele Guía y Oye mi canto; y desde 2000 en MILENIO DIARIO como reportera, y Coeditora desde 2009 a la fecha.

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