Asumir una actitud crítica frente a nuestro entorno sociocultural implica por desgracia la renuncia a acceder a ciertos entornos que se fundamentan en la actitud autoafirmativa y conciliatoria de la cultura dominante. Estos entornos son, principalmente, los medios profesionales de las finanzas y los negocios, que requieren de la habilidad para evitar las confrontaciones, en pos de la maximización de las ganancias. No solamente dichos entornos se caracterizan por el pragmatismo y el consenso, podríamos decir que estas son características presentes en toda actividad que ocupe un lugar protagónico dentro de las corrientes principales de pensamiento y acción.
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En contraste, la teoría crítica, “un lazo social” según Ernesto Laclau, se ubica en la posición de “resistencia” frente a las corrientes dominantes. Los críticos problematizan la realidad, están siempre interesados más en la actualidad que en la historia y se interesan en todas las situaciones de crisis y catástrofe. Por estas razones, se les considera como pensadores pesimistas y se eluden sus opiniones cuando las acciones que están en discusión pueden entorpecer o cuestionar a los actores pragmáticos.
En la arquitectura crítica, término acuñado por el teórico estadunidense Michael Hays en 1984, existe una clara posición de resistencia contra “las operaciones conciliatorias y autoafirmativas de la cultura dominante, mientras que permanece irreducible a una estructura puramente formal y dislocada de las contingencias del tiempo y lugar donde se localiza”, con ello Hays deja implícito que dicha arquitectura no es un estilo, sino constituye un modo crítico de diseñar y construir.
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GIEDION Y LAS IDEAS DE BENJAMIN
La Escuela de Fráncfort, en específico los filósofos Max Horkheimer, Theodor Adorno y Walter Benjamin, impulsaron a mediados del siglo pasado, una forma de pensamiento crítico que cuestionó y puso en duda los valores de su época. Sigfried Giedion, teórico suizo, trasladó a la arquitectura las ideas de Benjamin sobre la reproducción mecánica de la obra de arte, en su clásica obra Espacio, tiempo y arquitectura, publicada en 1939.