Asesinato en la noche de bodas

Peripecia

La producción de La obra que sale mal está a cargo de Próspero Teatro, Camila Brett y Jerónimo Besten coproducción con Billy Rovzar de The Lemon Studios

La obra que sale mal se presenta de jueves a domingo en el Teatro Helénico. Foto Jorge Vargas
Alegría Martínez
Ciudad de México /

El espectador asume de antemano que difícilmente los involucrados en una puesta en escena están en posibilidad de garantizar que el trabajo técnico y humano funcione a la perfección el día del estreno. Sin embargo, la ilusión y la confianza de que así sea, junto al arduo trabajo del equipo artístico, van por delante, tanto como la voluntad de la audiencia para aceptar la convención respecto a todo lo que suceda bajo los reflectores.

Ser testigos de lo que puede ocurrir cuando una obra de misterio está en manos de un grupo sui géneris de estudiantes de teatro, como en La obra que sale mal, es una invitación a celebrar todo lo que en rigor terminaría con la fe del público en el elenco, evitando así la posibilidad de una segunda función.

Asesinato en la mansión Haversham es el título del montaje que, en la ficción, presentan los alumnos de la Universidad Tecnológica de Tlalpan, en el escenario de Teatro para Profesionales.

El interior de una casona que despierta la memoria de escenas lúgubres, con un inmenso retrato sobre la chimenea, es el espacio donde el novio de la chica guapa yace sobre el sofá, la noche de su compromiso de boda.

El asesinato, que levanta sospechas entre los personajes cercanos al infortunado joven, involucra en esta ocasión, debido a la falta de preparación del elenco universitario, al técnico del teatro y a la chica que realiza labores de utilería y tramoya, quienes con los actores se empeñan por encima de toda falla, error y olvido, en que la acción no se detenga.

Estrenada en 2012, galardonada en más de siete ocasiones, entre éstas con el Lawrence Olivier por Mejor Comedia y Mejor Escenografía por los Tony Awards, La obra que sale mal —cuya escenografía cobra vida— fue escrita por Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields, ex alumnos de la London Academy of Music and Dramatic Art, e integrantes del Mischief Theatre, compañía especializada en comedia y fundada en 2008.

Un elenco de primera, que incluye dos actrices, seis actores, y dos directores, uno de ellos dramaturgo, con práctica en las técnicas del clown y la acrobacia, insertas en una comedia de desatino extremo, hacen la diferencia respecto a las versiones de compañías inglesas y estadunidenses que, con dirección original de Mark Bell, se presenta por primera vez en español. La producción está a cargo de Próspero Teatro, Camila Brett y Jerónimo Best —quien realizó la traducción—, en coproducción con Billy Rovzar de The Lemon Studios.

Reconocidos por su desempeño en la actuación y en la dirección, Artús Chávez (La mordida y La obra de Botom) y Adrián Vázquez (Algo de un tal Shakespeare y Weneses y Lala) hacen el papel del inspector y del mayordomo, respectivamente, a partir de una experiencia escénica que redimensiona el necesario peso de verdad que exigen las equivocaciones para detonar la risa explosiva del espectador.

Irene Azuela, creadora de una hermosa y calculadora Salomé, entre sus personajes teatrales, es ahora una bella y arrebatada Sandra, que se vuelve una sospechosa irresistible, monumento a la soberbia y muñeca de trapo en un despliegue de virtudes actorales que hasta hoy tiene oportunidad de expresar.

Ari Albarrán da rienda suelta, en su papel de técnica teatral, al ímpetu actoral que algunos integrantes del gremio reprimen desde los desahogos del teatro, mientras Juan Carlos Medellín, en su papel de traspunte, exhibe la desidia de técnicos que dentro de su cabina —aquí expuesta— viven despistados cuando un gran porcentaje de la puesta en escena depende de su precisión.

Iván Carbajal, Daniel Haddad y Luis Rodríguez Guana completan el brillante elenco de La obra que sale mal, en la que, como pocas veces, en el patio de butacas se desatan carcajadas que impiden escuchar los parlamentos de los actores amateurs, a quienes en esta ocasión se les perdona todo tropiezo a favor de un espectáculo “delator” que hace trizas la convención.




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