Comenzó los primeros trazos de su obra mural transportable, Xibalbá, el inframundo de los mayas, en 2009. La muralista Rina Lazo Wasen (1923-2019) no sabía que esa era la última obra que realizaría. La retomó con el paso de los años, pero su espíritu creativo se diluyó con la muerte de su esposo, el también artista Arturo García Bustos, fue hasta 2019 que se dispuso a concluirlo.
“Lo terminó porque, con gran sentido del humor comentaba que no quería que la muerte se la llevara antes de tiempo”, explica Dina Comisarenco, la curadora del mural y de las mamparas en las que se ofrece una línea del tiempo sobre la trayectoria creativa de la artista de origen guatemalteco.
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Parte de ella
La muralista se autorretrató en Xibalbá (que en maya quiché significa “el lugar oculto”). La obra se exhibe desde hoy y hasta el 24 de julio en el Palacio de Bellas Artes, espacio que ahora comparte con los grandes muralistas, incluido Diego Rivera, de quien aprendió de la vida, del arte y de la política, pues fue su discípula. Lazo fue seleccionada como su ayudante en 1947 para trabajar en la obra Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.
Foto: Octavio Hoyos
La figura de Rina Lazo aparece en el extremo inferior izquierdo, se pintó con una pierna transformada en hueso, acompañada de los señores de Xibalbá y de un perro a punto de entrar al inframundo, pues la madre de la artista le decía que ese animalito era el encargado de guiar a los humanos en su viaje final.
El mural está inspirado en estudios de la cultura maya-quiché y en los recuerdos de su infancia en Cobán, Guatemala.
Apenas plasmó su última pincelada en esta obra y, al día siguiente, 1 de noviembre de 2019, amanecería en su cama como si estuviera en un sueño profundo.
Obra invaluable
La maestra, quien dejó huella en el mural Venerable abuelo del maíz (basado en el Popol Vuh) en el Museo Nacional de Antropología e Historia, retomó este tema en su última obra, cuenta su hija, Rina García Lazo, y lo creó con las pinturas que elaboraba ella misma.
Foto: Octavio Hoyos
Su sueño era compartir su trabajo y qué mejor que en el Palacio Bellas Artes. Lo ideal sería que esta obra se sumara al acervo del máximo recinto cultural de este país, pero nadie le ha planteado esa posibilidad, dice su hija.
“A mí qué más me gustaría que se quedara en este recinto, en este Palacio de Bellas Artes. Todavía no sé qué va a pasar, ahorita que venía para acá y se me ocurrió exhibirlo en los museos de Estados Unidos y de Europa, que se le dé una difusión porque es relativamente fácil enrollarlo y transportarlo”, comenta García Lazo.
“No sé a ciencia cierta qué voy a hacer con el mural. Originalmente, estaba pensado para el Mexic-Arte Museum, en Austin, Texas, y la directora vendrá a la inauguración. Pero hay puntos que quiero tratar, el número uno, es el dinero, pues este mural vale mucho más de los que ellos quieren ofrecer. Yo necesito el dinero para restaurar la casa (conocida como La Malinche) que se dañó con los sismos de 2017”.
Una de sus ideas a futuro es hacer un museo privado en ese inmueble, y para ello se requieren de recursos. “Sí era el deseo de mi mamá que estuviera en ese museo, pero las cosas cambian tristemente y tengo que decidir”.
Foto: Octavio Hoyos
Es un mural muy valioso, subraya, porque fue el último que realizó en su etapa madura, con todo el conocimiento que la artista había abrevado.
El legado que ha dejado Rina Lazo, agregó su hija, permite que siga viva en la memoria de la historia del arte.
Entregada a su trabajo
La maestra Rina Lazo tenía libros sobre la cultura maya, consultaba los códices para estudiarlos, siempre buscaba materiales que le sirvieran para documentarse. Para ella fue muy importante realizar el mural Xibalbá, el inframundo de los mayas: dos días antes de fallecer, aún se subía al andamio; hasta el último momento, ella misma molía los colores y lavaba sus pinceles.
hc